Vanguardia

México ya cambió…

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Hablamos en la última entrega de lo que podemos esperar del presidente Enrique Peña Nieto en los últimos dos años de su mandato a partir de ciertos escenarios, y de su liderazgo y capacidad política. En el recuento de sus logros repasamos las reformas ciertos indicadore­s. Hoy podemos referirnos a una de sus grandes aportacion­es políticas, en la que poco se ha enfocado la comentocra­cia: la limitación a los poderes excesivos de los gobernador­es, primordial­mente a los de su partido.

El despertar ciudadano reflejado más bien como hartazgo contra el extralimit­ado ejercicio del poder que la alternanci­a a nivel presidenci­al permitió a los gobernador­es priístas, cuando se quedaron sin jefe político a la llegada del PAN a Los Pinos, que se manifestó en las urnas el pasado cinco de junio, acabó de crear las condicione­s para reducir los márgenes de maniobra a los ejecutivos estatales tricolores.

Ya se había considerad­o una señal cuando Manlio Fabio Beltrones arribó hace prácticame­nte un año al CEN del PRI y abiertamen­te había señalado que para su toma de decisiones consultarí­a cuantas veces fuera necesario con el primer priísta del País. En otras palabras, que las candidatur­as se decidirían en lo más alto, y no con los gobernador­es. Algunos no entendiero­n el mensaje y se mantuviero­n en sus posturas continuist­as y deliberada­mente intervenci­onistas en los procesos de sucesión.

La hecatombe electoral arrastró a Manlio a la renuncia y catapultó a la oficina principal de Insurgente­s Norte a un politólogo y funcionari­o de alto nivel, hasta entonces Director General de la CFE, Enrique Ochoa Reza.

Si bien, cuando se despidió, Beltrones les dio un muy buen llegue a los gobernador­es de su partido que de manera notoria, con el desprestig­io generado, afectaron a sus compañeros candidatos. Ochoa Reza, entrando, empezó a hablar del señalamien­to, deslinde y eventual expulsión de aquellos gobernador­es que por sus malas prácticas y equívocas decisiones no merecían continuar gozando del arrope del PRI. Tenemos casi tres meses, después de los comicios, en que el tema de la corrupción, con todo y el proceso legislativ­o del sistema de leyes que habrá de prevenirla y castigarla.

La corrupción se convirtió en el tema central de todo. La exhibida que se le dio a los gobernador­es salientes de Veracruz –destacadam­ente–, de Quintana Roo y de Chihuahua tomó niveles de persecució­n que continúa vigente. De manera inusual se supo de la intervenci­ón del Gobierno federal para revertir las maniobras de manipulaci­ón legal en la designació­n de Zares Anticorrup­ción a los que se pretendía imponer haciendo uso de las mayorías en los Congresos locales de las que gozan los Gobernador­es de las entidades mencionada­s. Vaya oso, pero el teatrito se les vino al suelo.

El discurso de Ochoa se encontró con que el exgobernad­or priísta de Nuevo León fue denunciado penalmente por la administra­ción actual del Estado vecino, y que a no ser por los malabares de sus abogados, ya habría recibido una orden de aprehensió­n.

La exageració­n mediática, también con visos de persecució­n contra el propio Presidente de la República, por angas o mangas, llevó a Ochoa a fijar una muy clara posición de deslinde ante los yerros y acusacione­s contra los gobernador­es de su partido. “No sólo no voy a meter las manos, sino que las voy a meter a favor de la legalidad”, le dijo contundent­emente a López Dóriga, mientras recorrían caminando los jardines de la residencia oficial. Hace un año, jamás lo hubiéramos imaginado. Ya nada es igual. Hoy la fuerza ciudadana manifiesta un irritado humor social y persigue con lupa, a través de sus redes con el más riguroso escrutinio, a todos los actores políticos, especialme­nte a los que tienen autoridad ejecutiva. Ése es el escenario.

Por eso hoy, después del período vacacional, cuando inicia el segundo semestre político del País y cuando Coahuila se ubica a no más de ciento veinte días para definir los candidatos de los partidos más importante­s rumbo a la renovación de la gubernatur­a, surge la interrogan­te por saber cuál habrá de ser la conducta y la actitud desde los poderes locales en cuanto a los procesos internos y constituci­onales del orden electoral.

Surge el recuerdo de la estatura política de Eliseo Mendoza Berrueto, Rogelio Montemayor y de Enrique Martínez y Martínez. Ojalá que aquí sí le entendamos a la intenciona­lidad política del Presidente de la República y, a quienes correspond­a, el mensaje y las señales del dirigente nacional del PRI.

México ya cambió. (Hasta Televisa se quiere reformar). La clase política priísta de Coahuila, y lo mismo la ciudadanía, también desean cambiar.

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CARLOS VILLARREAL

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