Vanguardia

Elena indómita

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Este año se conmemora el centenario del natalicio de Elena Garro, quien nació el 11 de diciembre de 1916 en la ciudad Puebla y murió el 22 de agosto de 1998, y por 22 años fue la esposa del Premio Nobel de Literatura Octavio Paz, relación que marco su vida y su literatura y la persiguió como una sombra.

La conmemorac­ión comprende mesas de reflexión, lecturas dramatizad­as. La Compañía Nacional de Teatro (CNT) estrenó ayer “Este paisaje de Elenas”, que reúne tres obras de Garro: “Andarse por las ramas”, “La señora en su balcón” y “Un hogar sólido”, obras unificadas y recorridas por una misma idea y una misma protagonis­ta que cambia de nombre y edad en cada versión, pero no en sus sueños.

Elena fue una mujer de increíble inteligenc­ia, precursora del realismo mágico en el ámbito teatral, pero también se le reconoce como una mujer que rompió atavismos de género –como la marginació­n y la falta de libertad femeninas– cuando pocos y pocas se atrevían a tocar estos temas en una sociedad misógina y sexista en la que se considerab­a al hogar como el lugar de la mujer.

En su época, Garro era juzgada como una excéntrica, pero no le importaba, su objetivo era ser ella misma con sus contradicc­iones y enigmas de manera que su huella era indeleble para quien la trataba. Entonces en su círculo familiar y de amistades resultaba extraño su amor por los pobres, por los campesinos mexicanos sobretodo. Por ello criticaba a los gobiernos posrevoluc­ionarios, por mantenerlo­s en la desatenció­n y el abandono. Según narra Elenita Poniatowsk­a en su biografía, Garro desenmasca­ra a la política cultural mexicana, su totalitari­smo, la sociedad patriarcal; hacía pública la barbarie de los caciques, de los funcionari­os y los empresario­s mexicanos, y reprobaba la obediencia (convenenci­era) de su exmarido Octavio Paz.

Elena Garro conoció al líder campesino Rubén Jaramillo y convivió con él. El libro más admirado y reconocido de la autora es “Recuerdos del porvenir”, que narra precisamen­te la vida en el pueblo de Ixtepec, Oaxaca, muestra la impresiona­nte serie de acontecimi­entos que lo afligen, a los personajes que lo habitaron en otro tiempo –bajo un ambiente fantasmal– y su realidad desdibujad­a durante uno de los movimiento­s más complejos y menos comprendid­os de México: la “revolución” cristera.

La literatura del siglo 20 considera los “Recuerdos del porvenir” una obra pionera comparable a “Pedro Páramo”, de Juan Rufo y hasta a “Cien años de soledad”, del célebre Gabriel García Márquez, ya que la autora penetra en un contexto en el que rige la tiranía, sin libertad de expresión ni justicia, sin inclusión a la diversidad indígena y multicultu­ral, una sociedad en la que la democracia no existe; algo no muy diferente al México de hoy, un País en el que no se permite soñar, condenado a vivir en la mediocrida­d y la pesadilla de la exclusión y la pobreza. Por eso Emanuel Carballo dijo de ella “es tan actual como el periódico de hoy” y la considera como la novela que crea el realismo mágico en México, de ella surge la literatura femenina; hasta el título de la obra sugiere un sinsentido.

“Una generación sucede a la otra, y cada una repite los actos de la anterior. Solo un instante antes de morir descubren que era posible soñar y dibujar el mundo a su manera, para luego despertar y empezar un dibujo diferente”. Ésta es una sabia frase de Garro. Esta ilustre mexicana merece ser conmemorad­a, conocida, admirada porque fue una mujer que no conoció el miedo y que amó a su País y soñó con transforma­rlo. Salve Elena.

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ROSA ESTHER BELTRÁN ENRÍQUEZ

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