BIENESTAR CIENCIA SOCIEDAD
> > >
La peligrosa experiencia de soñar que caemos al vacío mientras estamos dormidos. Y la teoría evolutiva que lo sustenta.
ebería s e r uno de los momentos más relajantes del día. Nos metemos en la cama, nos disponemos a dormir y empezamos a sentir cómo nuestro cerebro se desacelera… Hemos iniciado la primera etapa del sueño, pero minutos después experimentamos la turbadora sensación de que nos caemos. Es como si uno bajara por una escalera o oscuras, y el último paso se diera en el vacío. No es para nada agradable. La sensación de que nos caemos cuando estamos en la cama es conocida por los expertos del sueño como ‘sacudida hípnica’ o ‘espasmo mioclónico’. Acabamos de dormirnos y al poco tiempo soñamos que nos precipitamos a un profundo abismo donde nuestro cuerpo queda secuestrado por la brutal sensación de que no sobreviviremos al impacto de esa caída. Se nos acelera el corazón y despertamos asustados y con la inquietud de que, sin saber cómo, nos estábamos cayendo de la cama. Es más, mucha gente llega a caer realmente. Soñar que caemos al vacío es tan común que según los estudiosos del sueño, al menos 95 por ciento de la población lo ha experimentado alguna vez. Pero ¿a qué obedece este fenómeno?
En primer lugar, el hecho de que casi todo el mundo viva esa sensación nos lleva a pensar que ésta tiene alguna relación con nuestros primeros antepasados. En efecto, hay que recordar que los australopitecus, los primeros precursores del ser humano, dormían en los árboles para protegerse del ataque de sus predadores. De manera que esta conducta pudo haber contribuido a desarrollar un mecanismo cerebral protector que impidiera que uno cayera desde lo alto de un árbol. Un mecanismo que, por cierto, siempre se activa en las primeras fases del sueño.
Si usted trata de recordar lo que ha sucedido cada vez que ha tenido uno de esos sueños, se dará cuenta de que suele ocurrir a los pocos minutos de haberse ido a la cama, cuando el cuerpo aún no se ha adaptado a la posición horizontal, lo cual lleva a pensar que un pequeño error durante el acomodo horizontal, nos podría llevar de pronto al borde de la cama, y de ahí la sensación de que estamos cayendo. Y es precisamente esa sensación la que llevaba a nuestros antepasados a despertar, en el caso de que no se hubieran acomodado en una posición adecuada para quedarse dormidos de manera segura.
Es una sensación muy vívida e intensa, a veces hasta terrorífica, puesto que todo parece muy real. Por tanto, soñar que caemos al vacío nos obliga a despertar antes de enfrentar el doloroso trancazo de una caída. Mas aún si se trata de una caída desde lo alto de un árbol.
En efecto, no parece haber duda de que la ‘sacudida hípnica’, involucra un instinto heredado de cuando los primeros homínidos dormían en los árboles, y se veían obligados a buscar una posición segura para no caer.
La ‘sacudida hípnica’ se produce cuando los músculos, por lo general de las piernas (aunque puede observarse en todo el cuerpo), se contraen rápidamente de forma involuntaria, casi como si se tratase de un tirón o un espasmo. Aunque no se conocen con exactitud las razones para ello, la perspectiva evolutiva da a entender que cumple al menos dos funciones relacionadas entre sí,
la primera de las cuales conserva su importancia en la actualidad. En primer lugar, ese brusco despertar nos permite checar por última vez nuestro entorno, y nos brinda la oportunidad de asegurarnos de que es realmente adecuado para dormirnos. A fin de cuentas, es posible que cualquiera de nosotros se quede dormido, sin querer, en un sitio peligroso, digamos en una banca o en una litera, de las cuales si nos caemos podríamos resultar seriamente lastimados.
Otra función evolutiva de la que se ha hablado, es que este sueño nos permite –o al menos les permitía a nuestros primeros ancestros– comprobar la estabilidad de nuestra posición corporal antes de dormir, en especial si empezábamos a adormecernos acomodados entre las ramas de un árbol, en cuyo caso la ‘sacudida hípnica’ nos permitía comprobar si nuestro ‘punto de apoyo’ era seguro, antes de entrar en la inconsciencia.
La otra teoría es que la ‘sacudida hípnica’ es un síntoma de que nuestro sistema fisiológico activo cede, por fin, al impulso de dormir, pasando de un control motor activo a un estado de relajación y, finalmente, a un estado de parálisis corporal, que nos permite acceder al acto de dormir —aunque en ocasiones, el cuerpo se niega a ceder a ese impulso.
En esencia, la ‘sacudida hípnica’ puede ser una señal de que por fin, se está pasando del sistema activador reticular del cerebro (que usa neurotransmisores excitatorios para promover la vigilia) al núcleo preóptico ventrolateral (que utiliza neurotransmisores inhibitorios para reducir la vigilia y propiciar el sueño).
Traduciendo el párrafo anterior a un lenguaje vulgar, digamos que la ‘sacudida hípnica’ constituye el último chequeo de nuestro cerebro australopiteciano, de que por fin tenemos vía libre para dormir a pierna suelta con toda seguridad.
En fin, fueron nuestros antepasados quienes propiciaron que evolucionáramos esa especie de protección personal sin la cual muchos de ellos se hubieran ‘partido la madre’ o incluso pudieran haber perdido la vida.