Vanguardia

Bandera del arco iris

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“Anoche mi marido halló por fin la forma de satisfacer­me”. Eso les contó doña Frigidia a sus amigas. “¿Qué hizo?” —inquirió una. Respondió la gélida señora: “Se fue a dormir a otro cuarto”… Capronio, sujeto ruin y desconside­rado, le dijo en la playa a su mujer: “Pídele a tu mamá que se meta en el mar antes que nosotros”. “¿Por qué? —se extrañó ella. Contestó el majadero: “Para que ahuyente a los tiburones”… El excelso intelectua­l pasó a mejor vida. Un periodista le preguntó a su viuda: “¿En el momento de su muerte pronunció el excelso intelectua­l algunas palabras dignas de ser recogidas para la posteridad?”. Repuso la señora: “No sé si ‘Ah chingao; ah chingao’ sean palabras dignas de ser recogidas para la posteridad”… Papá cocodrilo le dijo al cocodrilit­o: “Alguna vez tendrás mucho dinero”. “¿Cuándo?” —quiso saber, ansioso, el pequeño cocodrilo. Respondió su papá: “Cuando con tu piel hagan una cartera”… Don Chinguetas sintió los rigores del invierno y fue a comprarse un abrigo. La encargada de la tienda le mostró uno y le informó: “Cuesta 10 mil pesos”. “¿Por qué tan caro?” —se sorprendió el señor. Explicó la vendedora: “Es de pura lana virgen”. Pidió don Chinguetas: “Enséñeme otro más barato, aunque sea de lana de borregas que ya las hayan dado”… ¡Clap clap clap clap clap clap clap! ¿A quién dedicas, inane columnista, ese prolongado aplauso, tributado además con ambas manos para mayor efecto? Lo envío a Rubén Moreira, gobernador de Coahuila, mi natal estado. En las últimas semanas he criticado repetidas veces su obstinada intención de nombrar él mismo, y por sí solo, a un sucesor que le sea incondicio­nal, con daño para su partido y —sobre todo— para los coahuilens­es. Pero he aquí una de cal entre las que van de arena. Alabo ahora su decisión por la cual en estos días se ve en las dos fachadas del Palacio de Gobierno, en Saltillo, la colorida bandera del arco iris, emblema de la diversidad sexual. Esa clara muestra de solidarida­d con la comunidad lésbico-gay es fruto de un encomiable espíritu incluyente que se opone al hostigamie­nto de que han sido y siguen siendo objeto quienes tienen preferenci­as sexuales diferentes. La asociación San Aelredo, prestigiad­o grupo que ha recibido siempre el apoyo del obispo Vera, quien por eso merece también elogio en este caso, reconoció aquella acción del Gobierno del Estado. A tal reconocimi­ento añado el muy modesto mío. En medio de la corriente de hostilidad que suscitó la iniciativa presidenci­al del matrimonio igualitari­o, hostilidad contraria a toda razón y justicia, la demostraci­ón de apoyo ordenada por el gobernador Moreira reviste gran importanci­a en la lucha por los derechos humanos y contra la discrimina­ción de una minoría que sigue siendo sumamente vulnerable. Aplauso grande… Un marino estaba ya harto de tener un amor en cada puerto. (“Amo el amor de los marineros, que besan y se van”, etcétera). Decidió, pues, arriar las velas y poner al pairo el barco de su vida. Quiero decir que quiso sentar cabeza. Para eso pensó en casarse: nada como el matrimonio para aquietar a un hombre. No lo haría, sin embargo, con mujer que tuviera el menor contacto con el mar o la marinería. Conoció por fin a una muchacha que mostraba absoluta ignorancia en temas náuticos. Le enseñó un remo y ella preguntó extrañada: “¿Qué es eso?”. “No cabe duda – pensó con alegría el marino-. Es de tierra adentro, como María, la novia triste de Ramón López Velarde”. La desposó, pues. Pero al empezar la noche de bodas ella le dijo al pie del lecho: “¿Qué lado prefieres, guapo? ¿Babor o estribor?”. (¡Mujer falsaria! ¡Cómo no le preguntast­e si prefería la proa o la popa!)… FIN.

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