Vanguardia

‘Estoy viva gracias al aliento de mis hijos’

- ERIKA FLORES

CDMX.- Paulina Reyes Tepehuixco se sintió muy “agüitada” ante el diagnóstic­o de cáncer de mama. Previo a la cirugía oncológica que extirparía ese tumor maligno por el cual perdería 20% de su seno derecho, sus hijos la animaban; pero ella no los escuchaba, pues sólo pensaba en una imagen fatal: ¿Cómo se vería en el futuro? Imaginarse así la entristeci­ó más, hasta que puso atención a las palabras de sus hijos: “No se preocupe ma, el hombre que la quiera de verdad la va a querer así”. Y con ese impulso moral, Paulina se reconcilió con la vida y encontró equilibrio en su enfermedad.

Hace año y medio Paulina puso atención en ese granito que salió en su mama derecha, cerca del pezón. Le molestaba, le picaba, le dolía. Por eso, aprovechan­do la visita que hizo a su familia en Cuautla, Morelos, acudió al centro de salud para ver qué ocurría. Los médicos generales la revisaron y basados en una radiografí­a, diagnostic­aron una infección cutánea que cedería con el uso de antibiótic­os.

Pasaron semanas y la cura no llegó. Paulina tenía que volver a su casa, en Acatlán. Cuenta que entre la insegurida­d del lugar, la presencia del narcotráfi­co y una que otra balacera habitual, prosiguió con su vida normal. Mientras llevaba puesto su sostén, aquel granito no molestaba; pero al quitarlo, los síntomas le recordaban que no era normal esa comezón, el ligero escurrimie­nto y un dolor que no cedía.

Buscó un segundo tratamient­o en Chilapa donde el diagnóstic­o fue el mismo; la receta también. Después de 13 meses un familiar de la Ciudad de México le pidió viajar allá para llevarla a una consulta. En mayo Paulina llegó a la capital; mastografí­a y ultrasonid­o mamario revelaron que aquel granito era un tumor maligno que requería cirugía inmediata. “Sentí una cubetada de agua. ¿Por qué yo?”.

Necesitó repasar los 48 años de su vida: viuda a los 32, con tres hijos y sin trabajo. Se fue de mojada a Carolina del Sur, donde se empleó en una lavandería. Paradójica­mente, allá cuidó de su salud mejor que en su tierra, pues anualmente una clínica practicó mastografí­a y ultrasonid­o a las habitantes del lugar, sin importar su nacionalid­ad. Por eso ella sabe que el cáncer que hoy combate empezó en México.

La primera operación donde se realizó una biopsia del tumor costó 18 mil pesos. “Yo creo que mis hijos quieren tener a su mamá viva, por eso cuando les llamé a Chilapa para contarles me dijeron: ‘Usted no se preocupe ma, opérese y nosotros juntamos el dinero acá’”.

“Llevo dos operacione­s, he estado con los tratamient­os y ahorita voy a entrar a la segunda radiación. Bendito sea Dios he estado bien porque me metí en la cabeza las palabras de mis hijos. Creo que tienen razón ¿Yo agüitada por un seno? Si tengo a mis hijos y nietos. Y es cierto, quien quiera de verdad, me va a querer sin seno”, dice.

Paulina confiesa que, por encima del cáncer, sólo hay una cosa que le provoca mucho miedo en el futuro: curarse de la enfermedad y morir de una bala perdida en su propia tierra, Chilapa de Álvarez. El Universal

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