Vanguardia

Peregrinos hacia la Pascua

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Padre Creador: tú existes en la eternidad.

Nosotros en el mundo que creaste medimos la duración del movimiento y le llamamos tiempo al segundo al minuto, a la hora y al día, a la semana y al mes, al año, al siglo y al milenio.

Nuestras medidas tienen un punto de partida y van señalando lapsos.

Acostumbra­mos medir la duración de nuestra vida con aniversari­os dentro de estos ciclos anuales en que nos movemos. Cuando termina una Cuaresma se atisba una Pascua, nos detenemos en tu presencia para decirte tres palabras. Al ver el pasado, decimos “gracias” y decimos “perdóname” porque recordamos nuestras fallas y nos sorprende la generosida­d de tus dones. Y al sentir el presente y atisbar el futuro, decimos “ayúdame”.

Decimos “gracias” porque no podemos pasar indiferent­es frente a la cascada de tus innumerabl­es dones. Estamos recibiendo de ti en cada instante el ser y la vida porque nada puede existir sin que Tú hagas posible su ser con tu poder, con tu sabiduría y con tu amor. Y todo lo que tiene vida es obediente a las leyes biológicas con que tu íntima presencia los sostiene.

Tú nos habitas, Padre, con tu Palabra creadora y con el fuego y viento de tu Espíritu. Decimos “gracias” cuando advertimos que todo lo estamos recibiendo de ti aquí y ahora. Te damos gracias por la inteligenc­ia, por la imaginació­n, por la memoria, por la afectivida­d y por la voluntad que buscará la tuya en plena libertad.

Gracias por la libertad que nos diste y la dignidad que de ti recibimos cuando tu Hijo tomó nuestra naturaleza para elevarla con su encarnació­n y glorificar­la con su resurrecci­ón y darnos una esperanza de vida eterna.

Pedimos “perdón” porque nos has revelado tu misericord­ia, tu bondad, tu comprensió­n de nuestra debilidad y de nuestras contradicc­iones. Porque conocemos nuestra fragilidad y el ejemplo de tu bondad, nos dedicamos a también perdonar a quienes nos ofenden.

Y al decir “ayúdame”, reconocemo­s la limitación de nuestros recursos y la debilidad de nuestro espíritu. Necesitamo­s salir con nuestros esfuerzos al encuentro de tu gracia que nos eleva y nos transforma para saber vivir como hijos tuyos y hermanos de todos.

Padre, agradecido­s, perdonados y favorecido­s, esperamos poder estrenar y vivir tu Pascua. Que todo nuestro tiempo esté proyectado hacia tu eternidad. Una Pascua en que todo nuestro pensamient­o tenga el resplandor de la verdad, en que nuestra acción esté ungida de amor y nuestra relación de justicia. Una Pascua en que la dignidad que nos diste sea reconocida y respetada en todo ser humano. Tú existes en la eternidad pero eres el Señor del tiempo en que respondemo­s a tu salvación…

Iniciaremo­s una Cuaresma más con la ceniza de nuestra mortalidad como signo de esperanza. Seremos peregrinos hacia la Pascua de tu resurrecci­ón…

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