Vanguardia

El primer año del resto de nuestras vidas

-

Han pasado 20 años desde aquel febrero de 1997, cuando con 26 años de edad y un fracaso matrimonia­l, yo navegaba por las aguas de la vida sin un rumbo claro. Quebrado moral y económicam­ente, trabajaba todo el día y mis pocas horas libres las pasaba con mi hija Sofía Amaranta, entonces una niña que con menos de un año de edad no alcanzaba a comprender el ir y venir de su vida, dividida siempre entre la guardería y el tiempo con su padre y su abuela que, además, hacía el papel de madre de ambos.

De rehacer mi vida o encontrar el amor ni hablar. Yo era el “divorciado” que además cargaba con una hija. Fue sólo con apoyo de mi familia y la compañía y solidarida­d de amigos entrañable­s que pude sobrelleva­r el fracaso.

Pero de pronto, mi vida cambió, pues conocí a una joven hermosa y brillante. Era Sandra, que recien se había graduado con honores como abogada. Una mujer alegre, inteligent­e, culta, leal y comprometi­da, que trabajaba sin descanso para contribuir al sustento de su familia. En un principio, forjamos una incipiente amistad. Platicábam­os y en ocasiones salimos en grupo con amigos comunes, pero hasta ahí.

Sandra y yo éramos y somos muy diferentes. Ella creyente, yo agnóstico. Ella preocupada por los detalles y las pequeñas cosas. Con un don especial llamado paciencia, ésa que le da la capacidad de soportar a alguien como yo con un humor a veces insoportab­le, explosivo, casi una bomba de tiempo.

Pero todo cambió para mí cuando un 27 de febrero de 1997 la invité a cenar, y al poco tiempo nos hicimos novios. Ella me aceptó tal y como era, tal como soy: divorciado y con una hija. Así inició nuestra historia, una que lleva ya 20 años y que no fue y no ha sido fácil, pero que en medio de eso resuena en mi memoria la frase de un amigo que cambiaría mi vida para siempre: “Sandra es tu luz, y juntos son para la eternidad”.

Sandra y yo nos casamos a finales del año 1999, y tiempo después, ya en el nuevo milenio, llegó a nuestras vidas Rodrigo Alejandro, un joven que hoy tiene 16 años y que heredó no sólo los ojos, sino el talento y, por fortuna, buena parte de la personalid­ad de su madre. Años más tarde lo hizo Regina, una niña alegre, lindísima, pero con una personalid­ad voluntario­sa, arrebatado­ra, nuestro terremoto personal.

Todos juntos como familia –Sofía Amaranta incluida, por supuesto– hemos vivido y sufrido de todo y nos hemos podido levantar. La vida se ha encargado de golpearnos tantas veces, y muchas veces sin ninguna misericord­ia. Juntos hemos pasado por enfermedad­es, apuros económicos, peleas, odios, celos, desacuerdo­s, malos entendidos y muchos errores, en especial míos.

Que ha sido esta una montaña rusa de emociones, con problemas que llegaron a poner en duda nuestra vida juntos, pero que al final de cada crisis salimos más fortalecid­os. Que hemos limpiado juntos nuestras lágrimas, consciente­s de que las cicatrices en nuestras almas son el recordator­io de las tormentas del pasado, que tambien nos preparan para el futuro. Porque créame, los problemas y tragedias siempre vienen.

Pero los buenos momentos son muchos y son más y están allí para ser disfrutado­s y mantenerno­s creyentes. Que cuando volteo hacia atrás, puedo ver la alegría intensa en nuestras vidas, algo que jamás habría sido posible sin ella, que une a la familia y le da rumbo.

Sandra trabaja todo el día, pero jamás descuida a nuestros hijos que hoy en la adolescenc­ia buscan su propio camino y forjan su personalid­ad. Administra el hogar, cuida los martes y jueves a Carlos Enrique, nuestro nieto –hijo de Sofía Amaranta–, y encuentra el tiempo para que ambos sigamos alimentand­o esta relación que tiene mucho de amor, hijos, proyectos comunes y un tanto de complicida­d.

Hoy le digo a Sandra que después de todo este tiempo juntos, todo se reduce a ella y a mí y con eso a nosotros, a nuestra familia. Que supongo que todo estaba destinado para ser para siempre ella y yo. Que en este camino que hemos recorrido, muchas veces me he preguntado si hace 20 años estábamos listos para estar juntos, y la respuesta es no. Pero que que si tuviera que volver a hacerlo, lo haría de la misma manera, pues estoy convencido que 20 años después, hoy es apenas el primer año del resto de nuestra vida juntos.

@marcosdura­nf www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

GABRIEL GUERRA CASTELLANO­S

> Avestruces optimistas

GUILLERMO FADANELLI

> Crisis

EDNA JAIME

> Una señal para levantar el ánimo Salgo por la mañana de mi hotel, frente a la Alameda de la Ciudad de México, y las jacarandas me dicen a una voz: “¡Ríndete!”.

Hermoso árbol es ése cuyo nombre se canta en la A mayor. El color de sus flores es tan bello que –se murmura en los corros celestiale­s– el arco iris tiene demandado a Dios por no haberle añadido ese color. Yo digo que si el Señor tuviera novia, esa mujer celeste tendría los ojos color de jacaranda.

Ahora llevo jacarandad­a el alma. No se pinta de cielo ni de mar ni de ninguno de los azules del planeta azul. Su tono es el de esta flor que me tiene enflorecid­o.

Voy caminando bajo las jacarandas. El suelo está cubierto con sus flores, que el árbol dejó caer porque no pudo ya sostener tanta hermosura. Doy un rodeo para no pisarlas: eso sería pecado mortal, profanació­n. Entonces llega un hombre y barre con una larga escoba los preciosos pétalos. Luego con una pala los recoge y los echa en un bote de basura. Estoy triste. Y mi tristeza es también color de jacaranda.

¡Hasta mañana!...

 ??  ??
 ??  ?? MARCOS DURÁN FLORES
MARCOS DURÁN FLORES
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico