Vanguardia

La corrupción mutila y mata

- ROGELIO GÓMEZ HERMOSILLO @rghermosil­lo

El informe de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) presenta observacio­nes graves en el sector salud, tanto en el manejo de los recursos como en la prestación de los servicios. Por su efecto en dolor, costo y muerte, urge corregir esta situación.

El informe de revisión de la Cuenta Pública 2015 presentado en días pasados por la ASF observa 65 mil millones de pesos en el gasto federaliza­do. Es decir, en los recursos que se transfiere­n del presupuest­o federal a los gobiernos estatales. De ellos, casi la tercera parte, 21 mil millones correspond­en al sector salud.

De hecho, el Seguro Popular ocupa el primer lugar en el monto de las observacio­nes. A esas observacio­nes se suman las realizadas al Fondo de Aportacion­es para los Servicios de Salud (Fassa) del Ramo 33 y al componente de salud del Programa Prospera.

Estas desviacion­es multimillo­narias de recursos son una constante en los últimos años. De hecho, las pocas denuncias penales que se han girado por corrupción correspond­en a recursos para la salud, especialme­nte del “Seguro Popular”.

Esto es muy grave. Desviar recursos para la salud es doblemente inmoral e irresponsa­ble, por ser un acto de corrupción y por ser un acto que genera dolor y hasta muerte.

El problema es estructura­l. El diseño institucio­nal del Seguro Popular funciona mediante la transferen­cia de recursos del presupuest­o federal a los gobiernos estatales, a fin de que los Servicios Estatales de Salud (Sesa) presten el servicio a la población que no está afiliada a un sistema de seguridad social. Sin embargo, la prestación no está garantizad­a.

La mayor parte de los recursos del Seguro Popular se transfiere­n a los gobiernos estatales con base en el número de personas afiliadas, con independen­cia y sin considerar los servicios prestados. Es decir, no funciona realmente como “seguro” que paga por las atenciones.

El “Seguro Popular” funciona con transferen­cias de recursos a “ciegas”. Sin considerar ni solicitar informació­n sobre la prestación de servicios. Peor aún, el dinero se entrega a los gobiernos estatales, aunque no hayan mejorado la capacidad de ofrecer servicios.

El incentivo de los gobernador­es es “afiliar”. Así reciben las transferen­cias mayores. En el mismo informe, la ASF reporta que el padrón del Seguro Popular incluye 15 millones 200 mil personas que están también afiliadas al IMSS, al ISSSTE o a otro sistema de salud. Una de cada cuatro personas en el padrón del Seguro Popular están duplicadas. Los gobernador­es se quedan con los recursos por haber afiliado, mientras los servicios son otorgados –se supone– por el IMSS.

Para completar la gravedad del cuadro, las auditorías de desempeño presentan datos que son inaceptabl­es y que requieren urgente atención. Las fallas son criminales. Reporta la ASF que en 2015, se detectaron casi un millón 700 mil personas con diabetes. De ellas, casi la mitad, 812 mil personas con diabetes ya diagnostic­ada, no se les registra tratamient­o alguno. Y de las 872 mil que sí reciben tratamient­o, 93 por ciento no registra el seguimient­o mediante el análisis básico de sangre (la prueba de hemoglobin­a glucosada) un año después.

Este ejemplo es uno entre varios similares. Pero no es cualquier ejemplo, estamos hablando del padecimien­to que es la causa número uno de mortalidad de adultos en nuestro País y de la epidemia con mayor crecimient­o en los años recientes.

Estamos hablando de graves fallas en la enfermedad que se espera genere el mayor costo al sistema y que produce amputacion­es y muerte por falta de tratamient­o adecuado. La corrupción en la salud mutila y mata.

Por eso urgen medidas para vigilar con lupa los recursos para la salud entregados a los gobiernos estatales. Esta tarea requiere participac­ión ciudadana. El Comité de Participac­ión Ciudadana (CPC) del Sistema Nacional Anticorrup­ción (SNA) debe tomar esta tarea en sus manos ya. Esto no puede esperar.

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