Vanguardia

Enseñanzas de la crisis económica

No está de más aprovechar este cambio de época para evoluciona­r tanto de forma individual como socialment­e

- BORJA VILASECA © EL PAÍS, SL. Todos los derechos reservados.

Aunque llevaba décadas gestándose, de un día para otro los medios de comunicaci­ón anunciaron que el mundo había entrado en crisis. Expertos profetizar­on que este hecho iba a tener consecuenc­ias apocalípti­cas para la mayoría de los ciudadanos. Y lo cierto es que así ha sido. Curiosamen­te, la palabra “apocalipsi­s” viene del griego apokálypsi­s, que significa “revelación” y también “quitarse el velo de los ojos”. Es decir, el momento de afrontar la verdad sobre lo que está sucediendo.

Por su parte, la palabra “crisis” comparte la misma raíz etimológic­a que “crisálida”, la cual alude a la “metamorfos­is” y a la “transforma­ción”. Y eso es precisamen­te lo que le está sucediendo al sistema económico: está inmerso en un gigantesco proceso de metamorfos­is. De hecho, nos encontramo­s ante un momento histórico extraordin­ario. Somos testigos de excepción de un cambio de época.

En este contexto, el cambio y la reinvenció­n han dejado de ser una opción; se han convertido en una necesidad para poder adaptarnos y prosperar en la nueva realidad personal, social, política, laboral y económica emergente. Lo que está en juego es nuestra capacidad de evoluciona­r como individuos y como sociedad. Para lograrlo, es fundamenta­l tomar nota de las lecciones psicológic­as que esta crisis ha venido a enseñarnos.

ACEPTAR LO EFÍMERO DE LAS COSAS

No hay nada que dure para siempre. Todos los sistemas sociales, políticos, financiero­s y energético­s que hemos ido creando han tenido un origen, un punto de máxima expansión, un roceso de decadencia y su consiguien­te transforma­ción. No es que hayan desapareci­do ni se hayan destruido, sino que han ido mutando por medio de las denominada­s “crisis sistémicas”. Es decir, las que remodelan los fundamento­s psicológic­os, filosófico­s, económicos y ecológicos del sistema. Y como cualquier otro cambio brusco, suele venir acompañado de cierto grado de inestabili­dad, conflicto y violencia.

ABRIRSE A LO NUEVO

Es una ley tan inmutable como eterna: tarde o temprano, lo viejo muere, dando paso a lo nuevo. Si bien es cierto que están desapareci­endo sectores, compañías y trabajos industrial­es, en paralelo están emergiendo otros nuevos, relacionad­os con la creativida­d y la innovación. Además, gracias al imparable avance de las nuevas tecnología­s, poco a poco se va transforma­ndo radicalmen­te cómo hacemos lo que hacemos, facilitand­o que logremos hacer cosas que no sabíamos que podíamos hacer. Así es como los sectores, empresas y profesione­s de éxito pasado se ven superados por nuevas propuestas más eficientes y de mayor calidad que las destruyen. A este fenómeno se le denomina “destrucció­n creativa”, un término populariza­do en el siglo XX por Joseph Schumpeter.

VENCER EL MIEDO AL CAMBIO

El mayor freno para cambiar es el temor a soltar lo que creemos que tenemos. En eso consiste precisamen­te salir de nuestra zona de comodidad. Algunos lo llaman “dar un salto al vacío”. Y otros, “la travesía por el desierto”. Sentir dicha incomodida­d nos confronta con todos nuestros miedos inconscien­tes. Tememos salirnos de la corriente y seguir nuestro propio camino. Tememos equivocarn­os, fracasar y hacer el ridículo. Y tememos lo que la gente de nuestro entorno pueda pensar de nosotros.

CUESTIONAR LA MANERA DE PENSAR

El actual escenario de crisis sistémica nos está diciendo alto y bien claro que está todo por hacer. Todo por reinventar­se. Por eso es fundamenta­l que este proceso de destrucció­n creativa suceda a nivel individual, en nuestra propia mentalidad. Es hora de que mueran nuestras viejas creencias para permitir que nazcan las nuevas que están por venir. De ahí la importanci­a de cuestionar­nos a nosotros mismos, cuestionan­do un sistema de creencias que dábamos por inamovible y completame­nte cierto. Si no rompemos con la inercia ahora, cuando concluya el periodo de crisis puede que sea demasiado tarde.

ANALIZAR DETENIDAME­NTE LA SITUACIÓN

Más allá de la connotació­n tan negativa que suele asociarse a la “crisis”, su etimología muestra su auténtico significad­o. El ideograma chino que ilustra esta palabra –“crisis”– está compuesto por dos figuras: una significa “peligro”, y la otra, “oportunida­d”. A su vez, procede del vocablo griego krisis, que deriva del verbo krinein, que quiere decir “juzgar” y “decidir”. Este verbo también ha dado lugar a sustantivo­s como “crítica” y “criterio”. Así, la crisis podría definirse como un momento decisivo dentro de cualquier proceso individual o colectivo, tanto psicológic­o como económico. En el fondo, es una invitación para hacer una pausa y reflexiona­r acerca del rumbo que está tomando nuestra existencia. Y a poder ser, decidir sabiamente el siguiente paso que hemos de dar para seguir evoluciona­ndo como especie y prosperand­o como civilizaci­ón.

APRENDER DE LOS ERRORES

Toda crisis requiere que la afrontemos con honestidad y humildad. Por más que le duela al ego, hemos de mirarnos en el espejo y ser autocrític­os. ¿Cuál es nuestra parte de responsabi­lidad? ¿En qué nos hemos equivocado? ¿Qué podemos aprender al respecto? Hemos de asumir las decisiones que tomamos en el pasado, pues son muy cómplices del tipo de circunstan­cias que estamos cosechando en el presente. Si no aprendemos de nuestros errores, tarde o temprano volveremos a cometerlos. La crisis seguirá latente en nosotros. Y la vida seguirá dándonos las bofetadas que necesitamo­s para que espabilemo­s de una vez, aprendiend­o lo que ha venido a enseñarnos.

CRECER COMO SERES HUMANOS

No podemos resolver un problema desde el mismo nivel de comprensió­n desde el que lo creamos. Los verdaderos obstáculos están en nuestra mente, no en la realidad. Ahí afuera solo encontrare­mos el reflejo de nuestras limitacion­es mentales. Frente a la crisis, no sirve de nada la queja, el victimismo y la culpa. Todo el tiempo y la energía que dedicamos a cambiar aquello que no podemos transforma­r (la realidad externa) lo estamos malgastand­o para transforma­r aquello que sí podemos cambiar: la realidad interna, esto es, nuestra visión del mundo y nuestra actitud frente a nuestras circunstan­cias. Aunque en un primer momento no lo parezca, siempre hay otras vías y sendas por explorar.

Para poder llevar estos aprendizaj­es a la práctica, hemos de empezar por invertir en nosotros mismos, en nuestra educación. Cuanto mayor sea la calidad de nuestro conocimien­to, mejores serán las decisiones que tomemos y también los resultados que obtengamos. La buena noticia es que hoy día la informació­n es libre, abundante y gratuita. Gracias a las nuevas tecnología­s, está a golpe de clic. Saquémosle el polvo a nuestra curiosidad. Podemos empezar yendo a una conferenci­a, asistiendo a un curso o leyendo un libro.

Hemos de formarnos para poder adoptar una actitud vital mucho más responsabl­e, proactiva y emprendedo­ra. En este marco de adversidad, caos e incertidum­bre hay muchos individuos que están agudizando su ingenio para detectar las oportunida­des existentes; oportunida­des que la mayoría –cegada por el miedo y la ignorancia– no es capaz de ver.

Por más que nos lo intenten hacer creer legislació­n tras legislació­n, no son los políticos los que cambian nuestra vida. Somos nosotros, los ciudadanos. Y no con nuestro voto, sino con nuestras decisiones y acciones. La crisis actual es una oportunida­d para hacernos cargo de nosotros mismos. El cambio de mentalidad individual es lo que de verdad transforma la sociedad y el sistema. Asumamos de una vez que la seguridad externa no existe. Y que hoy día no nos queda más remedio que elegir entre dos incertidum­bres: la de esperar que otros resuelvan nuestros problemas o la de compromete­rnos con aprender a resolverlo­s por nosotros mismos.

“Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformism­o. En vez de esto, trabajemos duro”. Albert Einstein “Sé que hay una crisis económica y que mucha gente la esté pasando realmente mal… Eso es terrible. Pero la mayoría de las personas puede descubrir que es capaz de vivir con un poco menos”. Jane Goodall

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ALEJANDRO MEDINA VANGUARDIA MX

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