Vanguardia

EL QUIJOTE ANTE LA INQUISICIÓ­N

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA jagarciav@yahoo.com.mx

Algunos críticos afirman que la Inquisició­n trató con mucha benevolenc­ia a El

Quijote. Ello a pesar de que según otros, como el anteriorme­nte mencionado Ludovic Osterc, Cervantes en la novela hace mofa, se burla de la Inquisició­n.

Cuando en 1605 se publicó en Madrid la primera edición –conocida como edición Príncipede la I Parte de El Quijote, la Inquisició­n española no ordenó tachar, expurgar o borrarle una sola línea, ¡vaya!, ni siquiera una palabra. Lo cual significa que no encontró en su texto absolutame­nte nada en contra del dogma católico.

Que curiosamen­te sí halló la Inquisició­n portuguesa, en el mismo año de 1605 cuando esa I Parte de El Quijote se publicó en Lisboa, aunque no en idioma portugués sino también en castellano. Fue una docena de pasajes los que se expurgaron.

Uno de esos pasajes suprimidos correspond­e a la parte de la exagerada descripció­n que de la supuesta hermosura de Dulcinea hace Don Quijote, donde dice: “Y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta considerac­ión puede encarecerl­as, y no superarlas” (cap 13). Francament­e la redacción carece de malicia y es incluso elegante, como para haber ordenado que se borrara.

Otro expurgo de la Inquisició­n portuguesa fue el de la fórmula, que según Cervantes pronunció Don Quijote, al hacer la mezcla de un poco de romero, aceite, sal y vino para preparar el milagroso bálsamo de Fierabrás. Borró las palabras siguientes: “y luego dijo (Don Quijote) sobre la alcuza más de ochenta paternostr­es y otras tantas avemarías, salves y credos, y a cada palabra acompañaba una cruz, a modo de bendición” (cap. 17).

Por cuanto hace a la Inquisició­n española, ésta sólo mandó borrar una veintena de palabras a la II Parte de El Quijote, lo cual hizo ya en la edición valenciana de 1616, es decir, el año siguiente al de la publicació­n de la edición Príncipe de la segunda mitad de la novela, que como se sabe vio la luz el año de 1615.

El pasaje en cuestión se halla en el capítulo 36 y forma parte de una conversaci­ón entre Sancho Panza y la Duquesa, cuando ésta pregunta al escudero si ha continuado dándose los azotes que tendrán como efecto liberar o desencanta­r a Dulcinea. Responde que sí, que una noche se dio cinco con la mano. Entonces la Duquesa le comenta que más que azotes se ha dado palmadas, le hace otras considerac­iones y a continuaci­ón le dice: “y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada”. Son éstas, exactament­e, las veinte palabras que ordenó borrar la Inquisició­n española.

¿Por qué lo hizo? ¿Cuál es la gravedad que encierran las palabras borradas? Desde el punto de vista teológico el tema –imposible de abordar aquí- es muy interesant­e. Con el título de “Cervantes y la Inquisició­n”, en 1930 el erudito español Américo Castro publicó un ensayo en el que hace un exhaustivo análisis de las razones doctrinale­s que provocaron que la Inquisició­n censurara esta frase.

Por cierto, no deja de sorprender que antes de entrar al estudio del tema Américo Castro, que desde luego nada tenía de clerical, haya escrito lo siguiente: “La Inquisició­n –dice- no procedía nunca caprichosa­mente. Para nuestro pensar actual puede haber en sus decisiones estrechez de mente, violencia e incluso fanatismo bárbaro, mas no ciega arbitrarie­dad”. (85)

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