Vanguardia

LA DECANA DE LAS LIDERESAS

- JESÚS PEÑA

Para estar ad hoc con el ambiente político.

Me estaba yo acordando de la lideresa por antonomasi­a, doña María Herrera.

Una mujer, que al margen de sus defectos y errores, me parece un personaje interesant­e de escudriñar, de analizar.

Al menos yo no sabía que esta señora, la mamá de las pollitas, tuvo 25 hijos, nomás, además de ser la fundadora de medio Saltillo a fuerza de posesionar­se de tierras que no eran de ella, que parecían huérfanas, pero que no lo eran.

Una mujer que pendejeaba a los gobernante­s en sus oficinas y era temida por sus detractore­s en barrios y colonias.

Valiente, brava, era doña María Herrera, que peleaba su territorio a punta de pedradas y mentadas.

La vieja escuela de las lideresas de hoy, las de la nueva ola, que se hacen llamar gestoras sociales, nomás pa darle caché, pero son lo mismo.

Cuando alguien me contó de la ruptura del PRI con la lideresa decana de las lideresas, me extrañó, no lo creí.

No podía ser que alguien tan influyente en la política desde las bases, de las calles,

desde las colonias, donde está la perrada, de repente la botaran. Y la botaron. Después supe que, incluso, los políticos de otras facciones iban a verla a su casa de la coloni El Mirador, para pedirle consejo.

Entonces fui yo también para que contara cómo se convirtió María Herrera en la madre de todas las lideresas,

La encontré hecha una anciana, enferma, pero andando y hablando.

Me dijo que lo del liderazgo le venía de familia, de su padre campesino, que no se dejaba de nadie. El líder nace, no se hace. María había migrado de una ranchería muy cerca de Saltillo y llegado a un barrio miserable donde no había casas, agua, luz, ni cloacas.

Y así empezó, organizand­o a los paracaidis­tas para conseguir que les regulariza­ran “sus predios”.

Andaba descalza y mal vestida.

Al rato se metió a defender otras causas, en otras colonias, hasta que fue María, la lideresa.

Que cuántas casas, propiedade­s había acumulado en su larga carrera de dirigente, le pregunté, que una, me dijo, en la que ahora vive, en la que siempre ha vivido.

Qué de qué se había mantenido todos estos años, que del salario de su esposo proletario, me respondió. No le creí. Pero esa es María, la lideresa, algún defecto tenía que tener, ¿no?

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