Vanguardia

Un cuento campesino

- ‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD

Este cuento de ingenuidad traviesa lo oí en el Potrero de Ábrego. Su origen está en un fragmento de la Biblia -Génesis, capítulo 2, versículos 19 y 20- que a la letra dice: “... Formó, pues, Jehová Dios de la Tierra toda bestia del campo y toda ave de los cielos, y trájolas a Adán, para que viese cómo les había de llamar: y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ése es su nombre... Y puso Adán nombres a toda bestia y ave de los cielos y a todo animal del campo...”… Lo que he transcrito pertenece al texto de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, la más hermosa versión de la Biblia en lengua castellana, escrita en el español del Siglo de Oro, así como la más bella traducción inglesa es la que encargó el rey Jaime, la King James Version.

He aquí, entonces, que Adán procedió a poner nombres a los animales conforme el mandato del Creador. De todos los confines del mar, del cielo y de la tierra acudieron las criaturas, obedientes. Llegaron las más grandes bestias, y llegaron también los insectos más pequeños.

Adán les pidió que formaran una fila para imponerles nombre. Comenzó por bautizar a los animales de la tierra.

-Tú te llamarás “elefante”. Tú, “tigre”. Tú serás llamado “burro”.

Siguió luego con las criaturas del mar:

-Tú eres “ballena”. Tu nombre es “tiburón”. Tú te llamarás “pulpo”. En eso interrumpi­ó el burro: -Perdona, Adán- se disculpó, confuso-. Olvidé cómo dijiste que me voy a llamar. -Burro -le repitió el hombre. Adán convocó luego a los reptiles. -Tú te llamarás “tortuga”. Tú “serpiente”. Otra vez llegó el burro. -Discúlpame otra vez, Adán. ¿Me harías favor de repetirme mi nombre? Se me volvió de nuevo. -Burro -le recordó él. Seguidamen­te nuestro primer padre procedió a poner nombre a las aves.

-Tú te llamarás “águila”. Tú, “cisne”. Tu nombre será “colibrí”. De nueva cuenta llegó el burro: -Qué pena, Adán. Otra vez olvidé el nombre que me diste. -Burro -le repitió Adán ya un poco impaciente. Siguieron luego los insectos: -Tú te llamarás “araña”. Tú “libélula”. Tú serás llamada “pulga”. Y nuevamente el burro, con expresión de bobo: -Adán: se me olvidó otra vez cómo me llamo. ¿Podrías repetirme mi nombre? Adán no pudo contenerse ya, y le gritó irritado: -¡Burro, pendejo! -Gracias -dijo entonces el asno, agradecido-. Así con apellido ya no se me va a olvidar.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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