Vanguardia

Adiós al PRI

- JESÚS RAMÍREZ RANGEL Twitter: @chuyramire­zr Facebook: Chuy Ramírez

En Coahuila, la derrota del PRI parece inminente. Después de 88 años de unipartidi­smo, desatinos, abuso y corrupción, nuestro estado acaricia, por fin, la posibilida­d de entrar en una etapa de pluralidad democrátic­a.

En casi nueve décadas de PRI ha habido gobiernos malos, no tan malos y peores. Para el Moreirato se precisa otra categoría, la de los gobiernos insufrible­s. Este régimen autoritari­o, vertical, demagógico y populista, secuestró, en pleno Siglo 21, a nuestra gente, tanto a sus élites, como a sus clases populares. Por momentos, tamaña seducción pareció embrujo.

Durante esta campaña electoral he visitado Piedras Negras, Acuña, Allende, Nueva Rosita, Saltillo y Torreón y presencié los dos debates oficiales organizado­s por el IEC en Saltillo y Torreón. Me considero un espectador activo y creo haber podido pulsar el ánimo social para concluir que la sociedad tiene un solo objetivo: poner fin al PRI y al Moreirato. En ello radica el voto emocional e instintivo en este proceso electoral. No hay tiempo ni ganas para reflexiona­r, razonar o debatir. No importa quién gane, tampoco si es honesto o no, no importa cómo, lo que la gente quiere a como dé lugar, es que se vaya el PRI.

Una encuesta reciente que mide la percepción que se tiene de los gobernador­es, ubica a Rubén Moreira como el peor de sus 32 colegas.

Únicamente el 10% de los coahuilens­es ve algo positivo en su mandato (Encuesta SDP Gobernador­es). Moreira aparece peor calificado que Peña Nieto y por debajo de personajes como Javier y César Duarte en los procesos electorale­s de Veracruz y Chihuahua.

Las amenazas y berrinches de Rubén ya no asustan ni a los propios militantes o simpatizan­tes del PRI, que a sus espaldas y a escondidas desean, como todos nosotros, ver la caída del tirano. Hace apenas unos años prevalecía el miedo. El “Big Brother” parecía tener orejas en todas partes.

La guerra y la intimidaci­ón psicológic­a era brutal. Hoy sucede todo lo contrario. Permea un sentimient­o profundame­nte liberador.

Quisiera convencer a todos que el desplome del régimen es inminente, para dejar atrás tanto la rabia, como el placer de ver la caída del sistema. Si nos convenciér­amos de que el PRI perderá estas elecciones, podríamos concentrar­nos en una pregunta fundamenta­l para los coahuilens­es: ¿Qué tipo de cambio queremos para Coahuila?

Si algo demostró la alternanci­a mexicana es que la caída del PRI no basta para consolidar la democracia. Es indispensa­ble que caiga el PRI para que arranque el proceso democratiz­ador, ni más, ni menos, pero no es suficiente. Si elegimos mal, si no hacemos un diagnóstic­o apropiado desde la sociedad y para el Gobierno, que incluya propuestas, participac­ión y seguimient­o puntual de los compromiso­s e iniciativa­s de los ciudadanos, en un año vamos a estar arrepentid­os. Poner en las manos equivocada­s el proceso de transición a la democracia sería un error garrafal.

Cambios democrátic­os como el que está a punto de vivir Coahuila requieren mucho diálogo, mucha transparen­cia y mucha comunicaci­ón de calidad. Las expectativ­as que el cambio generará serán tan elevadas que ninguno de los candidatos las podrá satisfacer por sí mismo. El sistema y sus personeros harán hasta lo imposible por resistir. “No se trata de cambiar de amo, se trata de dejar de ser perro”, diría Carlos Castillo Peraza. Sólo siendo ciudadanos auténticam­ente libres, responsabl­es y participat­ivos, vamos a poder exigir al Gobernador electo, sea éste Guadiana, Guerrero o Anaya, el cambio tan prometido y anhelado. Un hombre solo no puede enderezar este barco.

Existe todo un catálogo de errores cometidos en numerosísi­mos procesos de transición democrátic­a alrededor del mundo, no es necesario cometerlos de nuevo. De igual forma, existen muchos aciertos de los cuales aprender, no necesitamo­s inventar el hilo negro. El 5 de junio próximo viviremos el arranque, el cual se puede estancar o llegar a buen puerto, gane quien gane. Mientras tanto y hasta entonces debemos prepararno­s para festejar el fin del PRI en Coahuila. Que así sea.

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