La gestión de desastres
La semana pasada asistí a la inauguración del Seminario Internacional de Prevención de Desastres. Fue organizado por la Universidad Autónoma de Coahuila a través de la Coordinación General de Extensión Universitaria; instituciones de la ONU, y el Cuerpo de Bomberos del Ecuador.
En su intervención, el maestro Ernesto Duque, presidente de Unired, nos compartió que en el presente ya no sólo se trata de prevenir accidentes, sino de gestionar la reducción de los riesgos provocados por los desastres naturales. También dejó en claro que el mundo actual no sólo enfrenta las consecuencias de los fenómenos naturales, ya que existen actualmente otro tipo de desastres generados por la mano del hombre, como las fallas en la industria, los incendios forestales; los derrames de productos tóxicos o químicos en ríos, lagunas o en los mares.
Entre otros fenómenos producto de la intervención del hombre, tenemos los grandes pozos que se han presentado en las últimas dos décadas en la Comarca Lagunera. Como es sabido, La Laguna lleva este nombre porque los ríos que desembocan –más bien desembocaban, ya que ahora sus aguas se almacenan en las presas que se construyeron río arriba– en esa región: el Nazas y el Aguanaval. El primero llegaba a la laguna de Mayrán y el segundo a la laguna de Viesca. Por cientos de años estos ríos que no van a dar al mar alimentaron las mencionadas lagunas y mucha de su agua que no se evaporó o utilizó se filtró en grandes cavidades en el subsuelo lagunero. Así se formaron los diferentes acuíferos de La Laguna.
La extracción del vital líquido en grandes cantidades del subsuelo, desde la época en que se desarrolló masivamente la actividad agropecuaria, allá por los años 50 –en promedio se extraen unos mil millones de metros cúbicos de agua al año para las actividades principalmente agropecuarias–, lógicamente ha ido agotando los mantos acuíferos y, en consecuencia, debe haber grandes cavernas que con el tiempo se están colapsando. Las muestras de ello son las grandes cavidades que han aparecido en varias de las colonias del área conurbada que integran las ciudades de Torreón, Coahuila; Gómez Palacio y Lerdo, Durango. Recordemos el famoso caso de la señora que vivía muy cerca del margen del río Nazas y en una madrugada se la tragó la tierra con todo y cama junto con una parte de su vivienda.
Estos desastres en cierta medida son naturales, pero con cierta intervención del hombre, y por lo tanto debiera haber políticas de gestión para reducir al máximo los riesgos que estos generan, porque seguramente áreas de esas ciudades están en clara situación de riesgo. Como sucede también en las ciudades de la Cuenca Carbonífera, que una parte de esos asentamientos humanos tienen debajo los túneles de las minas de carbón.
Las explosiones en la planta Takata en Monclova (4 de marzo de 2009) o el camión cargado con material explosivo enfrente de Celemania, Coahuila, (9 de septiembre de 2007), del municipio de Nadadores, hace unos años, son muestras de los diferentes desastres que podemos enfrentar si no contamos con mejores procedimientos de gestión de reducción de riesgos de diferente tipo.
Por los tornados que se han presentado en la frontera de Coahuila con el estado de Texas podemos también aventurarnos a decir que esos fenómenos climáticos ya no respetan nuestra frontera, que tampoco respetarán el muro en caso de que lo construya Trump. El 25 de mayo de 2015 sólo seis segundos bastaron para que un tornado devastara varias colonias del municipio de Acuña, Coahuila, dejando a su paso un total de 14 muertos y cerca de 300 personas heridas. Los habitantes del ejido Finistierre, ubicado en el municipio Francisco I. Madero, en La Laguna de Coahuila, captaron cómo un remolino de viento en plena formación descendía desde el cielo, el 11 de marzo de 2016, y ya antes habitantes de otras comunidades vecinas habían reportado pequeños tornados sobre establos y sembradíos.
Sin duda los diferentes fenómenos, naturales o no, se acrecientan en este Siglo 21. Byung-chul Han, filósofo coreanoalemán, dice que cada época histórica lleva aparejadas sus pandemias y que la actual es neuronal. Por otra parte, Darian Leader, psicoanalista británico, en su libro “Estrictamente Bipolar”, sostiene que ahora hemos entrado en la era de la bipolaridad, y se calcula que 25 por ciento de los estadounidenses padece alguna forma de bipolaridad.