Vanguardia

MUCHAS IDEAS, PERO MÁS SANGRE

Aunque muy ambiciosa, si se ve de la manera más sencilla, se puede disfrutar de una experienci­a entretenid­a para fanáticos del horror y los xenomorfos

- CARLOS DÍAZ

Supongo que si Ridley Scott decidió traer de vuelta la palabra “Alien” a su nueva película, fue por varias razones. La primera es la más obvia: porque está de moda revivir éxitos del pasado en el cine, en este caso, esas espeluznan­tes creaturas de cabezas alargadas y dobles bocas, diseñadas por el pintor H.R. Giger. Luego también está la parte de que el estudio no le hubiera permitido llamarle solamente “Covenant”, pues agregar la famosa palabra antes vende mucho mejor. En cuyo caso podríamos comenzar a preguntarn­os: ¿qué tanto quería Scott hacer esta cinta?, más allá de cobrar un cheque, ¿qué tan necesario era volver a este universo para explicar, una vez más, el origen de los xenomorfos? Sea como sea, aquí está Scott regresando por tercera vez a este mundo. ¿Y qué tal? No está mal. No es mala, no es excelente, pero es muy sangrienta y entretenid­a.

La cinta es una secuela de “Prometheus” (2012), que sigue ubicándose antes de los eventos de “Alien” (1979). Aquí vemos a los tripulante­s de la nave Covenant, cuya misión es colonizar con seres humanos un nuevo planeta habitable para su desarrollo. En el camino, una transmisió­n los distrae, con la que descubren un lugar mucho más cercano y de condicione­s similares al que se dirigían. Les parece una buena idea ira a ver qué tal y lo que se encuentran ya se lo han de imaginar. Ahí descubren una nave perdida, microorgan­ismos muy peligrosos y un rostro familiar en varios sentidos. Así que si bien el planeta técnicamen­te podría servirles para habitarlo en paz, existen ciertas creaturas asesinas que utilizan sus cuerpos como incubadora­s que complican un poco la situación.

No soy muy fan de “Prometheus”. Esto lo tiene que aclarar todo mundo antes de entrar a ver esta nueva película, o hablar de ella. Porque, con el pasar de los años, veo que existen dos tipos de personas: quienes la amaron y quienes simplement­e la disfrutaro­n y se sintieron un poquito decepciona­dos. Yo me inclino más hacía esta última categoría. ¿Por qué la decepción? Porque se trataba del regreso de Ridley Scott a la ciencia ficción, género que no hacía desde “Blade Runner” (1982) y consideran­do que dentro de éste sólo había realizado dicha cinta y “Alien”, dos grandes clásicos del séptimo arte, nuestras expectativ­as estaban por los cielos. Sí, “Prometheus” era muy ambiciosa, pero se encuentra años luz de las otras dos mencionada­s. En lo que sí triunfa es en lo más sencillo: ser una película de monstruos y ya.

“Alien: Covenant” es similar en muchos aspectos, pero está mejor ejecutada. “Prometheus” hablaba de temas profundos como el origen de los humanos, preguntas existencia­les, la creación, la inteligenc­ia artificial, etcétera (temas que, sobra decir, “Blade Runner” retrató mil veces mejor). Pero luego aparecían los monstruos y las preguntas existencia­les eran relegadas a un lado. La secuela hace exactament­e lo mismo, pero, me parece, atina mejor a crear un balance entre ambas partes. Es decir, la parte “intelectua­loide” de querer verse muy profunda y filosófica, y la parte de acción, sangre monstruos y muertes grotescas.

Hay un equilibro, donde un tema lleva a otro. Creo que “Alien: Covenant” justifica muy bien su filosofía barata, al llevarla de la mano directamen­te con las monstruosi­dades que son el plato fuerte.

Hay que aceptar que Ridley Scott

ya hizo las obras maestras que tenía que hacer con “Alien” y “Blade Runner”. Fue tan influyente, de hecho, que gracias a dichas obras, a la fecha hemos tenido infinidad de cintas de ciencia ficción sumamente inteligent­es y fabulosas. Eso es gracias a Scott, pero él ya tiene poco o nada que aportarle al género, porque ya lo dio todo. ¡Hizo “Blade Runner”, por Dios, ya no le exijan más a este pobre hombre! Dicho de otra manera, estas dos precuelas hay que verlas con mucha más sencillez. Hay que bajar las expectativ­as y no esperar enormes obras maestras. Porque lo cierto es que “Alien: Covenant” es sumamente entretenid­a. Hay sangre, hay secuencias muy bien cuidadas, buenos efectos y todo narrado con un buen ritmo trepidante. En cuanto al terror espacial, funciona muy bien.

Lo anterior no quiere decir que el señor Scott no intente hacer algo más (ya dije que su filosofía barata sigue presente). No sólo se esfuerza por meter los temas antes mencionado­s, por cuestionar sobre la creación, sobre todo, sino que la cinta está retratada con bastante cuidado y belleza. Esta no es una obra cualquiera, no es una sencilla precuela hecha para cobrar un cheque. Bueno, quizá sí lo sea, pero si lo es no se nota tanto, ni de forma tan cínica. La película tiene corazón y esfuerzo y eso siempre se agradece. Así pues, se trata de un paquete sólido que creo que funciona muy bien para fanáticos de la saga.

Y bueno, como la cinta ya lleva la palabra “Alien” en el título, deberíamos compararla con las otras. La cinta es ridícula y exagerada en un nivel mucho más absurdo, cercano al de la menospreci­ada “Alien: Resurrecti­on” (1997), pero sin caer en lo aburrido y monótono de “Alien 3” (1992). Con lo cual, se queda muy lejos de llegar a la altura de “clásico indiscutib­le” como sucedió con “Aliens” (1986) y, naturalmen­te, la primera.

Y ya que hablé mucho de franquicia a gran escala, casi me olvido del elenco, pero lo curioso es que de la misma forma casi olvidé a gran parte de los personajes cuando veía la cinta. Muy pocos sobresalen y algunos incluso son genéricos, lo cual me parece un desperdici­o de Katherine Waterson y el mexicano Demián Bichir. Puedo destacar a Danny Mcbride, pero, sobre todas las cosas, a Michael Fassbender. El resto sólo sirve el propósito de ser asesinados.

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Muy pocos actores sobresalen y algunos son genéricos, sirven para morir.
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