Vanguardia

Cuando a Chuchita la bolsearon… los del Ficrea

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Basta con que el maestro estime por una vez plausible el alegato del alumno que dice que un perro se comió su tarea, para que entonces todos los demás estudiante­s recurran a esa y otras excusas inverosími­les para justificar su displicenc­ia. Tener un perro maligno, real o imaginario, en el que crea el profe, sin duda vale oro.

Ahora supongamos que el malévolo mastín es, como dijera Polo Polo, “grandote, peludo y cabrón”. Pero supongamos además que el dogo tiene un nombre serio, institucio­nal, digamos Ficrea: –¿A ver, Nachito! ¿Dónde está tu reporte de lectura? ¡Se los encargué hace un mes! –Sí lo hice, profe, pero se lo comió el Ficrea.

Supongo que a estas alturas de la columna ya sabe muy bien para dónde vamos. Sólo, para los que tienen residencia en otro planeta, vamos a otorgarles como cortesía un par de parrafitos de contexto (soy solidario únicamente porque yo me paso la mitad del tiempo en Omicron Persei 8 y también se me pelan datos relevantes).

Ficrea era una sociedad financiera popular (“sofipos” les llaman, no se ría que ésta hizo llorar a muchos). Hablamos de una institució­n de ahorro que da altos rendimient­os a sus clientes y que, para mayor tranquilid­ad de ellos, está regulada por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. ¡Hombre, pos qué dicha!

Muchos le entraron al Ficrea, pero un día la CNBV dijo “¡Engarróten­seme ahí!”. Y es que detectó un tremendo moreirazo (perdón, ¿todavía no lo acepta la RAE?). Vale: un desfalco de algunos miles de milloncejo­s, por lo que decidió congelar todas las operacione­s y así se jodió (no exagero) la vida de miles de ahorradore­s a quienes nuestro sistema bancario les aseguró antes que era muy seguro invertir.

Entre las víctimas de Ficrea hubo mucha gente inocente y por supuesto, mucho truhán también y son esos los que nos ocupan.

Fíjese, entre los despelucad­os de Ficrea estaba ni más ni menos que el órgano máximo de justicia en el Estado, nuestro Tribunal Superior de Justicia, al que le aligeraron la carga con 120 millones del águila. “¡Ah… te la bañastes, Ficrea!” En medio de ese escándalo dejó el cargo como presidente del Tribunal don Gregorio Pérez Mata, quien no enfrentó ningún cargo porque… después de todo… él es una víctima, ¿qué no? Una víctima del diabólico Ficrea, ¿no?

Aunque el dinero del Tribunal estaba invertido con la mejor intención de que generara algunos réditos que segurament­e iban a ser una sorpresa de Navidad para los coahuilens­es (un detallazo de fin de año), “resúltases­e” ser que ningún dinero público puede ser metido a inversión, es un pinche delito mayúsculo, es casi, casi lo mismo que ir a apostarlo a Las Vegas y don Goyo Pérez lo debe saber mejor que nadie (que se haga soberaname­nte menso es otra cosa).

Entendamos que darle al dinero público cualquier uso diferente al que está destinado –así sea para dar de comer a ancianitas pobres– constituye un desvío de recursos y debe ser penado con cárcel, máxime si el dinero lo sacaron de la oficina para “hacerlo crecer” y en lugar de eso se los hicieron pendejos.

A estas alturas ya no sé si Ficrea realmente se chinga a víctimas como éstas o simplement­e les sirve de excusa para, entre los dos, ordeñar las institucio­nes. Afortunada­mente (para ellos) en Coahuila no se castiga a nadie y menos si son ellos mismos los encargados de impartir la justicia.

Ahora, ¿ya sabe usted quien salió también con que a Chuchita la bolseó el Ficrea? ¿Sabe usted quién dice ahora, tres años después, que Ficrea le comió la tarea, el almuerzo, la mochila y el uniforme?

¡Exacto! El cada vez más decadente Poder Ejecutivo de Coahuila, que según su titular, el peor gobernador de la historia y su patiño de cuarta, Lito Ramos, Ficrea les perdió algo así como 150 millones de pesos (que ya son nada comparados con lo que se ha “perdido” durante este régimen, pero muy útiles resultan en tiempo de elecciones).

Igualmente, como en el caso del Triubunal Superior de “Justicia”, nada tendría que estar haciendo el dinero público en las cuentas de inversioni­stas de Ficrea, pero… La pequeña diferencia es que en este nuevo caso, ni siquiera el ladrón confeso, es decir Ficrea, reconoce haberles recibido jamás un solo peso.

Si Ficrea ya admitió todos los demás adeudos, no tendría lógica el negar éste, por lo que se infiere que si no lo reconoce, es porque en efecto jamás recibió dinero de estos pájaros de cuenta que nuevamente nos están escamotean­do el erario, o mejor dicho, quieren lamer lo que queda en el fondo de las arcas.

En resumen, son tan chuecos que se quieren valer de la reputación de un ratero reconocido como Ficrea, pero incluso éste los mandó a la goma y se desmarcó de ellos diciendo: “a estos ni los conozco”.

Este latrocinio amerita una nueva clasificac­ión, si ya se robaron lo del futuro mediante la megadeuda, ahora pretenden robar justificán­dose en la comisión de un robo previo. Siento verdadera pena por quienes, por su trabajo o lazos de familia, tienen que mirarlos a la cara o sentarse a comer con ellos y tragarse con hipocresía todo lo que de ellos piensan.

Por eso les urge tanto reelegirse a través de su dinastía política y, precisamen­te, para financiar este propósito fue que debió perpetrars­e este nuevo desfalco.

petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo

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