Sábado Internacional
capital. Venía infectado con una incurable enfermedad de transmisión auditiva. En la hoy CDMX, Chuy escuchó algo para lo que no tenía referentes: The Beatles, la puerta hacia un vasto universo musical de electrizantes armonías y poderosos de guitarra.
Chuy tuvo que saltar todavía el obstáculo de un padre reticente quien, como empresario, dudaba en contaminar con la peligrosa música juvenil la programación de su difusora. Por suerte, incluso para quienes aún no habíamos nacido, don Efraín López Cázares confió en la visión de su hijo y desde entonces KS puso a prueba los castos oídos saltillenses.
Sábado Internacional llegó a mi vida con la oleada rockeril de los 80, a mis 12 años, cuando buscaba alimento auditivo para el rebelde adolescente en ciernes.
Fue una gran etapa para el programa y la que mejor recuerdan los amigos de mi edad: En aquellos años la desvelada duraba hasta bien entrada la madrugada, cuando Chuy realizaba el sorteo para que algún afortunado se llevara un paquete cortesía de Disco-centro, la mejor tienda musical de Saltillo, cuya sola contemplación de aparadores pagaba la vuelta hasta el centro de la ciudad.
Chuy López es algo más que la voz y programación de fin de semana de una aletargada ciudad, es responsable de ensanchar los horizontes de miles de jóvenes antes de la televisión por cable, antes del Internet. Si esto no es hacer cultura, si esto no es acercarnos el mundo, cumpliendo así de manera ejemplar la misión del comunicador, entonces no sé qué cosa es.
Pero como ya dije, el Rock se anquilosó y los Sábados Internacionales parecían ser ya sólo el capricho de su locutor-productor y una necedad de nosotros los nostálgicos.
Sin embargo, igual que la música a la que está consagrado, el programa superó la cuesta de la mediana edad y gracias a ese tesón hoy, convertida en emisión para conocedores, arriba a sus años dorados.
Las facultades de Chuy López como titular del Sábado Internacional en su segmento estelar Después de las Once, están óptimas, igual que el reposado talento de las buenas bandas que siguen en activo. Pero Chuy no está anclado en el pasado. En su programa alterna temas clásicos con las propuestas contemporáneas, sin faltar, claro, su puntual comentario editorial.
A las cuatro de la mañana, sea horario de invierno o de verano, suena “Nights in White Satin” de The Moody Blues, y Chuy con su también satinada voz, despide y agradece a un menguado auditorio de unos pocos supervivientes, que deja con la promesa de un nuevo Sábado Internacional la próxima semana.
Esta conexión con mi infancia y con la formación de mi identidad, se ha convertido en un ritual tan sagrado que, hoy en día y gracias a Internet, he podido llevarme a cualquier rincón del mundo, fuera de Saltillo, en donde me pesque el sábado.
Hace unos años Chuy recompensó mi fidelidad como radioescucha: Sin que hubiésemos hablado en mucho, realmente mucho tiempo, de repente y de la nada, a eso de las 2:30 a.m., “dedicada a mi amigo Enrique Abasolo”, ¡“Something”, de George Harrison!, en la interpretación del cuarteto que inició esta revolución. Por ese recordatorio de mi persona, por ese gesto tan peculiar y grato entre dos almas trasnochadas, sigo en deuda. ¡Gracias, Chuy!
Uno no inicia una transmisión radial pensando en que va a estar detrás de ese micrófono durante los siguientes 50 años. Pero esto, lejos de ser un accidente, fue resultado de hacer las cosas de manera genuina, de amar lo que uno hace, de poner el corazón. Vamos a festejar y agradecer a Chuy López por los primeros 50 años de Sábado Internacional, con una transmisión especial desde el Centro de Estudios Musicales (Calle Purcell, en la Alameda Zaragoza). Allí, a partir de las 12 del día les espera el micrófono abierto para que nos cuenten cómo tocó sus vidas esta emisión radiofónica que hoy es patrimonio intangible pero audible.¡rock envasado de origen!
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