Lo perdimos
“Lo perdimos”. Así se expresó un lector. Se refería a Jaime H.
Rodríguez Calderón para decir que ya perdimos cualquier pizca de esperanza de que fuera un verdadero agente de cambio. No es que él no quiera serlo. Simplemente no sabe cómo y si supiera, tendría que poder y, por lo visto, eso también le está negado. No se reúnen en él, al mismo tiempo, los indispensables “querer, saber y poder”.
Para el millón de nuevoleoneses que votamos por él, inclusive lo empujamos con desenfrenado optimismo, la frase “lo perdimos” se emite con total resignación. De nada sirvió confiar en él. La única defensa que tenemos es que él se perdió solito antes de que nosotros hiciéramos eco de la frase lapidaria. Tuvo la gran oportunidad y la desperdició.
“El Bronco” tuvo meses para organizar su Gobierno. Luego, han transcurrido más de 20 largos meses para posicionarse como un gobernador extraordinario. Existen millones de mexicanos que están desesperados, buscando alguien que saque al País de la espiral en que ha caído. Desgraciadamente, él no es la persona. Ya lo demostró una y otra vez. Lo perdimos porque él se perdió solito.
Si hubiera hecho A,B, C, y D, estaría amarrado para una candidatura independiente y la Presidencia. En vez de eso hizo W,X, Y y Z. Algo muy distante de lo que debió hacer para demostrar competencia y capacidad de gobernar. Ahora ya es muy tarde. Lo perdimos y nada ni nadie lo va a resucitar.
El problema que tiene, y que nos da la razón para declararlo perdido, es que no se da cuenta de la situación en que se encuentra. Él cree que todavía posee capital político. Quizá se deja llevar por un grupo cada vez más cerrado de incondicionales que lo rodean y le nublan la razón. No solamente va hacia un estrepitoso fracaso en esta nueva lid preelectoral, sino que además constituye un vaticinio funesto de lo que nos espera en Nuevo León cuando desista o regrese derrotado.
En política hay pecados veniales y mortales. Algunos son ocultables, como el de las cobijas; pero hay pecados mortales que no requieren prueba. Producen sus efectos ipso facto. Por ejemplo, atacar la libertad de expresión que sólo lo perjudica a él. Dirigirse a periodistas con malas palabras es otra falla. Si se excusa en que sigue el ejemplo de Trump, no quiere decir que no esté mal hecho.
Tener estos lances no es digno de personas que tienen tanto poder formal. Cuando “El Bronco” se pone al tú por tú con un reportero, es como escupir al cielo. En cambio, el reportero obtiene su ansiada nota de primera que le sube sus bonos.
Perdimos al “Bronco” porque ya demostró que no sabe el ABC de la civilidad política. Esta es una falla inhabilitante para un gobernador y una descalificación automática para un supuesto aspirante a candidato presidencial.
Ya entrado en gastos, don Jaime va a seguir martillando, buscando apoyos entre “miles de empresarios” que simplemente ya no querrán tocarlo ni con un palo de tres metros.
Don Jaime entra a la categoría de alta tensión, una energía letal. Es el beso o el abrazo de la muerte montado a caballo.
Es cierto que hay muchos mexicanos atrasados de noticias dispuestos a oírlo hablar sobre el “chip” que tiró y el nuevo que se implantó. A los que contará la historia de la promesa a su hijo fallecido para ablandar corazones y buscar que lo quieran aunque sea por lástima.
Querer es un requisito y de que quiere, quiere. Saber y poder es otra cosa. Sépase que nunca nadie ha tirado tanto capital político tan a lo tonto como Jaime Rodríguez Calderón. Pasarán décadas para que el fenómeno se repita. Del cielo, de la nube, al pantano del descrédito en tan sólo 20 meses.
En todo caso, “El Bronco” compite con Fox y López Obrador, con lo cual se confirma que la ignorancia es una falla irreparable. Ni el mejor equipo de colaboradores del mundo los levanta.