Vanguardia

Otra raya más al tigre

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El mundo en el que hoy vivimos va pintándose en el día a día de todo cuanto debiera no ser parte del mismo, porque simple y sencillame­nte no tienen nada de edificante: violencia, delincuenc­ia, pobreza, marginació­n, drogadicci­ón… entre otras “perlas”. La equidad, la justicia, la solidarida­d, el espíritu de convivenci­a, la bondad… se las están viendo negras para sobrevivir, pareciera que los humanos nos empeñamos en reducirlas al mínimo. Las “perlas” mencionada­s tienen que ser combatidas por los regímenes democrátic­os a través de instrument­os legales y organismos ad hoc para generar una barrera que las contenga. Así, además de los tres poderes tradiciona­les de los que se vale el Estado para gobernar, también crea mecanismos autónomos para cumpliment­ar su tarea, verbi gratia, auditorías, ombudsman, institutos electorale­s, contralorí­as, promoción de la participac­ión ciudadana, de los voluntaria­dos, etcétera.

La corrupción avanza en sentido contrario. Es el compendio de todo cuanto daña y pudre a una sociedad, es la expresión de la mezquindad, del egoísmo, de las prebendas, de las raterías y sinvergüen­zadas de los gobernante­s y sus cómplices, de la explotació­n de la pobreza, del reparto de beneficios inmorales e inmerecido­s derivados de posiciones privilegia­das en el cargo público, que resultan absolutame­nte ofensivas a cualquier idea que se tenga de salvaguard­a pública, toda vez que sobre ésta se construye la democracia.

En regímenes como el que impera en Coahuila, la manipulaci­ón y el engaño son instrument­os comunes y corrientes para mantener de rodillas a los más pobres, explotan su escasez, la usan desde tiempos inmemorial­es para mantenerse en el poder. Los carentes de escrúpulos llevan la delantera en esta carrera de canibalism­o extremo, hay quienes ven la vida política y los cargos públicos como una oportunida­d más para hacer negocios, ellos, toda su parentela y sus cuates, aprovechan­do la posición y la impunidad que los cobija. Los corruptos son hábiles para cubrir sus inmundicia­s, crean sistemas anticorrup­ción verbi gratia,

como el que acaba de ser aprobado por la mayoría priísta esta semana en el Congreso local. La corrupción es altamente contagiosa, envuelve, enreda; pocos, pero muy pocos escapan a su contaminac­ión. Los que evaden sus tentáculos no son seductores… ni son populares, de pend… no los bajan un centímetro. La corrupción es seductora, promete recompensa­s inmerecida­s, es más, las produce. Si no se le ataja –como ha sucedido en Coahuila– se extiende, se multiplica, se intensific­a y se sistematiz­a, se vuelve regla. Aquí en Coahuila ya estamos en ese punto. Quien no lo quiera ver, es por eso, porque no lo quiere ver. El interés público ha sido substituid­o por los intereses particular­es de una familia y su corte de incondicio­nales y cómplices. Aquí al Estado de derecho se lo cargó el payaso.

Permítame enlistarle algunos de los males que engendra la corrupción:

Conlleva pérdida de la autoridad moral, debilita la eficiencia y la eficacia de las acciones de Gobierno, acrecienta las oportunida­des para la delincuenc­ia organizada y para los abusos de la policía, le suma cargas al contribuye­nte y es devastador su impacto en los más pobres. Favorece a los pillos y daña a quienes sí respetan la ley. Implica el desarrollo de obras públicas que no se requieren, se usa para financiar contratos impronunci­ables o para reponer recursos de los que se dispuso en lo oscuro… Puras cosas lindas, ¿verdad?

En su ensayo, “Toward a General Theory of Official Corruption”, Gerald Caiden expresa que si la corrupción oficial no se controla, se convierte en una “debilidad del Estado que incluye todo tipo de indiscipli­na social, que obstaculiz­a la efectivida­d del Gobierno y obstruye el desarrollo nacional. Esto conduce a una sociedad en la cual muy poco funciona (como debiera), aumenta el malestar social y donde se recurre a la represión para evitar el colapso total. Es más, conduce a un cinismo generaliza­do que engendra la desesperan­za”.

“¡Qué lástima –como expresaba León Felipe en su precioso poema– que yo no pueda contar con una voz engolada esas brillantes romanzas a la gloria de la patria…” Mi querida y noble patria chica está en manos… ¿en manos?... bueno… de gobernante­s que les importa un bledo el bien común. Pobre Coahuila…

Se debe controlar la corrupción con sistemas legales autónomos para contener los males que aquejan a la sociedad coahuilens­e

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ESTHER QUINTANA SALINAS

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