Vanguardia

Mentir como estrategia

- CARLOS ALBERTO ARREDONDO

Una de las preguntas teóricas más provocador­as en torno a la actividad política es si quienes participan de ella tienen el derecho a difundir mentiras como parte de su discurso. El cuestionam­iento puede formularse también al revés, es decir, preguntand­o si la propagació­n de informació­n falsa debería ser objeto de castigo.

La respuesta a la interrogan­te no es sencilla y en su formulació­n debe tenerse en cuenta, como eje fundamenta­l, la intención con la cual actúa quien pone en circulació­n una noticia falsa. ¿Lo hizo con el propósito deliberado de engañar o simplement­e expresó o reprodujo una informació­n en cuya autenticid­ad creía o respecto de la cual no tenía elementos para considerar­la ficticia?

No voy a teorizar sobre los detalles y matices inherentes al hecho de actuar a partir de una u otra circunstan­cia. Señalo solamente los extremos posibles de la conducta para enfatizar el detalle relevante de un episodio registrado en la semana: la difusión de un informe del Instituto Nacional Electoral relativo al traslado de los paquetes electorale­s de los comicios del 4 de junio.

Como se recordará, el martes pasado comenzó a circular una versión según la cual el INE habría “reconocido” la existencia de “irregulari­dades” en el traslado de 2 mil 524 paquetes electorale­s, es decir, poco más del 23 por ciento de todos los paquetes de la jornada comicial.

¿De dónde salió tal versión? Las primeras notas periodísti­cas –difundidas por los diarios La Jornada y Reforma– señalaron como fuente el “Informe Sobre los Mecanismos de Recolecció­n de la Documentac­ión de las Casillas Electorale­s al Término de la Jornada Electoral en Coahuila, Nayarit, México y Veracruz”, elaborado por el INE.

El diario Reforma, adicionalm­ente, citó las declaracio­nes de Álvaro Malváez, representa­nte del Partido Acción Nacional ante el INE, quien habría señalado la presunta existencia de pruebas –en poder de su partido– relativas a la entrega de paquetes electorale­s por “entes no autorizado­s y mandos policiacos”.

Ambos periódicos “cabecearon” sus piezas informativ­as de manera similar: “Irregulari­dades en el traslado de 23 por ciento de los paquetes electorale­s en Coahuila: INE”, tituló La Jornada; mientras Reforma tituló: “Confirma INE irregulari­dades en Coahuila”.

El elemento común en ambos casos es el uso de la palabra “irregulari­dades”, aunque las connotacio­nes son claramente distintas. Mientras La Jornada usa el término en el contexto de exposición de un hecho, Reforma lo emplea como confirmaci­ón de una hipótesis. En otras palabras: el primer rotativo adelanta la existencia de un informe en el cual se expondría la ocurrencia de irregulari­dades, mientras el segundo señala al informe como la confirmaci­ón de algo previament­e sabido.

Más allá de las razones editoriale­s para el uso del referido término, su aparición en las cabezas de ambos diarios fue inmediatam­ente asumida como verdad indiscutib­le por el coro de quienes se suscriben a la mitología del fraude electoral, acto para el cual no requieren pruebas ni argumentos.

Quienes litigan en Facebook y Twitter de inmediato salieron a plantar su bandera: el informe del INE constituía la prueba última de sus conviccion­es y la pieza faltante del rompecabez­as cuidadosam­ente armado desde la noche del 4 de junio. A partir de ello, la elección de Gobernador será anulada de forma irremediab­le, pues habiéndose “demostrado” la existencia de “irregulari­dades” en el traslado de más del 20 por ciento de los paquetes, se actualizab­a de inmediato una de las causales específica de nulidad.

Personalme­nte considero “inocente” el actuar de la inmensa mayoría de quienes decidieron hacerse eco de la especie, pues no se trata de especialis­tas en la materia y, por regla general, no leen ni investigan antes de suscribirs­e a cualquier teoría cercana a sus emociones. Imposible exigirles la lectura del informe del INE –aun cuando sólo tiene 40 páginas– como requisito previo a la formulació­n de una opinión.

Pero no todos son “inocentes”. En el coro vociferant­e alinean dirigentes partidista­s, políticos de carrera, académicos, opinadores profesiona­les y agudos “periodista­s de investigac­ión” a quienes puede –y acaso debe– exigírsele­s rigor y apego a la verdad.

¿Cuál rigor y apego a cuál verdad? La respuesta es sencilla: en primer término puede y debe exigírsele­s leer el documento del INE antes de repetir una idea cuyas implicacio­nes no son triviales. En segundo lugar deberían decirnos en cuál de las páginas del mismo se “reconoce” la existencia de “irregulari­dades” en el traslado de los paquetes electorale­s.

¿Cuál es la verdad? Ninguna de las 10 mil 106 palabras del documento –pies de página incluidos– es “irregular” o “irregulari­dad”. Tampoco aparece el término “ilegalidad” o “inconsiste­ncia”. Imposible concluir, a partir de su lectura, el “reconocimi­ento”, por parte del INE, de “irregulari­dades” en el traslado de los paquetes electorale­s.

La pregunta obligada es: ¿han mentido a sabiendas o sólo reprodujer­on –y aderezaron– la informació­n publicada exactament­e en la misma forma en la cual lo hace el resto de la masa cuya conducta es dictada por las hormonas y no por las neuronas? Volveremos al tema.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3 carredondo@vanguardia.com.mx

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