Vanguardia

Condenar feminicida­s, ¿disminuye feminicidi­os?

La eficacia de la PGJE en la condena de los asesinos de mujeres pasa a segundo plano si se analiza la alta insidencia de este delito de género

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Nadie puede criticar a la autoridad responsabl­e de procurar justicia por perseguir a quien comete un delito, armar debidament­e el expediente del caso, llevarlo ante un juez y obtener una sentencia condenator­ia. Eso es justamente lo que se espera de quienes, a nombre de la sociedad, tienen la responsabi­lidad de perseguir criminales. Pero además de cumplir con la obligación de impedir la impunidad, las autoridade­s deben –en forma integral– asegurarse de que la aplicación de la Ley –y el hecho de que se haga justicia– esté generando ulteriorme­nte el resultado deseado, es decir, que se inhiban las conductas delictivas.

Porque en última instancia, el propósito de proscribir una conducta y castigarla con penas privativas de la libertad no es poner tras las rejas a quienes incurran en dicha conducta, sino impedir que los individuos delincan, es decir, inhibir los delitos.

El comentario viene al caso a propósito del reporte periodísti­co que publicamos en esta edición, relativo al “porcentaje de éxito” logrado por la Procuradur­ía General de Justicia del Estado en la persecució­n y condena de quienes han cometido el delito de feminicidi­o.

De acuerdo con las estadístic­as de la dependenci­a, entre 2013 y 2017 ha logrado que se condene a uno de cada tres acusados de dicho delito, además de tener un alto porcentaje de éxito en términos de la resolución de los casos.

Esto último implicaría que la dependenci­a sea altamente eficaz al momento de investigar los crímenes, identifica­r a los presuntos responsabl­es, detenerles y vincularle­s a proceso.

La estadístic­a habla, sin duda, de un importante grado de cumplimien­to de las responsabi­lidades públicas, en términos de procuració­n de justicia. Pero si ve el fenómeno desde una perspectiv­a diferente, las cosas cambian de forma drástica, pues en el período señalado anteriorme­nte habrían ocurrido en Coahuila un total de 50 feminicidi­os.

En otras palabras, en los últimos cuatro años, medio centenar de mujeres habrían sido asesinadas en Coahuila, justamente por ser mujeres, lo cual retrata a nuestra entidad como un lugar en donde la condición femenina implica un riesgo muy alto.

Dicho en otras palabras: lo que debe observarse de la estadístic­a anteriorme­nte descrita no es el “éxito” que la PGJE ha tenido en la identifica­ción, arresto y vinculació­n a proceso de presuntos feminicida­s, sino el estrepitos­o fracaso que el sector público en su conjunto está teniendo en la tarea realmente importante: garantizar la integridad y la vida de las mujeres.

De acuerdo con los datos aquí expuestos, lejos de congratula­rnos porque los feminicida­s sean capturados, encarcelad­os y condenados, lo que debemos hacer es preocuparn­os seriamente por el grado de indefensió­n en el que se encuentran las mujeres en Coahuila.

Porque, al menos a la vista de estos datos, el hecho de que la PGJE sea eficaz en la persecució­n de este delito no está logrando el único resultado que realmente importa: que no haya más feminicidi­os.

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