Un día para la poesía
Para describir este atardecer: este baño de oro sobre un plácido mar. Destaca la aspereza de las rocas que sobresalen de la superficie. Placidez y fortaleza en una sola estampa. O aquel otro paisaje, donde domina un verde ceniciento y, en el fondo, una casa hecha con troncos. Un rayo de luz cruza el pórtico y se estaciona en las paredes donde luce una pequeña imagen religiosa.
La palabra nos brinda la maravillosa oportunidad de describir con la mayor exactitud la imagen que tenemos ante nuestra mirada; y aún más, esa otra posibilidad de recrear los pensamientos y pintar de imágenes las sensaciones.
De su uso, uno de los más bellos es el de la poesía. En los poemas se hace la magia de llevar de la mano al lector por la infinita gama de posibilidades del sentir y del reflexionar. La poesía nos coloca de frente con descripciones que despiertan emociones y nos ayuda a comprender, incluso, de mejor manera el mundo que nos rodea.
En la poesía todo es posible: la explotación de la belleza, la denuncia, la declaración amorosa, los inevitables cuestionamientos de la existencia, la exaltación de las bondades de la naturaleza; las tres heridas de Miguel Hernández: la del amor, la de la vida, la de la muerte.
En muchos casos, la materia prima de la poesía, la palabra, ha de ser en este caso de exactitud y concisión fabulosas, para conducir al lector a un mundo de imágenes y sentimientos. Decía un periodista que, en el lenguaje utilizado en su oficio, la fluidez era absolutamente indispensable. Se refería a que un texto debía ser aceptado por el lector sin que este tuviera que detenerse: como el agua que fluye en un río superando los obstáculos a su paso, de manera suave y sin tropiezos.
Pero, asimismo, la poesía, como la literatura y como la pintura, abre también otros caminos. Si bien en el periodismo la exactitud en la expresión ha de ser norma, en el caso de la poesía, la sugerencia, la oblicuidad, la indefinición tiene un atractivo encantador.
Así, podemos repetir una y otra vez las mismas palabras, las mismas expresiones de un mismo poema, y experimentar distintas sensaciones y emociones. La palabra en su más hermosa explosión de posibilidades.
De la misma manera en que ahora escuchamos que hay un Día de la Música, recién celebrado por Francia, sería fantástico que acá se organizaran festejos para honrar a la palabra en la poesía. Quizá, ahora, con las nuevas administraciones estatal y municipal, podría organizarse algo, en nuestras ciudades, en ese sentido.
Honramos a nuestros poetas al honrar con ellos a la palabra que han hecho suya y han logrado hacerla nuestra. IVÁN MÁRQUEZ
Egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila, Iván es originario de Sabinas, Coahuila. Ahí, atendía una tienda de abarrotes propiedad de sus padres. Escuchaba en este lugar música mexicana que se le fue metiendo en el pensamiento y el corazón. Recientemente, Iván, con el Gobierno de Coahuila, recibió de la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York un homenaje por su trabajo en la difusión cultural coahuilense y el fortalecimiento de la identidad nacional. Su interés por salvaguardar el patrimonio cultural intangible de nuestra tierra ha estado presente en cada una de sus tareas al frente de las distintas instituciones en las que ha colaborado.
Quedan ya, como un testimonio de ello, el libro “Rescatando Pastorelas”, con el prestigioso trabajo del maestro Miguel Sabido; la Matlachinada estatal, que ha reunido a decenas de bailarines en una gran conmemoración; y una puesta en escena que ha atraído la atención por su originalidad y el rescate que se propone en ella de las tradiciones del estado: “La Pastorela de Coahuila”, dirigida por Leticia Rodarte y con la actuación de numerosos y valiosos cuadros de jóvenes.
Proyectos audaces que han favorecido, para el estado, a un mejor conocimiento con las raíces culturales que lo conforman.
Enhorabuena por esta merecidísima distinción.