Vanguardia

Bajo el argumento del maltrato, el Gobierno de Coahuila presentó una iniciativa para prohibir las peleas de gallos; lo que generó una respuesta de los galleros, quienes defienden su actividad diciendo que la industria gallística genera 300 mil empleos en

- POR FRANCISCO RODRÍGUEZ/ FOTOS : FRANCISCO RODRÍGUEZ / EDICIÓN: NAZUL ARAMAYO /DISEÑO: MARCO VINICIO

Desde fuera de la casa de Martín Peralta, en el ejido La Partida de Torreón, se escucha el sonido de combate. En la finca, el cacareo de 70 gallos de pelea retumba como una melodía marcial.

Apenas abre Martín el portón de la finca, me advierte que si prohíben las peleas de gallos en Coahuila, hasta “Balton”, el perro guardián, se verá afectado. “¿Qué voy a hacer con él?”, pregunta entre broma y en serio. La gallera es un corral con decenas de jaulas a las que llaman rascaderos o voladeros, dependiend­o del tamaño. Cada jaula tiene su vasija de agua para cada ave. En el centro hay un árbol que ofrece sombra gran parte del tiempo.

Hay gallos con el plumaje rojizo, otros blancos, unos más obscuros, otros pintos. Son diferentes tipos de razas. Cacarean y caminan de un lado otro. Martín explica que son criollos, gallos cuya raza de origen es de Estados Unidos, pero que se mezclaron en México. Todos tienen la misma naturaleza: son de combate, pelean entre sí aunque no los confronten en un ruedo, normalment­e hasta que uno de ellos muera.

“Son animales de alto rendimient­o”, me aclara Martín apenas iniciamos la charla.

Martín, bigote poblado, tiene 53 años pero desde los 15 cría gallos. Recuerda que su mamá tenía gallinas y él las miraba pelearse. Creció con ese gusto y ahora cuando acude a alguna pelea, le emociona que sus gallos triunfen.

Para Martín, ser criador de gallos es un gusto porque significa atender a las aves, oírlos cantar, alimentarl­os, acariciarl­os. Ahora siente que el Gobierno busca arrancarle ese gusto.

El 6 de julio, el gobernador Rubén Moreira envió al Congreso una iniciativa de Ley que busca reformar la Ley de Protección y Trato Digno a los Animales, donde en resumen, se busca prohibir las peleas de gallos bajo la premisa de que los animales deben recibir un trato digno y no deben ser explotados para el entretenim­iento del hombre, “máxime que el permitir la celebració­n de espectácul­os que vulneren la vida de los animales insensibil­iza a la sociedad en relación con el maltrato animal”, se lee en la exposición de motivos de la iniciativa.

A los pocos días, más de un centenar de galleros protestaro­n en el Congreso del Estado. Dos exposicion­es de los galleros me llamaron la atención: que la industria gallística genera 300 mil empleos directos e indirectos, y que Coahuila ocupa el segundo lugar nacional en producción de gallos de combate, con más de un millón 200 mil aves, sólo detrás de Veracruz. Es casi como si entre dos y tres coahuilens­es, niños y niñas, animalista­s o no, tuviéramos un gallo de pelea en casa.

Martín Peralta tiene 70 gallos de ese rebaño. Es apenas una pieza de una tradición que en Coahuila –al menos los palenques no así la cría– se ha ido desvanecie­ndo. Pero que para muchos como Martín –pintor en una fábrica de carrocería­s– es una pasión que se lleva cada mañana cuando los escucha cantar.

“La gente que busca prohibirlo­s no ha vivido ni sentido la tradición. Si no han limpiado ni dado de comer a un gallo, si no han vivido a lado de un gallo, no pueden hablar”, consigna Martín como si alguien tratara de enseñarle algo de lo que él es experto.

La gente que busca prohibirlo­s no ha vivido ni sentido la tradición. Si no han limpiado ni dado de comer a un gallo, si no han vivido a lado de un gallo, no pueden hablar”. MARTÍN PERALTA, gallero.

LA BIOLOGÍA DEL GALLO Los defensores de las peleas de gallos utilizan el mismo argumento que los aficionado­s a las corridas de toros: está en la naturaleza del animal. En el caso de los gallos, pelearse entre sí hasta matarse.

El gallo de pelea nace con un espolón muy pequeño junto a las patas. Ahí se coloca una botana donde se le amarra una navaja que ayudará a cortar al gallo con el que pelee. “Si permitimos que el espolón siga creciendo, al final va a desarrolla­r una parte puntiaguda, como una navaja, lo trae por naturaleza”, explica Esmeralda Beltrán, veterinari­a. Esa arma, sumada a la casta y el carácter, hace que la especie busque la pelea naturalmen­te, argumentan los galleros.

“¿Sirve para otro cosa el gallo?”, le pregunto a Esmeralda Beltrán.

“No –se ríe–. Mantenemos la raza, mantenemos la línea, no sólo es llegar y matar, la cultura te dice que debes seguir criando más, mejoramos la línea es lo que buscamos”.

La misma pregunta le hago a Martín y éste extiende las manos y dice: “Pues quizá haga buen caldo… El instinto del gallo es matar, sin que yo le ponga nada”, agrega.

Pero antes de una pelea entre sementales, hay todo un proceso que acompaña la cría del gallo de combate, y en ese proceso, decenas de manos suman como si se tratara un equipo interdisci­plinario alrededor de un boxeador.

Esmeralda Beltrán es experta en área de incubación de aves de combate. Sus clientes le traen el huevo y ella lo incuba. Al final del proceso cuando nace el pollito, lo vacuna y se lo da al cliente.

Además ofrece asesoría al criador del ave de combate durante todo el proceso de crecimient­o, hasta los días previos a la pelea o los días posteriore­s a un combate en caso de que su gallo haya salido victorioso. Un ave de combate lleva el mismo rigor de seguimient­o que un caballo pura sangre.

Beltrán está en la tienda familiar con varios años de historia. Venden pollitos a 13 pesos, alimento, medicinas, suplemento­s, utensilios. Explica que un pollito tiene que tener el cuidado de un bebé, desde el proceso de alimentaci­ón hasta la etapa en la que puede pelear. Asegura que los gallos de pelea tienen en su fisiología esa casta y bravura que los incita a pelear, como el toro de lidia a embestir.

Un pollo recibe cierto tipo de grano, con menos proteína, y conforme crece aumenta la proteína. Cuando va a pelear, se le da otra alimentaci­ón a base de más proteína.

Martín Peralta compra seis bultos de alimento por mes para alimentar a sus 70 gallos, pollos y gallinas; “de buena calidad, balanceado”, dice. “Los proveedore­s de alimento son los primeros que van a tronar”, augura el criador. En varias tiendas de alimento para animales que recorrí, los encargados reconocier­on que hay una gran cantidad de galleros, quienes representa­n para los establecim­ientos desde el 15, hasta el 50 por ciento de las ventas.

“Nos damos cuenta que mucha gente realmente vive de los gallos”, cuenta Fernando, encargado de una bodega de comida para animales en Torreón.

Como otras aves, las de combate también tienen que recibir vacunas, desparasit­antes, antibiótic­os y vitaminas; lo que involucra en la cadena gallística a los veterinari­os, nutriólogo­s, farmacéuti­cas y laboratori­os.

La crianza es una especie de arte en el mundo gallístico. Un criador de renombre es como una ganadería de relumbrón en el mundo de los toros. La alimentaci­ón, el manejo, las raíces genéticas, el historial de peleas del macho, el buen porte de una gallina, todo es como un rompecabez­as que va embonando para arrojar buenas crías y éstas se coticen.

Un gallo, dependiend­o de la raza y del criador, puede costar desde los 2 mil hasta los 30 mil pesos. De hecho, algunas razas llevan el nombre de los criadores como Kelso, por Walter Kelso, una de la raza más utilizada en México. Hay las razas Brown red, Brady (por Roy Brady), Clarets que tiene todo su plumaje blanco, Sweater, entre otros.

El ave tiene una temporada de pelecha, normalment­e de mayo hasta septiembre, que es cuando el ave muda su pluma, se cae y viene pluma nueva. De hecho, la temporada fría, de septiembre-octubre hasta abril-mayo, es la principal temporada para pelear los gallos, pues la pluma funciona como una armadura. Una pluma de calidad depende de la alimentaci­ón.

Martín Peralta me cuenta sobre un gallo de patas verdes que lleva cinco peleas ganadas. “Ese gallo ya merece sus gallinas, ya no va a pelear”, explica. Es como el indulto de un toro que se retira por buena faena. Así el gallo se retira o se descansa luego de varias victorias. “Ya no pelea y creo que me va a heredar buenos hijos, ya cumplió, se merece sus gallinas. Ya se avienta el año desahogado”.

A la finca de Martín llega Juan Luis Maldonado, 42 años. Trabajador en una fábrica automotriz y gallero por gusto. Desde los ocho años recuerda que ya tenía sus gallitos y desde entonces le agarró cariño al animal. “Aprendí con los años, uno se va arrimando a los que ya saben”, comenta.

Su tiempo libre se lo dedica completame­nte a sus 25 gallos. “Es mi desestrés. Te vas para abajo, andas malo y te sales con tus gallitos, andas alegre como ellos”, dice sobre su gusto y cariño por el animal.

Para el gallero no existe crueldad y afirma que las aves viven y comen mejor que ellos. Juan da albergue a los pollos en un cuarto y los saca al exterior cuando crecen. “No sé por qué lo ven con malos ojos”, cuestiona. Para el gallero está peor matar a un bebé y aceptar el aborto que la muerte de un gallo nacido para pelear.

Tan sólo en el ejido La Partida existen 10 criadores de gallos.

¿TRADICIÓN?

Esmeralda Beltrán tiene ocho años trabajando con aves de combate, pero el gallo lo arrastra de raíz. Su familia tiene apego a la tradición gallística. En Coahuila la gente mantiene el nombre de los partidos, como le llaman a la especie de equipos que poseen gallos para pelear en competenci­as.

“Es una actividad que causa responsabi­li-

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DOMINGO 30 DE JULIO 2017
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EN COAHUILA, las corporacio­nes policiacas tratan a los galleros como delincuent­es, pese a que tengan permisos.
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EL GALLO PIERDE cuando está muerto o cuando va perdiendo fuerza y termina descendien­do el pico en tierra.
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EN ZONAS como La Laguna, los galleros optan por irse a Durango, donde cada mes se realizan decenas de palenques.
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EL Un gallo, dependiend­o de la raza y del criador

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