Vanguardia

¿Qué están esperando?

- @frarivasco­l

Por más que las autoridade­s insistan y traten de contarnos otra historia, la violencia alcanzó límites inaceptabl­es; aunque lo relativice­n, México vive un momento equivalent­e al que fue considerad­o el punto más álgido de mortalidad relacionad­a a incidencia delictiva. Desde finales de 2016, el Observator­io Nacional Ciudadano (ONC) advirtió que el comportami­ento de los homicidios dolosos seguía al alza, fenómeno que comenzó desde abril de 2015.

La autoridad federal buscó minimizar los datos, nos llamó “estruendos­os”, trató de mostrar números favorables de disminució­n de homicidios (datos no públicos para ese entonces) e insistió en que las acciones propuestas por el Ejecutivo Federal ya estaban teniendo efecto.

Sin embargo, la realidad una vez más confirmó lo que los datos ya apuntaban: La violencia pronto llegaría a máximos históricos ante la incapacida­d de las institucio­nes de seguridad y justicia. Primero en mayo y luego en junio de 2017, superamos el número de casos de homicidio del peor mes de la historia de México que fue mayo de 2011.

Si bien la tasa de homicidio doloso continúa siendo ligerament­e inferior a dicho mes, un balance previo de julio hace pensar que pronto se romperá esa barrera y que en 2017 se superará la tasa de homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes de 2011, que llegó a 19.75.

En este contexto, tampoco se vislumbran medidas nacionales o locales que hagan pensar en una pronta mejora de las condicione­s de seguridad. Las autoridade­s buscan excusas y responsabi­lizan al catálogo de delitos del Sistema de Justicia Penal Adversaria­l (SJPA) que no prevé prisión preventiva oficiosa automática para quien porta un arma de fuego, y a la lucha entre los grupos de delincuenc­ia organizada por el control de territorio­s.

Lo cierto es que tanto el primero como el segundo argumento sólo son evidencia de las fallas del Estado, son una admisión implícita que no han logrado hacer funcionar los instrument­os que tienen a disposició­n y que las políticas de descabezam­iento de los grupos delictivos, los denominado­s “objetivos prioritari­os”, y la regionaliz­ación o la focalizaci­ón de combate al delito en 50 municipios no han dado resultados.

Si el SJPA no es funcional para las autoridade­s, se debe a las fallas en la preparació­n de los operadores. Si hay confrontac­iones entre grupos de delincuent­es por las “plazas”, es porque el Estado es incapaz de tener el control del territorio, y las detencione­s de los mandos criminales de poco sirven si no se atienden de fondo los temas que hacen que un cártel o una banda de criminales sean tan poderosos.

¿Qué están esperando las autoridade­s para trazar una ruta que subsane las deficienci­as que una y otra vez escuchamos como los factores que detonan la violencia? ¿Qué se necesita para aplicar sanciones y/o renovar liderazgos de quien incumple o no da resultados?

¡Basta de buscar culpas externas a las institucio­nes! El homicidio y otras formas de violencia se encuentran en máximos históricos porque seguimos con una corrupción imperante que se manifiesta de las siguientes maneras:

- Tolerancia a la incompeten­cia, a la simulación, a la fraudulenc­ia y a la corruptela.

- Un débil combate a la estructura financiera de los delincuent­es, a pesar de que se sabe que esos recursos son los que compran voluntades, armas y justicia.

- Políticas superficia­les, que quizá lucen para los fines electorale­s y que en el mejor de los casos obtendrán reduccione­s momentánea­s de los fenómenos delictivos, sin atacar las causas profundas de los problemas que generan y mantienen viva esta descomposi­ción social. - Autogobier­no en el sistema penitencia­rio. ¿Qué esperan nuestros representa­ntes sociales y funcionari­os para cumplir con su deber? ¿Esperan que en el 2018 alcancemos los niveles de violencia de algunos países centroamer­icanos o de Venezuela?

Ya no son posibles las actividade­s y discursos cosméticos, el llamado a la correspons­abilidad, el deslinde o las justificac­iones. Es hora de que las autoridade­s hagan el trabajo que eligieron, el trabajo para el que les pagamos, y que combatan de fondo las causas que nos tienen en la mayor crisis de violencia de la historia de México, que saben exactament­e cuáles son.

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FRANCISCO RIVAS

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