Un monumento para Saltillo
En 1991, al cumplirse 400 años de la llegada de las familias tlaxcaltecas a la villa de Santiago del Saltillo, durante el Gobierno de Eliseo Mendoza Berrueto se develó, el día en que se celebraba el arribo, 13 de septiembre, el conjunto escultórico que recuerda ese hecho histórico.
Obra de Erasmo Fuentes, se transformó la idea original que derivó de un concurso: una carreta conducida por varios personajes en lo que simbólicamente representaría la llegada de los tlaxcaltecas y la fusión de las dos poblaciones. Al final, quedó esta teatral pieza escultórica compuesta por la figura de un indio tlaxcalteca, un conquistador, un fraile y la reducida figura de una niña, que pareciera idealizar el mestizaje de ambas culturas.
Para el aniversario 440 de nuestra ciudad, se eligió otorgar a los acreedores a la Presea Saltillo una réplica de este conjunto escultórico de muy buena factura. La idea resulta afortunada, pues es, hasta ahora, la única referencia en un monumento público a la fundación de San Esteban de la Nueva Tlaxcala. Ello mueve a reflexionar acerca de que sería una buena idea diseñar y realizar una escultura de gran dignidad y belleza que recuerde el nacimiento de la antigua Villa de Santiago del Saltillo.
En la entrada al municipio de Ramos Arizpe, es posible encontrar la figura del Chantre, obra escultórica que custodiaba el Edificio Coahuila, junto con la de Juan Antonio de la Fuente.
Para dar bienvenida a Saltillo, se encuentran apostadas varias figuras por los tres puntos de acceso: las figuras del “Indio” y del “Español”, de César Ledezma, en su entrada por la carretera 57. En la línea divisoria con Ramos Arizpe se trasladó la majestuosa figura de Venustiano Carranza a caballo, que parece cabalgar hacia la histórica Hacienda de Guadalupe, y en la carretera que conduce a Torreón, luce la también bien trabajada de Francisco I. Madero representado en su arribo triunfal a la Ciudad de México. Las dos últimas obras de Cuauhtémoc Zamudio.
Hoy, la ciudad vive el proceso para volverla más amigable y ecológicamente más consciente. La Alameda luce majestuosa, con los surtidores de agua que le dotan de un gran encanto, y asimismo, las flores puestas en su centro ofrecen una bella nota de color. Lo mismo es de observarse en el paso a desnivel que conecta la calle de Allende con el bulevar Venustiano Carranza.
La escultura que en su conjunto recuerde el nacimiento de Saltillo pudiera simbólicamente levantarse en la parte sur de la ciudad, en los terrenos de la llamada Plaza México, coloquialmente conocida como El Mirador. Aumentaría el interés turístico del punto, ya de por sí interesante por su propia historia, y además también por el maravilloso paisaje que desde ahí se domina del valle de Saltillo.
Pensar en ello desde ahora, proyectarlo para el próximo aniversario de Saltillo, registraría el hito que dio a sus habitantes vida y presencia.
CIUDAD DEPORTIVA
Pasar por la Ciudad Deportiva deja un profundo sentimiento de tristeza. La suciedad que impera en ella y el estado en que se encuentra principalmente el piso es lamentable. Una vez remodelada, acuden a ella saltillenses de todos los puntos de nuestra capital. Arriban emocionados para jugar en los resbaladeros; para abordar el trenecito; para subir por la tirolesa; para saltar en los brincolines, en las canchas o en la pista de auto-bicis.
Pero no existe aquí la cultura de limpieza y no hay vigilancia para mantenerla en condiciones al menos decorosas. Allá debe llegar también el proceso que se ve en otras partes de Saltillo: ese movimiento por volverla amigable y ecológicamente responsable. Es una pena pensar que estamos en una ciudad capital y que otras poblaciones, como es el caso de Monclova, con sus Parques Xochipilli han hecho maravillas, de los cuales se sienten justamente orgullosos los monclovenses.
Se hace indispensable una mayor vigilancia, una más estricta revisión y supervisión de las condiciones en que se encuentra la Ciudad Deportiva, pues no parece justo ni por supuesto deseable que el entretenimiento deba hacerse entre desechos de basura por todas partes. Habla mucho de una ciudad la manera en que nos comportemos en sus espacios públicos. Y en éste, por desgracia, impera grandemente la cultura del abandono y la suciedad.