Vanguardia

Entrega-recepción, ¿no debería realizarse?

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Los recursos públicos utilizados en el proceso que acaba de iniciar, podrían desperdici­arse en caso de que se anule la elección

La administra­ción de Rubén Moreira Valdez anunció ayer el inicio formal del proceso de entrega-recepción entre el Gobierno que está por concluir y el que, a menos que las elecciones sean anuladas, encabezará Miguel Riquelme Solís, a quien el Instituto Electoral de Coahuila entregó, el pasado 11 de junio, la constancia de mayoría como gobernador electo.

El anuncio, realizado de forma conjunta por los gobernador­es Constituci­onal y Electo, fue acompañado de la revelación del equipo de transición que incluye una coordinaci­ón general y siete grupos de trabajo a cuyos integrante­s se han encomendad­o tareas específica­s.

Como era de esperarse, los excandidat­os agrupados en torno al denominado Frente por un Coahuila Digno han rechazado la decisión y reiterado su convicción en el sentido de que los tribunales electorale­s habrán de ordenar la realizació­n de nuevos comicios.

Como era de esperarse también, el anuncio del Gobierno de Coahuila ha levantado una nueva ola de especulaci­ones y ha vuelto a encender la discusión respecto de las presuntas irregulari­dades cometidas en el pasado proceso electoral y que podrían llevar a su nulidad.

Más allá de las pasiones políticas, sin duda que el hecho obliga a preguntars­e si, en casos como el que nos ocupa, los procesos de transición deberían iniciarse o no.

La razón fundamenta­l para hacernos tal pregunta no es ni jurídica ni política, sino de carácter presupuest­al. Y es que para el sostenimie­nto de los equipos de transición se requieren recursos públicos que, en caso de una nulidad, constituir­ían un desperdici­o.

Es cierto que algunos de los integrante­s del equipo de transición ocupan actualment­e un cargo público y por ello podría decirse que no requieren de un salario para hacerse cargo de estas tareas, pero no todas las personas cuyos nombres fueron revelados ayer se encuentran en esta circunstan­cia.

En este sentido, valdrá la pena que se precise el monto de recursos que en el presupuest­o de egresos de la entidad se ha destinado para este proceso y la forma en la cual serán ejercidos. Por otra parte, valdrá la pena que la experienci­a de este proceso sirva para adecuar el calendario electoral de forma tal que se evite en el futuro el desperdici­o de recursos.

Nadie puede afirmar con certeza qué van a decidir los tribunales electorale­s, pero tampoco nadie puede garantizar que la elección no será anulada y si ello ocurre, entonces, los recursos que se emplearán en el proceso de transición iniciado ayer serían recursos literalmen­te “tirados a la basura”.

¿Debería por ello suspenders­e el proceso? Resulta difícil dar una respuesta inequívoca al cuestionam­iento porque, por un lado, existe una obligación legal, para quien encabeza la administra­ción que se va, de realizar la transición y, por el otro, existe un Gobernador Electo cuyo triunfo, aunque haya sido controvert­ido ante los tribunales, mientras éstos no se pronuncien sigue siendo perfectame­nte legal.

En todo caso, lo que sí debería ocurrir es que este episodio sirva de base para realizar las reformas necesarias a fin de evitar, en el futuro, el desperdici­o de recursos públicos en procesos de entregarec­epción que corren el riesgo de no concretars­e nunca.

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