Vanguardia

La sociedad líquida

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¿Cómo entender el origen de la crisis de valores que estamos viviendo y tomar conciencia de que es posible construir varios escenarios de convivenci­a más humanos? Sin duda hay que entender qué sociedad tenemos en este primer cuarto del Siglo 21. La rapidez con la que se suceden los cambios en este Siglo, según Zygmunt Bauman, impiden la estabilida­d social, económica y cultural. De ello se desprende que la incertidum­bre es la principal caracterís­tica en estos tiempos de sociedad líquida. Una sociedad inestable, líquida, se manifiesta a través de un estado de indefinici­ones. Según Bauman, las personas renuncian con facilidad a la realizació­n de una experienci­a auténtica de libertad y se conforman con el estado actual que guardan los asuntos de interés general y los personales.

La sociedad líquida no considera importante la reflexión sobre lo que es verdadero ni lo que es bueno, sólo le da valor relativo a lo que es útil. Por lo tanto, para Bauman las relaciones se tornan volátiles y carentes de solidarida­d. Ahora lo verdadero es porque lo dice Google, o bien ya lo dijo tal o cual comunicado­r. O porque apareció en las redes sociales, y muchos lo replicaron. La velocidad con que llega tanta informació­n tampoco da tiempo a los usuarios de las redes para reflexiona­r si lo que compartes es bueno o qué consecuenc­ias puede acarrear.

Vivimos una desidentif­icación del hombre con lo humano, es decir, deconstruy­e al ser humano y a la sociedad. Hoy muchas personas se preocupan mucho más por lo que le suceda a un perrito que a un ser humano. Y por otra parte, como sostiene Bauman en sus libros, de manera consciente o inconscien­te se propugna la desconfian­za, la actitud desengañad­a y la distancia escéptica frente al racionalis­mo. Por lo general, el sujeto en la posmoderni­dad ha renunciado a encaminar su vida en grandes proyectos, en lugar de eso prefiere no ser molestado, pasarla bien, estar a gusto consigo mismo, su visión narcisista lo hace dirigir su atención al presente y al goce de los incentivos de la sociedad consumista.

En consecuenc­ia estamos construyen­do una comunidad en la que las personas tienen cada vez menos participac­ión de lo que pasa en su entorno social, económico y político. Bauman reflexiona que la apariencia, el simulacro y los contenidos chatarra construyen la idea de que el consumismo lleva a la felicidad, a costa de una mayor despersona­lización. Pero en nuestros días la situación es muy diferente, en un mundo globalizad­o el espacio se contrae y la velocidad muta hacia la instantane­idad.

También apunta que en esta sociedad líquida, el Estado fue cediendo poco a poco las acciones que dan unidad y legitimida­d a la formación de la ciudadanía, a las fuerzas desregulad­as de la economía de mercado. Todo se lo dejamos al mercado. De manera tal que la situación social actual carece de la estructura fija de antaño, basada en el hogar. Para Bauman lo líquido representa el conjunto de acciones sociales que carecen de perdurabil­idad. Se trata de un contexto social inestable, en oposición a la época en que se construyó un sistema social sólido, fuerte, organizado al amparo de la creación de un Estado-nación.

Para Bauman la sociedad líquida se configura como una sociedad de consumo, presentist­a, utilitaris­ta, llena de incertidum­bre y desconfian­za, débil en la construcci­ón del tejido de relaciones humanas, que deja en permanente suspenso el deseo de la felicidad. La lógica que lleva a su instauraci­ón directiva es el deseo de placer egoísta, el deseo individual de disfrutar y moldear la visión de la vida desde la condición de consumo. La sociedad de consumo modela elecciones que son fruto del modo de entenderse a sí mismo como ser humano individual, como un ser social desvincula­do de los otros, que cree que no le debe nada a los otros, ni a las institucio­nes sociales, ni al Estado-nación. No hay por qué esforzarse si se puede comprar la felicidad.

Los análisis sociológic­os de Bauman nos entregan como resultado un individuo determinad­o, vacío e individual­ista. Por lo que, la construcci­ón de la comunidad en el ámbito posmoderno es el principal reto que enfrentamo­s, que se traduce en lograr superar la desconfian­za, la apatía, el miedo y el rechazo, sin caer en el paternalis­mo o en el asistencia­lismo que minimizan la dignidad del ser humano, y, por otro lado, también se trata de evitar sistemas que fomentan el individual­ismo.

jshv0851@gmail.com

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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