Vanguardia

¿Está Venezuela en Guerra Civil?

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En “Civil War. A History in Ideas” (Knopf, 2017), David Armitage analiza el proceso de creación del concepto de guerra civil y las maneras como se ha utilizado para ordenar ciertos conflictos humanos. Estima que su expresión y sentido originario provienen de las disputas romanas entre Sila y Mario y entre César y Pompeyo. Da cuenta de cómo esas ideas determinar­on la comprensió­n y desarrollo de las luchas del Siglo 17 y las complejas variacione­s y acomodos conceptual­es al comenzar la era de las revolucion­es a finales del 18. Más allá de acontecimi­entos concretos, muestra la relevancia de la discusión terminológ­ica para el entendimie­nto y, sobre todo, significac­ión de las disputas entre dos o más grupos por el poder político de un Estado.

Desde la Guerra Fría son contados los conflictos militares entre Estados nacionales. Sin embargo, en el mismo periodo, los enfrentami­entos internos han crecido considerab­lemente. En algunos casos se ha hablado de revolucion­es y en otros, los menos, de guerras civiles. Cierta aura romántica lleva a darle más valor a las primeras y a restárselo a las segundas, como si unas llevaran al progreso y otras a la mera y descarnada asignación del poder.

El comandante Chávez no planteó en su momento, dicho por él, ni un golpe de Estado ni, mucho menos, la generación de las condicione­s de una guerra interna. Fue, según sus propias palabras, una revolución de corte bolivarian­o. En los días complejos que viven los venezolano­s, desde el poder estatal y desde sus grupos de apoyo, algunos piensan que las cotidianas acciones de dominación y uso de fuerza son sólo la continuaci­ón de esa revolución primigenia. Quienes no comparten esta visión, piensan que se está ante un golpe de Estado. Ello, por la manera como se han subvertido las reglas del juego democrátic­o constituci­onal y legalmente establecid­as por el propio régimen.

Por lo que pasa en Venezuela, debemos preguntarn­os si lo que ahí se está viviendo es una guerra civil. Es decir, la abierta lucha entre la población del mismo Estado para retener o hacerse del poder político. La pregunta no es retórica. De su contestaci­ón depende la actualizac­ión de mecanismos jurídicos regionales e internacio­nales definitori­os de las condicione­s de la población, de la asistencia humanitari­a, de los procesos de transición, de la resolución de la crisis y, en su momento, de la asignación de responsabi­lidades estatales e individual­es.

Desde las condiciona­ntes ideológica­s que el conflicto implica, habrá quien de inmediato sostenga que lo vivido en Venezuela no es una guerra civil por no haber combates armados entre fuerzas regulares. A ello habría que decir que la calificaci­ón del asunto no puede provenir de la escala militar de los enfrentami­entos. Al darse entre fuerzas paramilita­res y policiacas en contra de la ciudadanía, exigir la actualizac­ión de contiendas sostenidas implica esperar a que naciones extranjera­s armen a la población hasta hacerla milicia.

Las razones para que la comunidad internacio­nal defina ante qué tipo de conflicto se está en Venezuela, son constituti­vas del modo como ante él deberá actuarse. Llegar a decir que efectivame­nte es una guerra civil, permitiría la aplicación de leyes de guerra y el seguimient­o del conflicto, más allá de la voluntad de quienes hoy ejercen el poder. Frente al principio del derecho internacio­nal que obliga a los Estados a no interferir en los asuntos internos de otros países, es posible invocar la protección de los derechos humanos de la población. Con ello, a su vez, puede determinar­se qué acontece con la vida, la seguridad, la circulació­n, la expresión y otras condicione­s mínimas de existencia, no ya de la masa de personas etéreament­e englobadas como el pueblo venezolano, sino respecto de las personas concretas que habitan en ese territorio. Nominar jurídicame­nte lo que pasa en Venezuela no remediará de inmediato la situación de muchos venezolano­s, pero sí permitirá ordenar la actuación de las instancias que pueden contenerla y, en su momento, resolverla. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

JESÚS REYES HEROLES

>Salud no tuvo prioridad

ALBERTO BARRANCO

>¡Petróleo!

JESÚS ZAMBRANO GRIJALVA

> Cuatro ciénegas, un llamado urgente

Han florecido en mi jardín los alcatraces, flores nupciales de apariencia lúbrica.

Con ellos formaban su ramo las novias del pasado siglo. En los antiguos retratos de bodas aparecen los alcatraces con su mensaje a un tiempo de pureza y voluptuosi­dad.

Las flores tienen su propio lenguaje. Lo dijo García Lorca por boca de Doña Rosita la soltera. El alcatraz nos habla de goces presentido­s; de secretos deliquios; de íntimas intimidade­s entre un hombre y una mujer que nunca nadie sabrá aparte de ellos.

Con los alcatraces mi jardín se ha vuelto erótico. Deberán ahora brotar los pudorosos lirios y la mística pasionaria a fin de restablece­r la armonía floral.

Por lo pronto les pediré a los alcatraces que se recaten entre su follaje. Ellos me dirán que no tienen la culpa de mis pensamient­os ni de mis recuerdos. Y tendrán razón. Pero aun así les pediré que se escondan, pues yo no puedo esconder ni mis recuerdos ni mis pensamient­os.

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JOSÉ RAMÓN COSSÍO
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