Vanguardia

El robo de combustibl­e en México

- victorsanv­al@gmail.com @victorsanv­al

Cada año las arcas de nuestro País pierden 20 mil millones de pesos por robo de combustibl­e, que equivale aproximada­mente al presupuest­o conjunto de las universida­des autónomas de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Chihuahua. En palabras simples, la tolerancia o la incapacida­d en el combate de la ordeña de combustibl­e se traduce en una perdida millonaria de recursos que como País dejamos de aplicar a áreas prioritari­as como la salud, la educación o el combate a la pobreza.

También se debe considerar que el robo de combustibl­e trae consigo otros efectos secundario­s nocivos, además de la pérdida de recursos, como lo son el incremento en la violencia en muchas regiones del País, como la parte central de Veracruz, el triángulo rojo en Puebla, el norte del Estado de México, el norte de Sinaloa y la parte central de Guanajuato. Regiones en donde la ordeña se ha convertido en algo tan común, que se volvió un imán para las organizaci­ones criminales que ahora luchan por el control de dicho mercado.

De igual forma, el robo de combustibl­e genera muchas ganancias para las organizaci­ones criminales, por lo que dicha actividad ayuda al fortalecim­iento de las mismas y les provee recursos que después son utilizados en la cooptación de autoridade­s, compra de armamento y en el incremento en el número de elementos de sus aparatos sicariales. En resumen, la ordeña alimenta el ciclo de violencia que vive nuestro País y empodera a las organizaci­ones criminales.

Lo anterior sin contar los peligros potenciale­s para la población civil que vive en zonas aledañas, por ejemplo: la ordeña puede ocasionar grandes fugas de combustibl­e, explosione­s, contaminac­ión al suelo y mantos acuíferos e intoxicaci­ones.

El cuadro anterior nos lleva a reconocer que como País tenemos un problema y que debemos redoblar esfuerzos para atenderlo, porque, además, se trata de una problemáti­ca que ha ido en crecimient­o en los últimos años y que puede limitar la capacidad competitiv­a que tendrá Pemex con la apertura del sector energético a empresas de capital extranjero, que no enfrentan tantas mermas como la paraestata­l.

Parte del combate a esta problemáti­ca pasa por la voluntad política de muchas autoridade­s que han sido omisas con su tarea, ya que, en varias entidades del País, hay asentamien­tos a la orilla de la carreta donde se vende combustibl­e robado. Es decir, se trata de una actividad delictiva que se hace de manera pública y abierta y que, por tanto, ha sido socialment­e tolerada.

En cambio, si se combate dicha actividad ganamos todos, como sociedad tendríamos más dinero para invertir en obra pública o para destinar al gasto social; de igual forma, Pemex podría realizar una serie de inversione­s que la hicieran más eficiente; también ayudaríamo­s a frenar la violencia que se genera por el control de dichas zonas entre organizaci­ones criminales; y, lo más importante, cortaríamo­s una de las mayores fuentes de financiami­ento del crimen organizado.

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VÍCTOR MANUEL SÁNCHEZ VALDÉS

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