Adiós al jefe Hugh Hefner
Hay hombres que han modificado el eje de la tierra. Sin duda, el jefe
(19262017) ha sido uno de ellos. El fundador de la mítica revista la publicación mundial de las conejitas medio desnudas-medio vestidas, acaba de unirse a la eternidad a los 91 años de edad. Murió a buena edad, cuando debía de morirse y cuando aún estiraba al máximo su sexualidad varonil. Murió como vivió: rodeado por el glamour, los suyos (su familia), las conejitas, en su mansión, arropado en mantas de seda, con su bata siempre elegante e inmaculada y ese aire de galanura otoñal y soberbia que sólo se tiene cuando uno de verdad lo siente. El jefe Hugh Hefner no lo parecía, era un
Lo he platicado antes en este generoso espacio: avinagrada. Mi espléndida colección de revistas de la legendaria
luce en sus anaqueles en mi librero ya avinagrada. Apenas en años si no es que meses o días, enmoheció. Recuerdo cuando adolescente fui a un kiosco en el centro de la ciudad y luego de pasar una y otra vez, como león en jaula, decidí por fin acercarme con el vendedor y espetarle el siguiente discurso: “oiga señor, para una investigación en mi escuela me pidieron que comprara la revista…”.
El vendedor de revistas y periódicos sólo sonrió. No dejó que terminara mi retórica estudiantil y alcanzó la de la parte más alta del exhibidor y la depositó en mi mano. Justo cuando la iba a pagar, de atrás de dicho anaquel, como mago, sacó una nueva revista, una especie de “Edición especial”, regordeta y multicolor, también la depositó ante mis ojos abiertos como platos y espetó: “ésta está mejor para tu trabajo. Trae bellezas de todo el mundo…”. Pues sí. Mucho mejor. Adivino que cuando me retiré, el vendedor ha de haber soltado una risotada cómplice.
Hoy todo lo anterior, estas épocas y anécdotas juveniles, iniciáticas y onanistas, suena a narrativa de caverna. En un chasquido de dedos, estos ritos de iniciación infantil y juvenil en el sexo y la lujuria, se fueron por la cañería. Internet ha venido a revolucionar la vida del mundo todo. Internet ha venido a trastocar la vida económica, social, de relaciones humanas, la vida política de toda la humanidad. En el mundo del sexo, internet es rey. Por esto, al repasar mis sombrías y vetustas revistas en honor del playboy Mr. Hugh M. Hefner, he notado un dato el cual ha saltado como liebre en la pradera de este desierto que habito: mis revistas están avinagradas. Mustias. Casi sin vida. Pero las sigo prefiriendo a ese mundo demencial y bestial de la pornografía por internet, la cual todo lo ha podrido.
ESQUINA-BAJAN
Cuando usted abre una “página” en internet, solas, se van abriendo en abanico insano, decenas de pantallas o ligas que le llevan de la mano (un a interminables pantallas de pornografía de todo tipo, videos, chats y un largo etcétera. Imagino a los jóvenes (y a los no tanto), esto los tiene atados al potro de las adicciones. En la red, la pornografía es dura, áspera, raya en lo demencial. Hay de todo. Sólo basta un para acercar lo más de la red. Ante las fotografías, videos y secuencias completas que hay disponibles, mis revistas con señoritas semidesnudas, son un coro de monjas. Pero, sigo prefiriendo este tipo de publicaciones hoy casi extintas, a todo lo anterior. De hecho, y usted lo sabe lector, no tengo internet. Fin.
El jefe Hefner sabía vivir. Yo le admiraba varias cosas: su colección de batas finísimas, sus babuchas, su avión privado, su mansión y, claro, ese refinado gusto que el maestro implantó y moda la cual debemos inmediatamente imitar en su homenaje: ¿Qué cosa hay mejor en el mundo que tener una mujer bella y semidesnuda al lado, una conejita, una musa de infarto? ¿Hay algo mejor a ello? Sí. Tener dos conejitas de infarto. Revise usted todas las fotografías de Mr. Hefner. No una, siempre dos. Las conejitas a pares, como marca el manual. ¿Cuántas veces se casó? Perdí la cuenta, pero recuerdo a sus novias “imposiblemente jóvenes”, como lo dice un escritor del diario “El País”, entre ellas, a Anna Sophia Berglund, Crystal Harris, Shera Bechard y un par de gemelas de ataque. De dos en dos, la vida es mejor.
Pero, no sólo eran chicas desnudas o medio vestidas (sus fotografías siguen siendo ejemplo de buen gusto erótico), en sus páginas, y en su mejor época, se practicaba un periodismo del mejor que se tenga recuerdo y noticia. Plumas como Ernest Hemingway, John Updike, Jack Kerouak, el gran Norman Mailer o Ray Bradbury eran asiduos escritores en sus folios. Y las entrevistas aquí publicadas marcaban la agenda mensual en Estados Unidos. El mejor ejemplo de esto fue precisamente aquella señera entrevista del escritor Alex Haley (autor de “Raíces”) con la leyenda del jazz, el trompetista Miles Davis. Eran otros tiempos, mejores tiempos a este que habitamos.
LETRAS MINÚSCULAS
En honor al jefe Hugh Hefner, enderezo mis pasos a una tienda de ropa de caballeros en Monterrey, compro una bata con vivos en rojo y negro. Pienso ir así a un sí, que dos señoritas me atiendan… www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion
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