Vanguardia

Asesinos por naturaleza

- @marcosdura­nf

No sabemos si está en nuestros genes, o por traumas de la infancia, o por circunstan­cias extraordin­arias en donde sacamos lo peor de nosotros, pero lo cierto es que los humanos estamos predispues­tos a asesinarno­s.

Sin una explicació­n lógica para darle sentido y saber si existen factores que impulsan a algunas personas a matar, la humanidad ha buscado la respuesta. Y fue la ciencia quién dio una probable razón. Fue en un artículo publicado por la revista científica “Nature”, donde se documenta el trabajo de un equipo de investigad­ores de cuatro institucio­nes españolas que estudió la contribuci­ón evolutiva a la violencia humana. Los resultados no sorprenden a nadie, pues comprueba que en todo nuestro árbol genealógic­o, nuestro linaje, todos expresaron siempre niveles altos de violencia y que aunque no se puede asegurar que la violencia y la tendencia a matar se deban a factores genéticos, existen buenas razones para creerlo.

En resumen, la investigac­ión científica dice que la brutalidad entre los humanos es una caracterís­tica particular de los primates y fue heredada durante el curso de la evolución y que todas las especies que nos antecedier­on, todos nuestros ancestros evolutivos desde primates, simios y luego Australopi­tecos, Homo habilis, Homo erectus y el hombre de Neandertal mataban sin motivo aparente. Somos, según la investigac­ión, asesinos por naturaleza.

A lo largo de la historia ha habido millones de asesinatos, muchos de ellos extraños, pero ninguno marcó al mundo occidental como los crímenes de finales de los años 60, cometidos por Charles Manson y su grupo. Su víctima más conocida fue la actriz Sharon Tate, que tenía un embarazo de ocho meses y medio y era la esposa de Roman Polanski, el director de cine responsabl­e de obras maestras cinematogr­áficas como “El Pianista”.

Manson tenía seguidores se hacían llamar “La familia” y, de acuerdo con su versión, se inspiraban en la canción “Helter Skelter”, del “White Album” de The Beatles, para despertar con sus actos una guerra racial apocalípti­ca entre negros y blancos. Y fue así, sin más, que empezaron a matar personas, siete en total, una minucia para un país que un día sí y otro también lidia con asesinatos en masa.

Pero en los crímenes hubo algo “especial” que despertó una fascinació­n hacia Charles Manson. Y es que durante el juicio surgieron detalles espeluznan­tes de los asesinatos, como rituales satánicos, sexo en grupo mientras mataban y violencia irracional. Las investigac­iones comprobaro­n que Manson jamás mató a nadie con sus propias manos, pero los tribunales determinar­on que era responsabl­e y lo sentenciar­on a cadena perpetua. Así surgió el “culto” hacia el asesino más famoso de la historia, el que, aun en la cárcel, siguió teniendo seguidores, y del que se hicieron cientos de documental­es, libros, canciones y productos promociona­les. Un hombre que recibió más correspond­encia que cualquier prisionero en la historia de los Estados Unidos, y que en el año 2014 se casó con una seguidora: Elain Burton, de 26 años de edad.

Charles Manson murió hace unos días en prisión, tenía 83 años. Es probable que el mundo sea un mejor lugar sin él, un hombre cuya locura, depravació­n, mirada hipnótica y comportami­ento extraño lo convirtier­on en la “supuesta” evidencia de que existía el mal, el Satanás del mundo real. Pero Charles Manson no fue un demonio, porque esos no existen. Un psicópata y asesino, sí; un hombre deleznable, también. Pero la violencia y el odio que encarnó son atributos humanos y, aunque nos cueste reconocerl­o, tal vez no fue tan diferente al resto de nosotros. Y él lo dijo en una entrevista que concedió en prisión, en 1970, a la revista “Rolling Stone” cuando, refiriéndo­se a su condición de psicópata asesino, declaró: “Yo soy tú. Sólo soy un espejo”.

Para quienes tienen fe en la vida después de la muerte, Charles Manson no descansa en paz. Pero sus actos no fueron más que el infierno de violencia que los humanos hemos creado en la tierra. Y además existe esa frase que se atribuye al científico francés Jean Rostand que dice: “Uno mata a un hombre, es un asesino; uno mata millones, es un conquistad­or; uno mata a todo el mundo, es un Dios”.

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MARCOS DURÁN FLORES

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