Salpicaduras decembrinas
Hace años hubo una nevada guadalupana. Fue el mero día 12. Tuvimos en este diciembre otra nevada sacra: la de la Inmaculada Concepción, el día 8.
Algunos rincones de la ciudad parecían parajes canadienses y la sierra de Arteaga equiparó belleza con paisajes alpinos.
Los vientos árticos nos vinieron a recordar que somos montañeses en esta milla de altura en la que transitamos, en algunos inviernos, entre neblina londinense. En ella, como en un océano, suele naufragar el navío catedralicio en horas de mágica belleza vespertina.
Candelillas, grageas, aguas-nieve y copos que descienden como diminutos paracaídas van extendiendo blancura y congelada milagrería. Se transfiguran humildes rincones en joyas de gélida orfebrería invernal.
Los hogares se hacen más entrañables, más íntimos, más acogedores. Si hay juego de campeonato, los más vernáculos encienden los carbones de la parrilla y esparcen olores de carnes, cebollas y salchichas que se asan lentamente mientras se esperan los goles.
En el año hidalguense en que nada quiere dejarse, se vive, en contraste, el cálido verano de las declaraciones cáusticas, de las pretendidas coaliciones sorpresivas, de los acomodos y los enroques postrimeros. Se hacen aritméticas precoces y adelantadas, cálculos proféticos, barajando nombres y salpicando augurios y presagios de arúspices improvisados.
El maratón de firmas exigidas a los independientes lleva también su contabilidad de competencia. ¿Será lo bronco o lo femenino? ¿Lo ya-visto, con más de lo mismo, o lo indígena que sólo convence sin vencer? Se estrena acá la gubernatura que aún se discute si fue de urna popular o de dictamen tribunalicio.
A la vista se encuentra el puente colgante Guadalupe-magos en que se peregrina lo guadalupano, se esfuma el Adviento, se adelanta lo navideño y se saluda la estrella en una Epifanía que se vive como clavado a las aguas de ese año 18 en que se abre la disyuntiva de continuismo o alternancia.
La parafernalia navideña se ha instalado en avenidas, bulevares plazas y centros comerciales antes de tiempo. Se vendrá el oleaje de la temporada como un tsunami de fe, de fiesta, de consumismo regalador, de posadas, algunas sin peregrinos. Abundarán las visitas de amigos y parientes.
Lo mejor es lo que privilegia el encuentro, el diálogo, la hospitalidad y la amistad, lo que aprecia y saborea valores auténticos que humanizan. Clima, política, deporte, fe y folklorismo, junto con bellas acciones de solidaridad humanitaria, irán bordando este último tramo de la tela dosmilera en su lapso adolescente. Diciembre es su recta final... Para alcanzar otro ciclo existencial, en marcha hacia lo eterno...