Café Montaigne 49
Continuaremos estas charlas de café con la vena de viajar y contarlo en este generoso espacio, amén de tocar temas literarios, arte, música, libros, etcétera; pero también regresa ‘Hablemos de Dios’
Vamos en la recta final de vernos aquí, cada sábado, en este “Café Montaigne”, y hay muchos temas por explorar, muchos temas por dialogar, tramas y situaciones para enrollar y desenrollar, como debe de ser un buen ensayo. Muchos textos por ensayar. Situación y género inventado, propuesto en lo que llamó o definió como “ensayos” Michel de Montaigne, el señor de la montaña. Hoy arribamos gozosos a la cita 49 en esta cafetería merced a que usted me hace favor de leer y merced a sus comentarios, y, de hecho, como hay tantos “piensos” en la cabeza y tantas tramas para sondear, al cumplir los 52 sábados, aquí pactados hace un año. La verdad, continuaremos un año más charlando en este “Café Montaigne”.
Usted me ha hecho llegar anécdotas, pasiones, historias, costumbres, las cuales me ha pedido que desmenuce y retrate en este espacio, como debe de ser una buena charla. Lo voy hacer un año más. Con dos variantes. Es decir, como usted lo sabe, ya soy viejo y la vejez aprieta. Aprieta en materia de salud, de vigor, sentidos abiertos… en todo, vaya. Sí, en eso llamado precisamente vida. Y como estoy viejo, aunque no tan cansado como Michel de Montaigne, que padecía de gota y otros achaques de vejez ya a sus 30 y tantos años, ni se diga en la cincuentena (el famoso “demonio del mediodía”, del cual aún aquí no le he contado y que tiene como ejemplo arquetípico a don Miguel de Cervantes Saavedra), pues he decidido, y en la medida de mis posibilidades, hacer una especie de gira de despedida de los lugares que he conocido en esta tierra y en esta vida que me tocó vivir.
¿Suena a drama? No. Es realismo, nada más. Y como mi vida ha sido muy agradable, tan agradable todo lo que he visto, comido, leído, bebido, escuchado y disfrutado que por última vez, tal vez, voy a viajar a ciertos lugares que conocí en el tráfago de mi existencia, de los cuales guardo recuerdos gratos y vagos; y de otros espacios y lugares, pues voy a volver porque esos terrenos, ciudades, pueblos y caseríos habitan mi ser. Me moldearon en su momento para llegar a ser lo que soy. Y sí, pienso contarle aquí de estos viajes bajo mi muy personal óptica. Y claro, esto no es competencia con nadie; es decir, cómo puedo competir en andar de vago con un trotamundos como mi amigo el matemático Miguel Ángel Wheelock, quien un día llega de Paquistán, India y Bután, sólo para invitarme a cenar, obsequiarme generosos recuerdos, afiches y presentes de semejante estancia, e irse a Miami o Las Vegas, EU, a cerrar contratos de su compañía de gases industriales y así hacer que se mueva el mundo bursátil el cual conoce al dedillo.
ESQUINA-BAJAN
No puedo competir contra este viajero empedernido el cual disfruta los placeres de la vida como sibarita bíblico (Eclesiastés 8:15, “… alabe yo la alegría; que no tiene bien el hombre debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre...”), que de tan exitoso, a don Miguel Ángel sólo le hace falta ir en viaje de negocios a la luna o Saturno; pero, juro que lo voy a entretener con mis crónicas de viaje, andanzas y los lugares que voy a visitar (reconocer, unos; descubrir, otros) y que los voy aderezar con lo único que sé hacer: literatura. Imagino que usted ha viajado y conoce más que su servidor, pero como estoy viejo, espero le agraden mis puntos de vista y, sobre todo, yo iré a recoger mis pasos andados, que he regado en una treintena de ciudades, pueblos y playas de este País y poco, muy poco, allende las fronteras.
Otra cosa, otra arista. Me siguen llegando hartos comentarios de que continúe aquello de “Hablemos de Dios”. Gracias por sus notas al respecto. Soy el menos capacitado para ello, pero usted manda. Lo voy a pergeñar de nuevo entonces. Es decir, continuaremos estas charlas de “Café Montaigne” con la vena de viajar y contarlo en este generoso espacio, amén de, claro, tocar temas literarios, de gastronomía, moda, pintura, arte, música, libros, poesía, etcétera; pero también, e intercalada, regresa “Hablemos de Dios”. Resumo: un sábado será “Café Montaigne”; al siguiente, “Hablemos de Dios”. Con la numeración respectiva y consecutiva de cada uno de los proyectos.
Cuando era un infante y al ir recurrentemente a ese lugar mágico de Real de 14, San Luis Potosí, lugar de nacimiento de mi madre, en una ocasión, al ir descendiendo por la llamada cuesta de la montaña para ir a tomar el tren a los 14 y luego a San Tiburcio, que nos traería de regreso a casa luego del periplo religioso de visita obligada a San Francisco, el pobre de Asís, mi madre, Virginia Martínezjuárez de Cedillo, me advirtió con las siguientes palabras que guardo en el arcón de mi memoria: “Siempre me da tristeza irme de aquí, hijo, pero siempre con el anhelo de volver nuevamente. Aunque luego, siempre regresa uno, vivo o muerto, a recoger sus pasos, sus huellas, su andar en este mundo…”. Seguir, andar sobre las huellas de uno mismo o de otra persona (Dios) ((Deuteronomio XIII: 5).
LETRAS MINÚSCULAS
Mi madre tenía razón, voy a recoger mis pasos y lo andado… (Oseas 5:11). Así sea.