Subastas se afianzan en Saltillo
Con la celebración de la pasada subasta de arte a beneficio del Museo del Desierto, esta modalidad de mercado comienza a tomar fuerza
Dentro de los festejos del 18 aniversario del Museo del Desierto, su director, Arturo González, y la directora de divulgación, Claudia Luna Fuentes, organizaron una subasta de beneficencia con obra de artistas coahuilenses y el apoyo de la casa de subastas regiomontana GIMAU.
Los resultados de este experimento apuntan a que este modelo de mercado fue bien recibido por los compradores locales y la mayoría de los artistas involucrados (además los organizadores) se mostraron satisfechos por los logros obtenidos.
Con todo esto, y de acuerdo a nuestros entrevistas, es inminente el incremento en la presencia de las subastas de cualquier tipo en la ciudad. Sin embargo, este primer intento del MUDE no sucedió sin sus fallas y para conocer los elementos de su organización y las áreas de oportunidad a mejorar en futuras ocasiones hablamos con Claudia Luna, organizadora del evento, Guillermo Garza Fernández, director de GIMAU, y la maestra Olga Margarita Dávila, directora del Museo de Artes Gráficas y asistente a la subasta.
UNA PROPUESTA ARRIESGADA
La Subasta de Gala celebrada el jueves 30 de noviembre a las 22 horas en el lobby del Museo del Desierto, comenzó a organizarse con un mes de antelación. De acuerdo con Luna Fuentes se contactó a los artistas más cercanos al museo, con quienes ya hubieran tenido algún contacto previo, y además de invitarlos a participar en la subasta, se les pidió que donaran una obra para conformar una exposición itinerante de artistas locales, además de que tuvieron un espacio designado para venta de obra.
“El porcentaje que se manejó fue de 20% para el artista y la casa de subastas y 80% para el museo”, comentó Claudia Luna, “en venta fue
a la inversa, si se llegaba a vender, 80 para el artista y 20 para el museo. Este fue uno de los eventos de los festejos del Museo del Desierto en el que buscamos que la gente se entere que somos una asociación civil y que requerimos de fondos para operar”.
Además de esto, otra de sus intenciones fue la de difundir la obra de los creativos del estado a través de la colaboración con la casa de subastas de Monterrey, GIMAU, y los potenciales compradores que ellos pudieran brindar al evento.
Guillermo Garza, director de la casa y martillero en la noche de gala, explicó que la idea con la que Arturo González se presentó fue de “buscar una generación de fondos que fuera transparente, donde el donador recibiera un objeto a cambio de esa misma donación que se le entrega, porque todo mundo sabemos que siempre las donaciones tratan de entregar dinero y el donador no recibe más que un agradecimiento”.
También expresó que había mucho nerviosismo previo a la subasta porque “era una experiencia nueva para el Museo del Desierto y para Coahuila, finalmente. Pero fue muy ameno el ver que desde la primera pieza, gracias a la mecánica de que todo iniciaba desde un peso, donde la gente empezó a participar desde el primer lote, hubo muchas paletas levantadas”, y añadió que “se notó el gusto de la gente por el evento y por la participación con base en esa mecánica tan interesante de poder ayudar a través de una subasta”.
Con 15 años de experiencia en GIMAU, Garza Fernández se mostró
muy positivo respecto a la manera en que los compradores saltillenses reaccionaron respecto a lo que él ha visto en los regiomontanos.
LAS OBRAS SALIERON EN UN PESO
La decisión más importante que tomaron y la que más opiniones desató fue la de que todas las piezas a subastar tuvieran un precio de salida de un peso. Esto se realizó así para incentivar la adquisición de las mismas. En palabras del director de GIMAU, quien participó como martillero en la subasta, “todas las subastas que hacemos a beneficencia siempre las iniciamos en un peso, creo que es el rompehielos ideal para que la gente diga ‘pues, por un peso cómo no voy a ayudar’”.
Sin embargo, para la maestra Olga Dávila, quien no sólo ha participado en subastas de arte en varias partes del mundo, sino que también ha sido organizadora y martillo de otras cuantas, aunque comentó que tal esfuerzo es importante y necesario, al procurar la filantropía y el coleccionismo le pareció que “no fue correcto que algunas piezas salieron demasiado bajas y la gente como no está acostumbrada pues la puja no alcanzó ni siquiera la mitad del precio del mercado. Eso no es conveniente para los artistas. Eso es algo que se debe ajustar”.
Y añadió que “hubo cosas muy baratas, casi eran precios de remate. Y eso pues parece que ayuda al mercado, pero en el fondo no lo hace”.
Ella nos contó que, por ejemplo, en Hong Kong, donde si los artistas no subastan, no se consideran buenos, pues la gente está acostumbrada a comercializar de esta manera y, para ella, este modelo es uno de los ejes que ayuda a formalizar el mercado, incipiente en nuestra ciudad.
“Lo que pasa es que son muy importantes cuando ya hay un mercado. Porque entonces la gente compite realmente por un precio y ahí, en la subasta, conoces el precio del mercado, no del que pone una galería, sino lo que la gente está dispuesta a pagar”, agregó.
Este punto también lo mencionó el director de GIMAU cuando hablamos con él, pero a diferencia de Olga, él calificó una subasta como algo cruel para un artista. “Digo cruel porque las cosas se venden a lo que la gente está dispuesta a pagar como máximo, pero no al precio que un artista a veces se quiere vender”, expresó.
LOS RESULTADOS
El rango de precios en que los lotes fueron subastados estuvo entre los 31 mil pesos y los 900 pesos. El más caro de estos fue, curiosamente, una idea que se le ocurrió a Arturo González por sugerencia de Garza Fernández: una expedición al desierto para cuatro personas dirigidas por el mismo González.
Este lote, junto con otros tres de similar esencia, fueron introducidos para darle variedad a la subasta, de acuerdo con el director de GIMAU.
Un taller para cuatro niños en el que harán réplicas de fósiles con un paleoartista del museo se fue en 2 mil 500 pesos, mientras que una noche en el museo para un grupo de hasta diez personas, con fogata, bombones y cuentos de terror se vendió en 8 mil pesos y, por último, un cajón con 12 botellas de cavernet sauvignon San Juan de la Vaquería, cosecha 2016, se vendió por 3 mil 500 pesos. Garza Fernández destacó también la manera en que los precios despuntaron con los tres primeros lotes. Una obra de Daniel Garza Tobón se fue en 2 mil 800 pesos, seguida de una de David Adame en 7 mil y luego una de Alberto Castro Leñero en 26 mil. En total hubo una recaudación de 294 mil 300 pesos.
LA PRIMERA DE MUCHAS
“Fue una experiencia que queremos repetir el año que entra. Obviamente fue como una prueba, ver qué tan bien recibía Saltillo la modalidad de la subasta. Y entonces pues si, nos gustó, habrá algunas pequeñas modificaciones pero se mantendrá este evento”, comentó Claudia Luna.
Con este comentario, prácticamente queda aclarada la incógnita de si veremos más subastas de arte (o cualquier otro objeto comerciable) en Saltillo, al menos en manos del Museo del Desierto. la propia directora del MAG comentó que: “Me imagino que en el futuro diversas asociaciones pueden recurrir a esta estrategia para hacerse de fondos y estimular el mercado”.
El director de GIMAU, expresó que a través de las subastas hay un mundo infinito de áreas de oportunidad porque “no es solamente para eventos de beneficiencia, también los gobiernos pueden comercializar sus cosas de manera transparente y no solamente a través del compadrazgo. Entonces creo que para estar nosotros tan cerca de Saltillo puede haber un área de oportunidad de enorme”.