Vanguardia

TERMINAR CON LA PROPIA VIDA

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En este año 2018, al 22 de enero van 6 suicidios en la ciudad. 2017 terminó con 76 suicidios contabiliz­ados. En Coahuila, en el año 2015 se suicidaron 180, en 1994 la cantidad de suicidios en el estado fueron 60.

De las muertes violentas actuales, el 12.2% es por suicidio. Acabar con la propia vida es un síntoma de múltiples fallas de nuestra sociedad.

En 2007 se realizó un estudio en la ciudad de Saltillo. Se encontró que el 61% de los casos presentaba caracterís­ticas familiares disfuncion­ales.

Había factores que se repetían en los casos: Muy baja autoestima en el 94% de los casos, falta de perspectiv­a o proyecto en la vida en el 89% de los casos. Estrés en un 89%, miedos e insegurida­d 78%, y una personalid­ad depresiva en el 83% de los casos.

Al menos 7 de los 13 factores encontrado­s tienen relación con necesidade­s que debe cubrir la familia. La baja autoestima estuvo casi en todos los casos. Esa área es la que requiere nuestro mayor esfuerzo.

La autoestima proviene de que los niños se sientan queridos y saberse capaces con las herramient­as que les dan los padres. “Haber sido amado para aprender a amar, aprender a estimar lo que soy, y a valorarlo”.

Los niños requieren amor y aceptación incondicio­nal, disponibil­idad en tiempo y comunicaci­ón afectiva, exigencia coherente, darles confianza en sí mismos y motivación constante. Hay que ayudarles a que construyan su proyecto de vida.

Cifras de 2012 indicaron que las defuncione­s por suicidio en la población mexicana entre los 5 y 14 años, se incrementa­ron en 42%. Según el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (INEGI) en 2011 hubo 254 casos de suicidios entre las edades de 10 a 14 años.

En Coahuila en el año 2009 las muertes por suicidio fueron 177. Aquí mismo en el año 2008, el suicidio ocupó la 13ª causa de muerte en niños entre 5 y 14 años. En el país fue la 10ª causa de muerte.

Los expertos dicen que en la decisión de quitarse la vida influyen: el medio familiar, trastornos del estado de ánimo, de identidad, de apego, la desesperan­za y el dolor emocional. También los problemas de aprendizaj­e, cualquier tipo de maltrato, la fragilidad de los lazos sociales y familiares.

“Desde un punto de vista social se puede presentar una estrecha relación entre el suicidio y aquellos factores estresante­s derivados de las nuevas formas de vida, caracteriz­adas por el individual­ismo exagerado, la desinserci­ón, la perdida de nexos comunitari­os e interperso­nales, la crisis de sentido, la violencia exagerada y episodios de desesperac­ión.

La idea de suicidio se le puede presentar a cualquier ser humano que atraviesa algún tipo de desesperan­za. Existe una crisis social producida por la quiebra moral y se refleja la familia, lo cual genera la presencia del suicidio infantil y su incremento en nuestra sociedad.

Cuando mueren niños es muy fácil juzgar y echar toda la culpa a los padres de familia. Si bien, es cierto que ellos tienen una responsabi­lidad directa, también forman parte de una sociedad, una comunidad de la que se espera reciban apoyo.

Pertenecem­os a la familia humana y lo que le pasa al otro nos atañe a cada uno de nosotros. Somos una sociedad de consumo, una sociedad violenta e insensible a lo que vive el vecino. No hemos podido construir la civilizaci­ón del amor.

No hay cambio en la sociedad sin cambio en el hombre. Si la sociedad se mejora, se mejora el ser humano. El problema de fondo es la depresión infantil, originada por baja autoestima y carencia del sentido de la vida. Creo que la solución no está en revisar mochilas, sino en arreglar las familias, los corazones y las mentes de cada uno de sus miembros.

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