EPÍGRAFE
forma la lengua de Goethe. “No”, respondí. “¿Inglés?” “Sí, algo…” “Voy a presentarte a un amigo austriaco…” Pronto escuché otra voz que me dijo en un inglés medio: “Hola, soy Egon…”. “¿Egon?”, fue mi pregunta obvia. Hablamos. Y las olas se filtraron por el teléfono. “This is a paradise…”, dijo Egon y esta vez pude oír no sólo su voz sino también la del mar.
¿Qué haría entonces Gustav? ¿Entornando los párpados estaría contemplando aquel horizonte líquido? Lo he hecho muchas veces ante esas aguas, conquistadas hace varios siglos por otros ojos, extranjeros, extraños. ¿Colocaría su mano derecha en la frente como una pantalla a la espera de que Egon terminara su charla conmigo? ¿Vería aquel mar como lo he visto antes? “No importa que no sepas alemán. Te defiendes bien con el inglés. Me alegra conocerte, aunque sea por teléfono…”: la voz de Egon empezaba a parecerse a la de Debussy.
Apareció un relámpago. Era Virgilio. El Virgilio de Hermann Broch. Vi al poeta latino, demacrado por el delirio de la fiebre, navegando sobre un mar de soliloquios. “Destruid el manuscrito, destruid ese poema…”, imploraba. Entre los rugidos del mar porteño y el harpa y las cuerdas sinuosas de “La Mer”, pude oír sus voces: la de Gustav, la de Egon, la de Broch, la de Virgilio. Y el apasionado lamento de Dido, antes de entregarse a las llamas de la pira.
He tenido que salir de mi casa. La he convertido en un contenedor de fragmentos de mar. Ya antes lo he hecho y no me sorprende: he abandonado otros habitáculos por motivos semejantes. Pero me he instalado muy cerca de ese receptáculo, tan cerca que puedo tocar sus paredes traslúcidas cuando lo deseo, como ahora. Los arrecifes de coral mueven su cuerpecillo escarlata a modo de saludo. Los peces apuran su carrera para venir a besar mis dedos.
No puedo contar esto a Gustav porque estoy seguro de que no me creería. ¿O sí? “Estoy frente al Faro, ¿lo recuerdas? Es de color verde…”, dice. Lo recuerdo, sí. No se lo digo; lo pienso. Y no puedo decírselo, no puedo decirle: “claro, Gustav, sí, sí, recuerdo el Faro…”, porque estoy llorando como un chiquillo, contemplando el mar de Veracruz, escuchando su balada incesante.
“Voy a telefonearte desde el mar, ¿eh?”. “¿De verdad? ¿Vas a llamarme desde el mar? Pero ¿crees que haya señal ahí?” “Sí, claro, a menos que haya mucho viento… Voy a hablarte desde el mar para que lo escuches en Saltillo, ¿de acuerdo?”. “Sí, sí, de acuerdo…”. “Y vas a escucharlo aunque haya mucho viento, vas a escuchar el mar de Veracruz, el mar que tanto amas…”. No le creí pero lo hizo. Gustav me llamó desde el mar. Y por unos minutos, sólo por unos minutos, canté en sus entrañas de agua y fui escuchado. Lo sé por la sal que aún tengo en los labios. MÉRIDA.-EL Gobierno de Yucatán y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) iniciarán el rescate de la zona arqueológica de Kulubá, con lo que ese estado confía en ubicarse "en el ojo del mundo", dijo el secretario estatal de Fomento Económico, Saúl Ancona.
"El lugar, que tendrá grandes alcances turísticamente hablando, se abrirá parcialmente este mismo año al público. Solo falta protocolizar el proyecto para que el gobernador Rolando Zapata Bello y el INAH lo den a conocer a los medios informativos", explicó.
De acuerdo con el investigador Alfredo Barrera Rubio, Kulubá tiene influencia maya-tolteca y presenta una arquitectura muy parecida a la que tienen Chichén Itzá y Ek Balam. Por su ubicación, tuvo un importante auge con la zona costera yucateca y con esas antiguas ciudades mayas.
Aunque la zona arqueológica fue descubierta a fines de diciembre de 1939 por el investigador Wyllys Andrews IV, no fue sino hasta 1941 que fue presentado el primer reporte arqueológico del sitio y un croquis de esta ciudad maya, que tuvo una importante relación comercial con Chichén Itzá.
"Kulubá será la zona arqueológica número 18 que tendrá Yucatán y destina- remos una importante inversión, ya que esperamos que detone el potencial de turistas al oriente del estado", informó el secretario Ancona.
Recordó que hace 18 años se puso en marcha la zona arqueológica de Ek Balam, ubicada también al oriente de Yucatán (sureste de México). "Fue un punto importante que hizo detonar la economía de la región, pues las agencias de viajes integraron en su itinerario a este lugar tan bonito", expuso.
"El turismo aumentó porque no solo visitaban Chichén Itzá, Valladolid, Río Lagartos y San Felipe, sino que recorrían Ek Balam y su cenote. Ahora, esperamos que suceda lo mismo con Kulubá", abundó.
La inversión, según dijo sin precisar cifras, será millonaria porque se realizarán trabajos de reforestación y se construirá una carretera de 37 kilómetros para que el visitante disfrute el esplendor de Kulubá, ubicada en el municipio de Tizimín.
Los trabajos de rescate de la zona arqueológica de Kulubá, oficialmente los comenzó el INAH en 1980 y "desde ese periodo han rescatado edificios que este mismo año se abrirán parcialmente al público", apuntó el funcionario.
"En los próximos días, de acuerdo con la coordinación con el INAH, sabremos qué parte podrá abrirse a los visitantes", agregó.
Al realizar un balance en el sector turístico, brindó algunos números proporcionados por el INAH que indican el aumento de los visitantes. En 2012 se registraron 2.279.696 turistas en Yucatán, y para 2017 la cifra aumentó a 3.517.959.
Según investigadores, como William Brito Sansores, el nombre de Kulubá proviene de la palabra maya K'ulu', que hace referencia a un animal salvaje parecido a un perro, que aún sirve de alimento en algunas comunidades apartadas de la región.