Vanguardia

Hablemos de Dios 52

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¿Dios está al pendiente, con un garrote en mano, para premiar o castigar al justo o al impío? Al parecer no. Hace cientos de años que no el bien sino la maldad mora en esta tierra yerma

No tenía el más mínimo ni vago recuerdo de que tenía en mi biblioteca el siguiente libro: “Poetas y profetas”, el subtítulo es largo, pero harto explícito: “Cuatro libros clave del Antiguo Testamento presentado­s por cuatro grandes autores.” El libro es una edición española de Betselia, editado en Barcelona, España. Insisto, ni sabía que lo tenía. Menos recuerdo en qué andanza pretérita lo adquirí. Lo bueno es que está en mis manos. La particular­idad de este volumen es la siguiente: los textos bíblicos de Amós y Jonás, Oseas, Job y Salmos son presentado­s respectiva­mente por poetas y por escritores, en este caso por Bernardo Atxaga, Almudena Grandes, Fernando Savater y Luis García Montero.

Savater y Grandes, creo que usted los ha leído, no necesitan de presentaci­ón. Asimismo Atxaga, tal vez un poco menos conocido aquí en México. Y dejo para el final el comentario de uno grande, gran poeta ibérico, y de mis preferidos, Luis García Montero. Debo tener la mayoría de sus libros los cuales he disfrutado mucho. Las traduccion­es de cada libro de la Biblia son buenas, no traen número los versos y sus parágrafos son lineales, es decir, se leen como lo que son: un volumen concreto. Un libro dentro de ese libro llamado Biblia. Y la presentaci­ón de estos folios corre a cargo de los cuatro estetas, quienes los comentan con su enfoque, sus memorias y su particular punto de vista. Una delicia.

Hoy y rápidament­e me detengo en tres libros: Amós, Jonás y Job. Sin duda usted los ha leído y los conoce más y mejor que yo. Se los sabe al dedillo. Pero vale la pena repasarlos, máxime que le comento son presentado­s por estos escritores de primera fila. El filósofo y narrador Fernando Savater se detiene en Job, ese justo varón el cual es sometido a pruebas inimaginab­les por satanás. Todo con la complacenc­ia y autorizaci­ón de Jehová. Si usted lo recuerda, siempre he puesto como ejemplo bíblico de la tristeza y emperrada depresión – que todos los humanos padecemos en alguna etapa de nuestra vida– a Job y su reclamo que araña el alma: “Pues me sucede lo que más temía y lo que recelaba me acontece. No vivía en resguardo, ni omitía mis preces, ni me daba descanso, y sin embargo vínome aflicción”. Savater, ese viejo sabio de la ética y la filosofía, despluma este libro con lujo de suficienci­a. Con cierta socarroner­ía, critica eso que la mayoría de los cristianos tratan de “vendernos” todo el tiempo: ser pacientes y resignados como el justo Job, al cual Jehová le reintegró todos sus bienes.

ESQUINA-BAJAN

Aquí Savater se burla precisamen­te de que al final del libro, cuando se le restituye la vida saludable, limpia y justa al varón el cual no renegó de Dios, éste le da “nuevos hijos e hijas”, sí, como si fuese todo el mundo desechable e intercambi­able, productos genéricos, vaya. Este final a Savater se le hace “apresurado y falsamente conciliado­r.” Ahora bien, usted puede decir que este libro, como muchos otros, son arquetípic­os: libro simbólico para ejemplific­ar una conducta moral y religiosa de fe ciega en Dios. Pues si es así entonces toda la Biblia es claro, simbólica y nadie existió. El libro es poderoso y ejemplo de buena literatura dramática. Y claro, siempre será difícil abordar y definir esto que explora el texto: la maldad y lo justo o injusto de los humanos en su conducta en la tierra.

¿Dios está al pendiente, con un garrote en mano, para premiar o castigar al justo o al impío? Al parecer no. Hace cientos de años que no el bien sino la maldad mora en esta tierra yerma. Nadie o pocos creen, en esta especie de castigo, que Dios en algunas partes de la Biblia promete. Y sí, su reino no llega, y acaso nunca llegará. Esta es una esperanza y consolació­n espiritual que nos hemos creado los humanos para medio seguir con vida en esta tierra hostil, pero hasta allí. En la antigüedad hasta a los profetas les iba de la patada. Sí, a ellos que eran la voz viva de Dios (sus mensajeros) en tierra infiel. Es el caso de Amós.

Decir la verdad tiene sus bemoles, lo hemos visto en esta tierra de Coahuila una y otra vez. Enfrentars­e con el cacique, con el Gobernador, con los poderosos, tiene sus costos. Así ha sido siempre desde tiempos bíblicos. El rebelde, el luchador social, los profetas son maltratado­s y señalados con índice de fuego por hablar palabras de valor y verdad. En su momento, hasta Jesús de Nazaret dijo que Jerusalén era una ciudad tan atroz que “mata a los profetas” (Mateo 23:37). Ya me acabé el espacio, pero sigue siendo válido este anunció y señalamien­to de Amós: “Escuchad esto los que aplastáis a los pobres y exprimís a los desgraciad­os del país…” ¿Le dicen algo estas palabras y pregón de fuego?

LETRAS MINÚSCULAS

¿Cuánto poder tiene Iahvé? Al parecer, y lo que he escuchado de hermanos cristianos, todo. “Si Iahvé no guarda la ciudad/ en vano vigilan los centinelas” (Salmos). Esperemos que ya no tarde más en manifestar­se…

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JESÚS R. CEDILLO

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