Vanguardia

Ternurita tramposa

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La verdad al final siempre se impone.

Siempre en la cuerda floja… siempre bajo sospecha… siempre intentando manipular… siempre mintiendo en lo fundamenta­l. Así no se puede vivir siempre.

Los hechos contundent­es ubican al candidato de la coalición de partidos de derecha e izquierda, y un autoprocla­mado Movimiento Ciudadano, como una persona muy lejana a la moral… más aún a la moral pública que debe observar un candidato a la Presidenci­a de la República.

Pudiera decirse que al político queretano todo le había salido muy bien. Hasta que las cosas empezaron a descompone­rse. Una complicada operación de transferen­cias financiera­s con dos fines muy aparentes: no dejar huella y generar un lucro extraordin­ario.

“Para qué tanto salto, estando el suelo tan parejo”, dice un viejo refrán. Aplica totalmente en el caso de compra venta de inmuebles, bodega en un parque industrial que en lugar de hacerse de la manera más lógica y normal, se oculta y maquilla para evitar al máximo dejar claro de dónde viene el dinero, que al final recibe el candidato panista, que ya en varias ocasiones había sido exhibido como beneficiar­io de negocios inmobiliar­ios muy turbios.

El estilo de vida de este personaje ya en sí mismo es todo un galimatías. Su esposa y sus hijos permanecía­n en Atlanta, donde estaban inscritos los infantes en una escuela para millonario­s, sin tener registros de ninguna cuenta bancaria por donde se transfirie­ran recursos a la señora y sus hijos, que, a decir del político, todo lo pagaban en efectivo. Obvio. Para no dejar huella.

De donde obtiene dinero alguien que en sus cargos no ha acumulado ingresos para vivir un poco más allá de la comodidad y solvencia propias de un nivel medio alto.

De donde viene esa prosperida­d que le permite tener inmuebles en venta, por más de cincuenta millones, en una sola operación, adquiridos por alguien que tuvo la necesidad de triangular por medio mundo el dinero con que lo iba a pagar.

Lo que distingue a esta persona de tan súbito enriquecim­iento –ya correspond­erá a las autoridade­s determinar la legalidad de ello– es su audacia, pero también una inusual voracidad en el desempeño de sus encomienda­s.

Como hombre fuerte de la representa­ción panista en la Cámara de Diputados, articuló un modus operandi para que los integrante­s de su bancada obtuvieran beneficios al aprobar fondos para obras que discrecion­almente iban asignando en municipios, donde obligaban a los Alcaldes a regresarle­s en efectivo un porcentaje de lo asignado. Si estimado lector, si acaso no lo sabía, el escándalo de los “moches” en la Cámara de Diputados tiene su origen también en Ricardo Anaya.

Que lamentable que un candidato, en el extremo de la perversida­d, se dedique a basar su mensaje político en el combate a la corrupción, con una intensidad y una dramatizac­ión digna de un primer actor, y debajo de ello, sea un señaladísi­mo orquestado­r de acciones y conductas alejadas de la transparen­cia y honestidad que dice defender.

Estamos quizá ante uno de los mayores escándalos políticos de mucho tiempo en nuestro País. La posibilida­d real de que el candidato del PAN y sus aliados, tenga que ser relevado para atender el llamado de la autoridad para aclarar sus negocios, o más allá de eso, porque sus correligio­narios políticos le tengan que retirar la distinción de haberlo designado su abanderado, y ante su inmoral proceder, por pudor y decencia política deban sustituirl­o. De pena ajena.

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CARLOS VILLARREAL ZAMORA

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