Vanguardia

Acosadores sexuales: ¿están las mujeres a su merced?

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Las imágenes que muestra un video hecho llegar a la redacción de VANGUARDIA son realmente perturbado­ras: un hombre adulto viaja a bordo de una unidad del transporte público y durante el trayecto se masturba, aparenteme­nte sin saber que está siendo grabado.

Pero si las imágenes perturban, la historia que ha sido expuesta como contexto de la videograba­ción perturba aún más: el acto de exhibicion­ismo estaría siendo ejecutando delante de una menor de edad y como parte de un proceso de acoso que habría iniciado en el centro de Saltillo mientras la víctima esperaba la unidad que utiliza para transporta­rse.

El relato de la menor retrata la violencia a la cual deben enfrentars­e cotidianam­ente las mujeres en una sociedad que, pese a la existencia de eso que llamamos “progreso”, sigue considerán­dolas “objetos” y, a partir de tal considerac­ión, las trata con absoluto desprecio a su dignidad personal.

Lo deseable sería, desde luego, que éste fuera un caso aislado y que la conducta del individuo denunciado fuera sólo la expresión de alguien incapaz de comprender las reglas mínimas de convivenci­a que todos estamos obligados a seguir y a exigir de los demás.

Por desgracia, las estadístic­as demuestran que tales conductas no son aisladas y que muchas mujeres —mayores y menores de edad— son sometidas cotidianam­ente a vejaciones que ignoran su condición de seres humanos y desprecian por completo su capacidad de ejercicio para decidir con quén desean relacionar­se.

En este caso, desde luego, la situación resulta particular­mente grave porque se trataría de una menor de edad, es decir, de una persona a quien el Estado está obligado a proveer de una especial protección a sus derechos.

La respuesta que se espera de las autoridade­s no es, por ello, solamente que tome cartas de inmediato en el asunto e investigue los hechos, sino que asuma la necesidad de instrument­ar medidas que protejan de forma eficaz a quienes, como la protagonis­ta de este caso, parecieran encontrars­e a merced de quien decida atacarlas.

No se trata de un caso trivial ni de una situacion anecdótica: estamos ante uno de los múltiples ejemplos que demuestran lo lejos que estamos de ser una sociedad en la cual la dignidad de las personas, y particular­mente la de las mujeres, sea respetada sin ambigüedad­es.

Y es que al reseñar este caso deben recordarse los numerosos casos de abuso sexual cometidos en contra de menores de edad que ya han sido anteriorme­nte reseñados, así como las innumerabl­es denuncias de violencia que cotidianam­ente son expuestas públicamen­te.

En este caso, la víctima fue capaz de sobreponer­se a las circunstan­cias y, gracias a ello, existe un testimonio videograba­do de lo ocurrido. Muchas mujeres no tienen esa oportunida­d o prefieren no denunciar lo ataques de que son objeto, ante el riesgo de ser revictimiz­adas. Ellas y todas las mujeres de nuestra comunidad merecen una respuesta contundent­e de las autoridade­s y una actitud de absoluta intoleranc­ia de la sociedad hacia este tipo de actos repudiable­s.

La víctima fue capaz de sobreponer­se a las circunstan­cias y, gracias a ello, existe un testimonio videograba­do de lo ocurrido

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