Vanguardia

ENCARTADOS

- CLAUDIA LUNA FUENTES correo electrónic­o: claudiades­ierto@gmail. com

Luz de mediodía y olor de azahares que entra hasta la

cocina. Miro las manos de mis padres colocadas sobre la mesa y pongo también las mías. Los nudos de las venas, visibles en los tres. Podríamos ser hermanos por estas formas similares en dedos y pliegues de los nudillos.

-Todos estamos encartados, dijo mi padre.

No entendí nada. Entonces mi madre explica: -Mezclados, quiere decir. Encartar, mezclar, confundir o unir sangres para formar un nuevo ser. Una palabra que proviene del juego de cartas; cuando una persona las mezcla, y que designa la acción de hacer un arco con la mitad de las cartas en cada mano y liberando con ambos pulgares carta a carta, para lograr que caiga de cada extremo una carta en forma intermiten­te, hasta formar una nueva mezcla, desconocid­a en su resultado final, por los jugadores.

Estamos encartados en una tierra solar en la que se han plantado palmeras y sembrado violetas. Aquí tres tonos que conversan y hablan de la fuente de donde vienen.

Cartas: diamantes, corazones, tréboles y picas. Y, ¿de qué color? ¿Rojo o negro? Aún y si eres un as de corazones o jota de rey o reina, hay dos opciones.

Pero más dentro de lo adentro, en donde se entrelazan las venas, corre un solo tono: el púrpura, que es mantenido, en su frescura, por el corazón.

¿Cuánto de la sangre se niega y cuánta se reconoce? ¿Cabellos ensortijad­os o lisos? ¿”Cuero correoso” como dice mi padre, o telas translúcid­as y débiles a la manera de carne? ¿Ojos muy juntos o distantes el uno del otro? ¿Son heredadas las capas de tejido que oscurecen los ojos? ¿Y el saber de la siembra, en qué célula se almacena? ¿Se pasa de una madre a su hija la propensión a soñar despierta?

Las cartas unidas en una sola montaña son desplazada­s por el viento. Es raro que permanezca la pila ordenada. Quien tiene el código reconoce a la reina. Quien tiene el código selecciona bien los diamantes. O los tréboles que alguna vez fueron bellotas en un denso bosque.

Azar y voluntad. Juego. Somos cartas que bien pueden servir para hacer trucos de magia o para ser marcadas de acuerdo con la época del año biológico. También, delgadas cartas que en su vuelo cortan venas o sirven para edificar los castillos que, caen a tiempo; nunca ni tarde ni temprano.

Es curioso cómo jamás me ha interesado conservar el conocimien­to para jugar a las cartas. Todo lo que recuerdo es un momento nebuloso en El Cairo, cuando instruida por Mohamed, una noche de narguilas y té, gané la partida varias veces, observando la molestia y la burla que sufría mi contrincan­te, en aquel espacio donde solo habían jugado cartas los hombres.

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