Vanguardia

Sistema anticorrup­ción, ¿está sirviendo de algo?

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Se ha dicho en múltiples ocasiones: la forma más segura de saber si un fenómeno, cuyo comportami­ento sea importante, se está moviendo en la dirección deseable es realizar mediciones constantes de su evolución. De esta manera también se sabe si las soluciones ideadas para combatirle han sido eficaces o han alcanzado su objetivo.

Uno de los fenómenos cuyo comportami­ento más nos importa a todos –porque nos afecta de forma directa o indirecta– es el de la corrupción gubernamen­tal, porque detrás de éste se ubica la causa de buena parte de nuestros rezagos colectivos.

En este sentido, uno de los indicadore­s relevantes que es preciso mantener a la vista es el relativo al número de conductas irregulare­s, en las cuales habrían incurrido funcionari­os públicos.

De acuerdo con cifras del Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en nuestra entidad se han registrado, durante los primeros dos meses de 2018, más denuncias por presuntos actos delictivos cometidos por funcionari­os públicos, que todas las registrada­s en 2017.

En efecto, durante el primer bimestre de 2018 se han presentado un total de 116 denuncias en contra de funcionari­os públicos, mientras que durante los 12 meses del año anterior sólo se registraro­n 60 casos.

Por otra parte, el INEGI ha revelado, a través de su Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamen­tal 2017 que, en nuestra entidad, creció poco más de 10 por ciento el número de actos de corrupción por cada 100 mil habitantes, respecto de las cifras de 2015.

Los datos duros parecen demostrar de forma incuestion­able una realidad: en materia de corrupción las cosas están empeorando en Coahuila.

Y nada tendría de novedosa tal afirmación, ni habría de convocarno­s especialme­nte al pesimismo, pues si algo estamos acostumbra­dos a recibir los mexicanos son malas noticias. El problema es que esta “evolución” del fenómeno se registre al mismo tiempo que se ha dado el surgimient­o de los “sistemas anticorrup­ción” a nivel federal y estatal.

Porque si el fenómeno de la corrupción en general –y el de la corrupción gubernamen­tal en particular– sigue creciendo a pesar de la existencia de un complejo entramado teóricamen­te creado para combatirla, la deducción lógica es que algo no se está haciendo bien.

Más allá de las explicacio­nes técnicas que los funcionari­os involucrad­os en el tema puedan ofrecernos, lo que todos deben asumir es que, desde la perspectiv­a ciudadana, la única respuesta aceptable es que los índices de corrupción disminuyan y el sentido común dicta que eso sólo ocurrirá cuando tal conducta se castigue y desaparezc­a la impunidad.

Cualquier otro intento por explicar la “lógica” de las estadístic­as equivale a una tomadura de pelo y nadie puede esperar, en el sector gubernamen­tal, que la sociedad pueda arribar a la conclusión, a partir de estos números, que algo bueno se está haciendo para combatir el más irritante de todos los fenómenos gubernamen­tales.

El INEGI ha revelado que en Coahuila, durante el 2017, creció poco más de 10 por ciento el número de actos de corrupción por cada 100 mil habitantes, respecto de las cifras de 2015

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VÍCTOR MANUEL SÁNCHEZ VALDÉS

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