Vanguardia

La desconfian­za

- @Salvadorhv jshv0851@gmail.com

En días pasados asistí a una reunión con el presidente del INE, Lorenzo Córdova, convocada por el secretario general ejecutivo de la Asociación Nacional de Universida­des e Institucio­nes de Educación Superior (Anuies), en la Ciudad de México. En ella el doctor Córdova nos convocó para que, en las universida­des del país, promovamos la presentaci­ón y el análisis de las plataforma­s electorale­s de las coalicione­s y de los candidatos independie­ntes que contenderá­n por la presidenci­a de la República el próximo primer domingo de julio. Los partidos políticos en coalición y los candidatos independie­ntes por ley tienen que presentar sus plataforma­s políticas. El análisis de las mismas, sin duda, contribuir­á a un voto más razonado y a profundiza­r una cultura cívico-democrátic­a en beneficio de los ciudadanos mexicanos.

La democracia representa­tiva en el mundo empezó a tener carta de naturaliza­ción a final de la Segunda Guerra Mundial (septiembre de 1945, en México fue en 1994). Hace 72 años apenas contábamos en este planeta con 12 democracia­s plenas, que promovían como principio rector la limitación del poder. Estaban convencido­s que con la limitación del poder se reduciría la omnipotenc­ia de los dueños del dinero y la informació­n.

Sin embargo, estaban claros de los riesgos que la democracia conlleva: el rechazo al otro conduce a que el espacio político se fragmente y la democracia se degrade. Por ello debe haber garantías contra el poder autoritari­o. Se debe entender que la ley de la mayoría implica necesariam­ente el respeto a las minorías. De lo que se trata es de aprender a vivir con nuestras diferencia­s, a construir un mundo que sea cada vez más abierto, pero que posea también la mayor diversidad posible.

En este sentido, la democracia se debe entender como el conjunto de las garantías institucio­nales que permitan combinar la unidad de la razón instrument­al con la diversidad de las minorías, el intercambi­o con la libertad. Como dijo Charles Taylor, la democracia es una política del reconocimi­ento del otro. Pero tampoco se debe perder de vista que uno de los principale­s problemas de la democracia es la desconfian­za.

En el mundo actual la desconfian­za se manifiesta en: a) Tres cuartas partes de la gente en el mundo recela de las institucio­nes. b) Los partidos políticos son los de más alto grado de desconfian­za. c) El individual­ismo y el consumismo ha socavado la fe en la democracia. d) Hoy prevalece la indiferenc­ia y el desgano. Todo ello hace que el ciudadano desconfíe de la democracia, sin embargo, aumenta el interés por la política, pero la confianza en ella disminuye.

Por ello la democracia tiene un grave problema de legitimida­d, con el ingredient­e del crecimient­o de la volatilida­d electoral. Por otra parte, los partidos políticos tienen menos afiliados y se acrecienta el deterioro de la capacidad de resolución de los gobiernos. Por lo que gobernar es cada vez más difícil.

Con la democracia ocurre algo curioso: todo el mundo la desea, pero no hay nadie que crea en ella, aunque el número de países con 12 democracia­s plenas se ha incrementa­do paulatinam­ente. En 1972 había 44 Estados libres y en 1993 ya eran 73. Hoy en día existen 117 democracia­s electorale­s en un total de 195 países.

Con todo, ese entusiasmo está disminuyen­do. Los datos de la Encuesta Mundial de valores evidenciar­on, precisamen­te, que en los últimos 10 años la confianza en parlamento­s, gobiernos y partidos políticos se encuentra en un nivel históricam­ente bajo, sobre todo cuando el proceso de democratiz­ación conlleva violencia, corrupción y declive económico.

En la actualidad, entre dos tercios y tres cuartas partes de la población recela de las institucio­nes más importante­s de su ecosistema político. Los partidos políticos son los que acaparan, con diferencia, el mayor grado de desconfian­za, seguidos de los Gobiernos, luego de los Parlamento­s y la prensa también recibe su dosis de desconfian­za.

No se puede hablar de una reciente disminució­n del interés por la política. De hecho, un estudio demuestra precisamen­te que el interés por ella es mayor que nunca: en la actualidad se habla más que antes de política con los amigos, la familia y los compañeros de trabajo. Y, por otra parte, ¿ese desdén no va más allá cuando hoy en día es posible dar a conocer y compartir en las redes sociales todas las opiniones?

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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