Cincuentenario de la alegría
El hombre de Nazareth realiza prodigios admirables.
Con ellos quiere testimoniar que viene enviado por Dios a cumplir una misión salvadora
Se llama a sí mismo Hijo de Dios y acepta, ante Pilato, que es rey pero que su reino no es de este mundo y que todo el que es de la verdad oye su voz.
Se le acusa de blasfemia contra Dios y contra el templo (que dice reconstruir en tres dìas refiriéndose a su cuerpo) y también de sublevación contra el poder del César al querer instaurar un reino. Lo entrega Pilato para que lo crucifiquen después de dar libertad a Barrabás.
Lo crucifican y lo sepultan en la cueva cerrada por una roca circular. Al tercer día, el sepulcro está vacío y el sudario enredado aparte. Lo ven resucitado María Magdalena, las mujeres, los apóstoles, los discípulos de Emaús. Está cuarenta días con los discípulos antes de su ascensión.
La victoria sobre la muerte es compartida por todos los que acepten y vivan sus enseñanzas y perseveren con fidelidad. Para ellos hay una promesa de vida eterna en la gloria y la alegría del perfecto amor, en comunión con Dios uno y trino y con todos los bienaventurados.
La repercusión social de la Pascua de Cristo es un camino de esperanza para la humanidad que anhela la verdadera paz, el respeto a la dignidad y a la vida humana. Es el paso del sometimiento a la libertad, de las falsedades a la verdad, del odio al amor, de la ignorancia a la sabiduría, de la tristeza a la alegría, de las divisiones a la unidad.
Es un dinamismo existencial que deja atrás todos los sepulcros de egoísmo para instaurar la civilización del amor. En cada Pascua se renueva la esperanza de poder construir, entre todos, la mejor versión de convivencia justa y pacífica en todas las naciones.
La Pascua le da al presente la capacidad de desprenderse de todas las discordias del pasado. En un hoy de limpidez y generosidad, se prepara el futuro humanizado y próspero para los nuevos habitantes de este planeta y se esperan bienes supremos en una trascendencia sin fin. Todo esto celebramos, desde la fe, en estos cincuenta dìas de gozo y regocijo.
Seguirán las desviaciones y las resistencias pero la docilidad al Espíritu de vida, verdad y amor tendrá, a pesar de las catástrofes, la última palabra...