Enfrentábamos el horizonte
E ste es el libro que cerró la colección editorial del IMCS (201417). Libro de despedida en más de un sentido, el volumen de prosas del joven Christian Luna (Saltillo, 1990) se revela ante el lector por su poder, su brevedad y su concisión.
Es un libro de la juventud, suerte de bildungsroman que en primera persona nos deja entrever el ojo agudo del reportero, el pasmo del muchacho impávido ante la hostilidad y la maravilla un territorio de aridez ambivalente.
Crónica de un salto es el tipo de texto que a cualquiera nos hubiera gustado escribir en la barricada de los 20 años. En la prosa de Christian Luna –como en la de los grandes prosistas mexicanos (Garcíagaliano, Soler Frost)– brotan las vetas y la genealogía de la poesía, la lengua nos enseña sus dientes.
La parte débil –apenas un par de párrafos– es cuando el autor se obstina en redundar a través de una especie de apunte sociológico lo que ya antes dejó entrever en la prosa. La parte lúdica del texto es cuando éste rompe la cuarta pared y le habla al lector y se pone a hacerle guiños. La parte potente del libro es su carga lírica, su rabia. “Mucha gente en un mismo espacio no puede ser síntoma de buena salud. Me refiero a la salud del lugar: una plaza comercial es un lugar enfermo”.