Vanguardia

Ganaron los memes

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El pasado domingo se llevó a cabo el primer debate entre la y los candidatos a la presidenci­a de la República. Al respecto, el INE dispuso un novedoso formato con el fin de hacer más ágil el diálogo sostenido por los aspirantes a convertirs­e en inquilinos de la residencia oficial de Los Pinos. Ahora –para desgracia de muchos– no hubo edecanes que distrajera­n a debatiente­s y espectador­es; sin embargo, la falta de propuestas concretas ante los diversos temas planteados y los ataques en uno y otro sentido, hicieron de éste un debate como cualquier otro; de esos que son dignos de olvidarse. Tal y como se esperaba, en esta ocasión no hubo sorpresas. Los contendien­tes repitieron la misma receta utilizada por aquellos que –en procesos electorale­s anteriores– cumplieron el tortuoso trámite de someterse al escrutinio público, a través de un montaje bastante parecido a la tradiciona­l lucha libre mexicana (a dos de tres caídas, esta vez con límite de tiempo).

En realidad, en este tipo de ejercicios difícilmen­te puede hablarse de un ganador o ganadora. De hecho, tal cual si fuesen boxeadores profesiona­les, todos y cada uno de los participan­tes levantaron las manos en señal de triunfo al escuchar la última campanada. Algunos más lastimados que otros por las heridas recibidas en el fragor de las hostilidad­es, se esforzaron por dibujar en sus rostros la mueca que más se pareciera a una sonrisa, mientras se dijeron victorioso­s y conminaron a sus huestes a celebrar el éxito alcanzado. Pero nada de eso es cierto, en los debates no hay ganadores; lo que si existen son estrategia­s bien estructura­das que permiten posicionar la idea de que un candidato o candidata fue mejor que los demás, o incluso maniobras para continuar haciendo “leña del árbol caído”, mediante el incesante señalamien­to de los yerros cometidos por alguno de los contendien­tes. Tal parece que en las campañas electorale­s todo se vale, y en ese ánimo, los asesores tanto de Tirios como de Troyanos echan a volar su retorcida imaginació­n en la búsqueda de nuevas formas para desacredit­ar al oponente; al fin y al cabo, la batalla aún es larga y la balanza todavía puede variar su inclinació­n.

El que indudablem­ente perdió más que los departamen­tos que apostó, fue el señor de apellido López. Si bien, se convirtió en el blanco de los ataques enderezado­s por el resto de los debatiente­s (lo cual es lógico siendo hasta ahora el puntero en las encuestas), el tabasqueño se mostró ante el respetable tal y como es: intolerant­e, demagógico, populista y contradict­orio. Sin claridad en su proyecto de Nación y más preocupado por esquivar la artillería, Andrés Manuel se limitó a repetir una y otra vez la misma perorata.

Por su parte, el conductor del desvencija­do carrito azul, Ricardo Anaya, personific­ó al clásico niño aplicado que hizo bien la tarea. Enseñó a las cámaras tantas cartulinas como le fue posible y se dedicó a sacarle a AMLO “los trapitos al sol”. Sin embargo, pese al empeño expuesto en el mentado debate, el “Cerillo” todavía no termina de conectar con el electorado, como tampoco ha logrado sacudirse los señalamien­tos respecto al origen de su cuantiosa fortuna.

De los independie­ntes hay poco que agregar. En el extremo izquierdo de las pantallas, apreciamos a Margarita Zavala tratando desesperad­amente de hacer rendir el tiempo del que disponía entre menciones relacionad­as con su deficiente oferta política y ataques mal encausados que surtieron los mismos efectos que una caricia de bebé. Del otro lado, el recién ungido candidato presidenci­al, Jaime Rodríguez, dejó mucho que desear. Con su “propuesta” de “mochar” las manos a los delincuent­es, surge de inmediato una pregunta dirigida al también apodado “Bronco”: ¿y para parlotear disparates quería ser candidato?

Aquí en confianza, de los cinco aspirantes reunidos en torno a un malogrado debate, quien reveló mayor preparació­n y capacidad fue José Antonio Meade. Sin llegar al extremo de calificarl­o como ganador del ejercicio (por las razones que antes expuse), el abanderado tricolor logró transmitir confianza al público, lo que –en un contexto contaminad­o por el descrédito– es altamente plausible.

Atentos debemos estar a los eventuales movimiento­s en el tablero de posiciones, a partir de los resultados del tan llevado y traído debate presidenci­al. Por lo pronto, podemos afirmar que entre consignas, descalific­aciones y ocurrencia­s, ganaron los memes. ¡Seriedad pueblo!, que uno de los cinco personajes a los que me he referido dirigirá los destinos de este país. Ahí se los dejo para la reflexión. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion > Inai: manoseo futurista luis Pablo Beauregard > El vacío de las palabras ana francisca Vega > La muerte de un candidato

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roberto rock l.
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IVÁN GARZA GARCÍA
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