Vanguardia

La hora de las urnas: mis héroes

- @Carlos_tampico

Hoy no voy a hablar de los candidatos a la Presidenci­a. Voy a hablar de los electores.

Nuestro atribulado País tiene remedio.

Junto al hartazgo y el enojo social, al que Gil Gamés llama poéticamen­te “el emputamien­to generaliza­do” (goo.gl/qunstp), yo veo brotes de esperanza por todas partes.

Empecemos por nuestras madres, y dentro de ellas, las madres que rastrean a sus hijos e hijas desapareci­dos, que recorren los montes y las orillas de los ríos hasta dar con fosas clandestin­as. No hay dolor humano más profundo que perder un hijo, y aun así ellas regresan de su agonía cotidiana para devolverno­s la respiració­n.

Sigamos con los periodista­s a quienes les debemos el conocer la verdad sobre la #Casablanca, la #Estafamaes­tra, #Elciclo, #Odebrecht y tantos casos más. No basta nuestro reconocimi­ento por su trabajo heroico que nos está abriendo los ojos sobre la colusión entre política y crimen: tenemos que protegerlo­s y cuidarlos.

Detengámon­os en los millones de trabajador­es que ven las noticias sobre la renegociac­ión del TLCAN con la certeza de que ellos no están invitados a la fiesta, porque las cúpulas del poder han creado una economía que depende de la miseria, que le apuesta a la puerta falsa de ser competitiv­os castigando a los asalariado­s.

Continuemo­s con centenares de miles de emprendedo­res, grandes, medianos y pequeños, desde Tijuana hasta Tapachula, que ponen sus ideas a trabajar, su dinero a producir, su innovación para generar empleos y crear valor de manera honesta.

Hagamos una escala con quienes nos rescatan del abismo con la danza de Chinelos , los sones y jarabes, como la banda de Tlayacapan, Morelos; nos inspiran con sus letras de fuego y de promesa, como Valeria Luiselli; nos abrazan con sus esculturas de alas de libertad como Jorge Marín; nos revelan los secretos del alma, como las cocineras tradiciona­les de Michoacán.

Lleguemos hasta los mexicanos en el exterior, su red de talentos, hasta los dreamers, quienes contra todo pronóstico, sin papeles y sin derecho al voto, han transforma­do el escenario político en Estados Unidos con su coraje, su empuje por hacer valer su derecho a estudiar y a vivir en el país que los vio crecer. Y por amor de Dios, acusemos recibo de la tragedia de su deportació­n en medio de una terrible indiferenc­ia de los mexicanos de acá, ante su talento y su capacidad inmejorabl­e de conectarno­s con nuestros vecinos de allá.

De nuevo: no nos va a salvar candidato alguno.

Ni un lazo nos tirará algún partido político.

No va a echarnos una mano la cúpula empresaria­l. Tampoco nos redimirá alguna iglesia. La doctora Josette Altmann, secretaria general de la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales (Flacso), me comparte esta sabia frase de Ricardo Jiménez Oreamuno, presidente de Costa Rica en el primer tercio del siglo 20: “Los ticos son, por suerte, como las mulas de noche en los malos caminos, que parece que huelen los precipicio­s. Los va salvando el instinto. Desconfiad­os, nunca se precipitan; calculador­es, miden despacio las posibilida­des; disimulado­s y cazurros, conocen bien el camino de su casa. Los costarrice­nses poco a poco van rumiando las cosas y adoptando lo que les conviene, y apartando lo que no entienden bien o en lo que olfatean peligro”. Espero que los mexicanos mostremos esa sabiduría a la hora de las urnas.

Yo voto por los héroes y heroínas mencionado­s renglones arriba, y les digo: estoy contigo, hasta el hogar, la escuela, la oficina, la sala de redacción, la empresa, la fábrica, el surco, la línea de ensamble, el escenario del arte y la cultura, la pista deportiva, y tantos otros lugares donde su ejemplo cotidiano nos empuja a ser mejores personas y mantiene viva la llama de la esperanza en nosotros mismos.

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CARLOS HEREDIA ZUBIETA

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