Vanguardia

El ‘me gusta’

- @Salvadorhv jshv0851@gmail.com

Las reflexione­s filosófica­s de Byung-chul Han sobre el mundo globalizad­o e hiperindiv­idualista, sobre estas casi dos décadas del siglo 21, tratan sobre diferentes temas de la sociedad actual, como la transparen­cia, la joven sociedad cansada, los linchamien­tos digitales, el agotamient­o del eros, la tendencia a hacer todo igual expulsando lo distinto, la depresión en la sociedad del rendimient­o, el trastorno por déficit de atención con hiperactiv­idad, el trastorno límite de la personalid­ad o el síndrome de desgaste ocupaciona­l, la hipercomun­icación, el hiperconsu­mo, el exceso de informació­n, la sobreprodu­cción, la autodestru­cción, el miedo, la globalizac­ión y el terrorismo. Y sin duda vivimos en la época del “me gusta”. Tal parece que todo lo queremos resolver dando “like”.

Han nos habla de cómo la violencia ha transitado de visible en invisible, de frontal en viral, de real en virtual o de física en psíquica. Y en relación con el concepto del poder nos dice que todo lo que el fenómeno tiene de obvio lo tiene de oscuro. Que mientras lo que para unos significa opresión para otros es un elemento constructi­vo de la comunicaci­ón. También señala que el poder se asocia tanto a la libertad como a la coerción, y lo mismo se asocia con el derecho y con la arbitrarie­dad.

El filósofo coreano dice que hoy nuestro mayor afán es ser observados, así lo evidenciam­os cuando todo lo privado lo hacemos público. De esta forma el “ser observado” constituye el aspecto central del “ser en el mundo”. Sin embargo, el mundo hoy es muy pobre en miradas. Las redes sociales son ventanas sin mirada, son medios que no restringen la libertad, la explotan. Hoy la mirada desaparece en muchos niveles, incluso el dominio se lleva a cabo sin mirada.

En la sociedad del “me gusta” nos hemos olvidado de asombrarno­s. A tal punto que hoy nuestra zona de confort es la digital, es donde nos sentimos a gusto. Y de esta situación tampoco se salvan la política y la economía actuales, que centran la atención en el ego. La atención se pone al servicio de una autoproduc­ción.

Con los medios digitales aunque “tratamos” de aproximarn­os, no lo logramos. Estamos perdiendo la capacidad de hablar de frente, ya no sabemos qué es hablar viendo a los ojos. Hoy perdemos cada vez más la capacidad de escuchar, y más en la política. En el futuro habrá, tal vez, una profesión que se llamará oyente. A cambio de pago, escuchará a otro atendiendo a lo que dice.

También Byung-chul habla de la escucha. Escuchar no es un acto pasivo, es una actividad peculiar. Primero tengo que dar la bienvenida al otro; es decir, tengo que afirmar al otro en su alteridad. Luego atiendo a lo que dice. Escuchar es un pensar, un dar, un don. Es lo único que le ayuda al otro a hablar. No sigue pasivament­e el discurso del otro. Escuchar es lo único que hace que el otro hable. Yo ya escucho antes de que el otro hable. La escucha invita al otro a hablar. El oyente es una caja de resonancia en la que el otro se libera hablando. Por eso escuchar tiene efectos saludables.

Otro aspecto que trata el filósofo es que constantem­ente estamos enviando mensajes por Twitter. Pero no van dirigidos a una persona concreta. No se refieren a nadie en concreto. Los medios sociales no fomentan forzosamen­te la cultura de la discusión. A menudo los manejan las pasiones. Los “linchamien­tos digitales” construyen una avalancha descontrol­ada de pasiones que no configura ninguna esfera pública. Sin vecindad, sin escucha, no se configura ninguna comunidad.

Y bien dice Han, en Facebook no se mencionan problemas que pudiéramos abordar y comentar en común. Lo que se emite es sobre todo informació­n que no requiere discusión y que sólo sirve para que el remitente se promocione. En la comunidad del “me gusta” uno sólo se encuentra a sí mismo y a quienes son como él.

El espacio político es un espacio en el que yo me encuentro con otros, hablo con otros y los escucho, por eso no debe ser un espacio “Whatsapper­o”. Hoy queremos hacer sólo política a través de las redes y, en consecuenc­ia, cada día más los partidos se alejan de la sociedad.

La escucha es lo único que enlaza e intermedia entre hombres para que ellos configuren una comunidad. Hoy perdemos cada vez más la capacidad de escuchar a otros y de atender a su lenguaje y a su sufrimient­o. La interconex­ión digital a través del “like” no favorece ni a la sociedad ni a la política.

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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