Vanguardia

El orgasmo del futbol

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“El gol es el orgasmo del fútbol”, afirma Eduardo Galeano en su libro “Futbol a Sol y Sombra”. Partiendo de esta premisa podemos afirmar que un orgasmo múltiple fue lo que se vivió el domingo 6 de mayo en el TSM cuando Djaniny Tavares anotó el gol que dio el pase a la semifinal al Santos Laguna y dejó fuera a los Tigres.

Al momento de escribir estas líneas desconozco el resultado del juego de ida contra el América, pero como muchos espero que el equipo lagunero logre su pase a la final.

Desde hace 36 años que el Santos llegó a Torreón, el equipo se ha convertido en un referente cultural en la región. Desde los goles de José Luis Rodríguez, “El Puma”, en el viejo estadio Corona, pasando por las anotacione­s de Juan a pase de Dolmo Flores. Ahí también se dieron las piruetas de Hugo León, las atajadas de Panduro, las inexplicab­les contrataci­ones de jugadores bultos como Sergio Fabián Metini o Kratina. Ya en tiempos de vacas gordas Apud y Adomaitis deleitaron a la afición mientras Borguetti anotaba en fuera de lugar el gol que a la postre le daría el primer campeonato al Santos.

En la historia más reciente la visita de Pelé al territorio Santos Modelo, así como varias finales jugadas. Y en esta temporada el resurgir del Santos de la mano de Dante Siboldi teniendo como campeón goleador a Djaniny.

En los años de violencia, un triunfo del Santos era una inyección de ánimo para una sociedad que vivía con miedo por las balaceras, por los robos, al mismo tiempo que lucha diariament­e por tener una vida digna a pesar de las decisiones de nuestra clase política.

El escritor mexicano Juan Villoro, en su libro “Los Once de la Tribu”, afirma que en México “el futbol es el regreso a la tribu, cuando estamos gritando con la cara pintada y las antorchas, nos damos vacaciones de la civilizaci­ón”.

De esta forma, alrededor del Santos, La Laguna se une y se hace una tribu donde el color verdiblanc­o es el estandarte de la peregrinac­ión. El Santos reactiva la economía, une a la región e incluso a los políticos, pero sobre todo motiva a la población a salir adelante.

Un triunfo del Santos es el pretexto para salir a las calles a festejar, a tratar de recuperar los espacios públicos. El Santos para la Comarca Lagunera es un símbolo de unión, donde no hay clases sociales y todos vibran por igual con los colores verdiblanc­os. Incluso provocó una marcha en tiempos de Enrique Martínez, para que el Santos no se fuera de Torreón tras el escándalo de fraude hacendario de Carlos Ahumada, quien en esos días era propietari­o del equipo. Fue en esos días donde se acuño la frase “Un Guerrero nunca muere”.

El Santos es un equipo importante en el futbol mexicano, pero sobre todo un símbolo de identidad para la región. Debemos recordar que acercarse al mundo del futbol es introducir­se en uno de los campos más relevantes de la cultura popular contemporá­nea.

Más allá de que muchos lo consideren como un simple entretenim­iento o como un medio de enajenació­n, el futbol representa también un modo de construcci­ón de identidade­s colectivas y de relaciones entre distintos grupos sociales.

Y ante la crisis de las institucio­nes sociales, el deporte es una actividad que convoca y aglutina a los diferentes sectores que habitan una ciudad. Porque como escribió el autor lagunero Jaime Muñoz, el Santos se convirtió en pocos años, y debido a la ausencia de otro signo cohesionad­or, en pieza clave con la cual “un lagunero se reconocía como tal, independie­ntemente de su municipio nativo”.

De esta forma el Santos es más que un equipo de futbol. Porque como ya afirmaron los investigad­ores Blanca Chong y José Alfredo Morales de la UAC: “Ante la casi desaparici­ón del cultivo del algodón y de la uva, actualment­e en la Comarca Lagunera un símbolo de identidad es el equipo Santos Laguna”.

@lharanda www. vanguardia. com.mx/ diario/ opinion > Cambio democrátic­o de estructura­s o revolución populista > Ten miedo de mí > Del enfoque populista como necesidad Me habría gustado conocer a este señor a quien todos en su familia llamaban tío Alberto.

Tenía un sobrino, niño de corta edad que con frecuencia iba a su casa. Era travieso el niño –la obligación de los niños es ésa: ser traviesos–, y un día hizo una travesura que irritó grandement­e a la esposa del tío Alberto. Le ordenó la severa mujer a su marido:

–Lleva a este niño malo a tu despacho y pégale con el cinturón, a ver si así aprende a portarse bien.

El tío Alberto llevó a su pequeño sobrino al despacho; se quitó el cinturón y le pegó… al sillón. Luego llevó al chiquillo de regreso con su tía. Le dijo a la señora: –Ya usé mi cinto. Segurament­e Andresito aprendió la lección. –Y la aprendí –narró muchos años después en su autobiogra­fía Andrés Segovia, el gran guitarrist­a español–. Aprendí que la mejor lección es la que se imparte con amor.

Me habría gustado conocer al tío Alberto. Sabía que el amor perdona todas las travesuras.

¡Hasta mañana!...

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LUIS GUILLERMO HERNÁNDEZ ARANDA
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