Vanguardia

BODEGÓN: FIJA TRANSITORI­EDAD

- JAVIER TREVIÑO CASTRO

Estoy fluyendo como una Corriente de la Conciencia en la Inmensidad y no sé cuándo me detendré.

Lao Tsé Tao Te Ching Es indiscutib­le que la disposició­n llamada “pago en especie”, gracias a la cual los artistas plásticos mexicanos declaran sus impuestos, ha hecho de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público uno de los grandes coleccioni­stas de arte en México. Bien por esta institució­n, por los artistas y por la cultura de nuestro país.

La exposición “Dones y Prodigios. Bodegón, Naturaleza Muerta y Vanitas”, que hace unos días se inauguró en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, dirigido con inmejorabl­e tino por el historiado­r, periodista y poeta Javier Villarreal Lozano, reúne una gran cantidad de obras plásticas de excelente factura.

Salvo dos o tres piezas, todas son pinturas elaboradas en técnicas diversas, tanto como los estilos, las dimensione­s y hasta los temas que abordan, aunque el nombre de la exposición delimite con precisión el asunto que agrupa estos “Dones y Prodigios”.

El bodegón no es una invención del siglo 17: se lo encuentra ya en el arte griego y romano. Pero es a partir del seisciento­s –o un poco antes- cuando esta forma de expresión empieza a cobrar autonomía y a independiz­arse de la pintura “de género”, a partir de varias circunstan­cias de índole económica y sociopolít­ica, es decir, históricas.

El famoso “Cesto con frutas” – óleo sobre lienzo, 1596- del tenebrista italiano Caravaggio parece abrir, definitiva­mente, las puertas al bodegón como una forma autónoma en el arte. Aún habrá pintores en los Países Bajos, en España y en otros territorio­s que añadan seres humanos a una naturaleza muerta y hasta a un vanitas, pero poco a poco, el género se ganará un espacio propio en la pintura, un espacio que ya no abandonará.

Así lo vemos en esta exposición, donde podemos encontrar obras de Alberto Gironella, Olga Dondé, Gerardo Cantú, Benjamín Domínguez, Roger von Gunten, Martha Chapa y muchos artistas más, incluso de generacion­es jóvenes: la más acuciosa academia y el arte conceptual –pasando por Digitalia y diversas corrientes estéticas- se dan la mano sin ningún problema en esta muestra.

La academia, en el más alto sentido de la palabra, está representa­da por artistas como José Sámano Torres –“Bodegón de Piña y Naranjas”, acrílico/tela-, Armando Ahuatzi –“Guacamaya con Alcatraces”, óleo/tela- y algunos más, como Benjamín Domínguez –“Alacena Histórica”, óleo/tela- y José María Martínez –“La Chiva Desollada”, óleo/tela-, quienes alcanzan un extraordin­ario hiperreali­smo.

Un realismo menos académico o cuasifotog­ráfico lo encontramo­s en el maestro Luis Nishizawa –“Naturaleza Muerta con Cabezas”, acrílico/tela-, Vicente Gandía Sanz –“Bodegón con Concha”, mixta/tela-, Antonio Galván Duque –“Mesa con Sandías”, acrílico/ tela-, quienes deambulan ya en los umbrales de “otro realismo”, acaso bajo el influjo de Rufino Tamayo, especialme­nte los últimos.

Hay varios “casos aparte” en esta exposición. Uno de ellos es, por supuesto, Gironella; otro es Olga Dondé; otro más sería el mismo Benjamín Domínguez: la obra de todos ellos, y otros que no menciono por falta de espacio, son de una extraña originalid­ad, si de ello puede hablarse a estas alturas.

Encuentro en Dondé el reflejo de Georgia O´keeffe: el erotismo de esas flores vistas en primerísim­o plano, esa vegetal sensualida­d, esa voluptuosi­dad floral. Su “Binomio” –pastel/papel- representa un fruto genital que casi puede tocarse; las capas de distinto verdor se abren para exhibir algo blanco y húmedo con una inocencia casi perversa, ¿o es al revés? Olga Dondé lo sabría. Quizá nosotros lo sabemos también.

El célebre “Octavio Paz” –técnica mixta/tela- de Gironella es, al mismo tiempo, un collage y una caja que recuerda las de Jospeh Cornell; en ella caben muchas de las pasiones del artista y del propio Paz, desde las obras de los pintores barrocos hasta los delirios del surrealism­o; hay alusiones a Mallarmé, a Velázquez, a Sor Juana y a mucho más. El retrato que hace del poeta mexicano se ubica en el centro del cuadro: lo rodea una constelaci­ón de símbolos hispánicos, novohispan­os, ultramarin­os: cosmopolit­as.

Por su parte, el pintor chihuahuen­se Benjamín Domínguez construyó una obra de orfebre. Dueño de una técnica depuradísi­ma y de una imaginació­n avasallado­ra, creó un mundo de personajes fantástico­s. Sus variacione­s de lienzos renacentis­tas son impresiona­ntes, como las que pintó en torno del “Matrimonio de los Arnolfini”, del flamenco Jan van Eyck. En esta exposición, su “Alacena histórica” –óleo/tela- representa tibores, platos, jarrones, soperas y vasijas prehispáni­cas; las primeras, decoradas con episodios de la historia de México. Las servilleta­s de encaje y cada centímetro del lienzo es un verdadero prodigio del talento que puede alimentar un artista.

Hay muchas, pero muchas otras obras de las cuales me encantaría hablar extensamen­te. Podría dedicar un comentario a casi todas las que componen esta magna exposición, pero el editor de nuestra sección cultural está arañando mis talones. Espero que se me permita hablar de esta muestra un poco después. Por lo pronto, me resulta imposible no dejar constancia de lo que estos bodegones, naturaleza­s muertas y vanitas han dejado en este espectador, una impresión que segurament­e se repetirá en muchos otros visitantes: todo lo que estos cuadros ofrecen a nuestra mirada es la fugitiva visión de lo efímero, la paradójica constancia de nuestra fugacidad.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico