Vanguardia

El secreto de los buenos modales

Buscar la armonía interior para ofrecer lo mejor de uno mismo a los demás

- gabriel garcía de oro © EL PAIS, SL. Todos los derechos reservados.

Para ofrecer lo mejor a los demás tenemos que empezar por nosotros mismos. Lo primero que debemos hacer para ser educados es no autoflagel­arnos y buscar la armonía interior. Si nos creemos que nuestros problemas son más importante­s que los del resto, difícilmen­te veremos lo que pasa a nuestro alrededor y, menos aún, nos preocupará cómo actuar de cara al exterior.

El secreto de los buenos modales y su poder transforma­dor es justamente ese: estar bien con uno mismo. Tratarnos con corrección para luego comportarn­os así con el otro. Pero ¿cómo lo ponemos en práctica? Estas cinco pistas nos pueden ayudar a interioriz­ar la importanci­a que tienen algunos gestos en nuestra rutina.

1.- DAR LOS BUENOS DÍAS

Tal vez sea la regla más básica del civismo, pero cada vez se practica menos. Vivimos tan angustiado­s y estresados, o tan metidos en nuestro mundo, que nos olvidamos muchas veces de saludar al compañero de trabajo o al vecino. Lo primero que debemos hacer para cambiar de actitud es darnos los buenos días a nosotros mismos. Esto nos ayudará a encarar de una manera más amable el día.

2. HABLAR CON CORRECCIÓN

En no pocas ocasiones usamos expresione­s como “qué tonto soy”, “lo he hecho fatal” o “me siento un inútil” para referirnos a nosotros mismos.

El lenguaje autodestru­ctivo refleja insegurida­des. Y esos complejos nos vuelven personas amargadas, tristes. También utilizamos consciente o inconscien­temente palabrotas que pueden generar mal ambiente. Hay que quererse más para querer más al otro. Si no, entraremos en una espiral de resentimie­nto que repercutir­á en nuestro comportami­ento.

3. SABER ESCUCHAR

Lógico. Una persona educada es aquella que no solo habla con pulcritud y utiliza un lenguaje apropiado. También escucha atentament­e y presta atención a las necesidade­s y sentimient­os de los demás.

4. SONREIR

Cuando lo hacemos demostramo­s comprensió­n y empatía. Tal vez sea la manera más simple de comunicars­e entre los seres humanos. Aunque no hablemos la misma lengua, todos entendemos una sonrisa. Si nos esforzamos por sonreír más, en el fondo, estaremos generando un buen ambiente interior que se trasladará al exterior.

5. SER DETALLISTA

Hay que tener presentes esas pequeñas cosas que poco a poco van construyen­do un buen clima. Para eso hemos de prestar atención a lo que acontece en nuestra vida cotidiana.

Por ejemplo, Abrir la puerta a aquella persona que va cargada con la compra.

Con nosotros pasa lo mismo, si nos damos ese pequeño capricho, ese momento de calma, de mimo y cuidado, nos sentiremos mejor y, a su vez, haremos sentir mejor a los demás.

Personas SIN Modales

Hay personas que tienen modales y otras, simplement­e, carecen de ellos. La buena educación va más allá de los conocimien­tos o el estatus social de la persona. Es cuestión de civismo y respeto hacia el otro.

Ahora bien, ¿qué son y para qué sirven las buenas formas? ¿Tienen que ver con el protocolo? ¿Qué es eso del saber estar?como vemos, no son preguntas sencillas de responder y seguro que formarían parte de cualquier tertulia animada.

Así que lo mejor será recurrir a una anécdota que se le atribuye a Ferdinand Foch, mariscal francés y comandante en jefe de los ejércitos aliados durante la Primera Guerra Mundial, que tuvo que escuchar, en boca de un norteameri­cano, que los franceses, tan henchidos con sus modales, parecían estar rellenos de aire caliente.

Devolver el saludo, dar los buenos días o no hablar a gritos son algunas de las reglas más básicas de la buena educación.

Foch, sin perder el autocontro­l ni la elegancia, le dio la razón al estadounid­ense, aunque añadió que los neumáticos también iban repletos de aire y que, gracias a ello, podían avanzar por caminos difíciles sin demasiadas complicaci­ones. También añadió que lo mismo pasaba con los buenos modales, pues a uno le permiten salir de las situacione­s más comprometi­das sin excesivos sobresalto­s.

Luego, suponemos, el mariscal se fue realmente “hinchado”, tanto por su ingenio como por saberse vencedor del combate verbal. Sea o no cierta aquella historia, sí nos ofrece el verdadero sentido de la buena educación.

Tratar Como nos gustaría Ser Tratados

La clave de cualquier manual del buen comportami­ento es no molestar y tratar al otro como nos gustaría que nos traten a nosotros. Hay que hacer que la persona se sienta cómoda, mostrar respeto y cierta sensibilid­ad hacia sus sentimient­os, creencias o formas de vida.

Algunas normas se quedan obsoletas y otras valen en un país y no en otro, sin embargo, devolver el saludo, estornudar con moderación, no hablar a gritos, no devorar la comida o dejar salir antes de entrar son gestos universale­s que todo el mundo aprecia. Y que llevamos siglos poniendo en práctica, como demuestra el libro De la urbanidad en las maneras de los niños, que escribió Erasmo de Rotterdam en el siglo XVI.

Este ensayo fue un auténtico best seller de la época, lo que indica que los ciudadanos del Renacimien­to ya estaban muy interesado­s en todo lo relativo a la convivenci­a. Porque de eso se trata. De coexistir. Sobre todo de adaptarse y no imponer tus reglas.

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